Día 12

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   El sonido de los disparos me despierta. Miro por la ventana. En la calle hay una furgoneta negra aparcada unas casas a la izquierda. Hombres vestidos de negro con armas de fuego entran en las casas. Escucho gritos de desesperación y más disparos. Salen con bolsas y las dejan en la acera. ¡Están saqueando! Cierro la persiana rápidamente.

   —¡Sara! ¡Odd! ¡Cristal! ¡Rápido, tenemos que escondernos! —digo llamando a sus puertas.

   Odd sale corriendo de su habitación. Sara y Cristal tardan unos segundos más.

   —Están saqueando las casas y matando a todos los que hay dentro.

   —Joder... ¡Tenemos que salir de aquí!

   —Negativo. Tienen una furgoneta aparcada al lado de nuestra casa. Y son demasiados para nosotros.

   Golpean la puerta de nuestra casa con tal intensidad que me asusta. La intentan derribar.

   —¡Corred, al sótano! —dice Sara.

   Bajamos las escaleras rápidamente. Sara y yo nos escondemos debajo de las escaleras, en una especie de habitáculo con una puerta. Odd y Cristal entran en el trastero. Este sitio es pequeño y lleno de polvo. Tampoco esperaba más del cuarto de las escobas.

   Un disparo resuena por toda la casa. Han entrado a la fuerza. Escucho muchos pasos corretear por la casa. Alguien baja al sótano. Consigo ver un poco su silueta entre los huecos de la puerta.

   —¿Hola? ¿Hay alguien aquí? Solo queremos ayudar —se empieza a reír muy fuerte, como un loco.

   Un sollozo de Cristal sale del trastero. Por favor, que no los encuentren. El hombre se vuelve y entra apuntando con su pistola. Estoy temblando, van a encontrar a Odd y a Cristal. Unos segundos de silencio después, escucho un disparo, aunque silenciado por culpa de la insonorización del trastero. Sara me abraza fuerte, con lágrimas en los ojos. Yo también estoy llorando. De repente, abren la puerta de nuestro escondite. Es Odd. Tiene la pistola del saqueador. Cristal esta detrás suyo, abrazada a él.

   —No hagáis ruido —susurra Odd—. Me he encargado de él, tranquilos. Chicas, quedaos aquí. Nosotros vamos a ocuparnos de esto.

   Las niñas entran en nuestro escondite y les cierro la puerta. Nosotros subimos las escaleras lentamente, sin hacer ruido. Odd lleva la pistola, yo voy detrás suya. Hay un hombre en el salón, mirando unos cajones. Viste completamente de negro. Ha dejado su arma a un lado. Me acerco despacio por detrás y le doy un golpe seco en la cabeza. Cae noqueado al suelo. Salgo despacio del salón. Mientras, Odd hace lo mismo con otro que estaba en la cocina. Hemos acabado con uno y hemos aturdido a dos.

   —Vamos, arriba hay otro —susurra.

   Subimos despacio hacia las habitaciones. Escucho un ruido y abren la puerta de mi habitación. Un hombre nos ve y empieza a disparar. Nos ponemos a cubierto. No nos ha dado de milagro.

   —¡Ayuda! ¡Aquí arriba hay dos! —grita el saqueador, pero no hay respuesta.

   —¡Hemos matado a todos los tuyos! —lanzo un farol—. Si quieres negociar, podemos hacerlo. Nadie más tiene que morir.

   Estamos comunicándonos a gritos, nosotros en las escaleras y él en mi habitación. La situación es muy rara.

   —No puedo negociar. Si lo hago, muero.

   —Nadie se enterará de que hemos negociado. Tú sales vivo y nosotros te damos algunos recursos.

   —Pero... Ellos me están obsevando. Me matarán.

   —¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?

   —No puedo hablar. O muero —dice con voz apenada.

   —Pero si sólo estamos nosotros tres —le recuerda Odd.

