No se cómo sigo vivo. Me he librado de una horda de ellos por los pelos metiéndome en esta sucia tienda de ropa. Está totalmente saqueada. No hay ni un alma aquí dentro.
-¿Hola? ¿Hay algún cabrón come-cerebros aquí dentro?
No escucho respuesta. El único sonido que percibo es el de la horda.
-Genial. Ahora también hablo sólo. Esto va de mal en peor.
Me siento en el sucio suelo junto a la puerta y cojo mi mochila. Dentro hay aún un poco de comida en lata.
-¡Genial! Más albóndigas con sabor a mierda. ¡Mis favoritas!
Llevaba comiéndolas durante varias semanas. Encontré un camión lleno de estas cerca de una gasolinera. Maldita sea.
-¿No podrían haber sido galletitas saladas? Odio las albóndigas.
Algo empuja la puerta de la tienda con fuerza.
-¡Joder! ¡Que susto! Casi me atraganto con la albóndiga.
Saco mi machete de la bolsa y me pongo de pie a un lado de la puerta, esperando que entre lo que quiera que sea eso.
Vuelve a embestir contra la puerta, esta vez la derriba y consigue entrar.
-¡Muere cabrón! -Grito mientras me abalanzo hacia el intruso.
-¡No! ¡Espera! ¡Soy un humano!
Detengo el machete a escasos centímetros de su cráneo, aunque no lo retiro. No me fío de nada ni de nadie.
Es un hombre, bastante jóven. Pelo castaño, sudadera azul y pantalones vaqueros. No parece estar armado.
-Más motivos tengo para matarte -levanto el machete con intención de golpear.
-¡No! Por favor, ¡no me mates! ¡Puedo ayudarte!