   —Ellos... m-me controlan. Soy su esclavo. Mierda... he hablado demasiado. Salid de aquí por vuestro bien —deja caer el arma al suelo y la desliza hacia las escaleras en señal de paz—. No quiero haceros daño. Sólo corred. Confiad en mí.

   —Vale. No sé qué tramas, pero te haremos caso.

   Bajamos las escaleras a toda prisa. Llegamos al sótano y sacamos a las niñas del escondite. Cojo mi mochila azul y salimos por la puerta de la casa.

—Buen trabajo tío —me felicita Odd.

—Igualmente.

   Justo al salir, una gran explosión proveniente de nuestra casa nos lanza varios metros hacia delante. Al caer, noto un fortísimo dolor en la pierna. No puedo moverla. No escucho nada, tengo los oídos taponados. Miro a mi alrededor, Sara está tumbada boca arriba en el suelo, con sangre saliendo de su oreja. Odd está de rodillas, al lado de su hija. Cristal tiene una brecha en la cabeza. Está sangrando mucho. Me miro la pierna. Tiene muy mala pinta. Mierda.

   ¡No! ¡Cristal! —empiezo a escuchar gritar a Odd.

   —Odd, ¿está bien?

   —No respira. Y sangra mucho —dice con los ojos inundados en lágrimas. La desesperación le consume.

   Me arrastro como puedo hacia Sara, con miedo a comprobar si tiene pulso o no. Le pongo los dedos en el cuello. Respiro aliviado al comprobar que está viva. La casa sigue en llamas. El fuego se ha propagado a las casas vecinas. Al final de la calle veo una masa de siluetas caminando lentamente hacia nosotros. Son Zombies.

   —Odd, tenemos que irnos ya.

   Odd seguía llorando encima de Cristal.

   —No —dice sin mirarme.

   —Van a llegar en cualquier momento.

   —Vete tú. Yo no voy a abandonarla.

   —Estás loco, ¡eso es un suicidio!

   —No quiero vivir sin ella. Si no me suicido ahora, lo haré más tarde. Si intentas hacer algo, te meto un tiro Mark. Y no es un farol —su voz sonaba fría y seca.

   Me arrastro hacia la furgoneta. Me pongo de pie como puedo y abro la puerta. Las llaves están puestas y tiene gasolina suficiente. La arranco y la conduzco hasta estar al lado de Sara y Odd. Me bajo y monto a Sara en la parte trasera.

   —Odd... No tienes que hacer esto.

   —No. Pero voy a hacerlo. Toma —me lanza la pistola—. Utilízala para proteger a tus seres queridos. Hasta siempre, amigo.

   Los zombies están muy cerca, a escasos metros. Cierro la puerta de atrás y me monto en la furgoneta. Empiezo a conducir y miro por el espejo retrovisor. Odd está de espaldas, junto a Cristal. La horda ha llegado hasta él. Empiezan a comérselo vivo. No se mueve ni grita. Se queda inmóvil, luchando por mantenerse erguido. Estoy llorando desesperadamente. Cojo la pistola que me dió Odd y la saco por la ventana. Me tiembla la mano, pero no pudo dejarlo sufrir.

   Lo siento.

   Le apunto a la cabeza y disparo. Su cuerpo deja de luchar y cae al suelo, junto al de Cristal. Pongo en marcha el coche y los dejo atrás. Conduzco hacia el centro de la ciudad. No paro hasta que no reconozco el lugar en el que estoy. Busco un sitio en el que pasar la noche. Encuentro un garaje que no fue destruido en el bombardeo. Entro con la furgoneta y me meto en la parte de atrás de ésta, junto a Sara y varias bolsas de los saqueadores. Sigue inconsciente. Me tumbo a su lado e intento dormir. Lucho contra el dolor. El dolor de la pierna, aunque el dolor de haber perdido a Odd y a Cristal no se puede comparar.

V.I.R.U.Z.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora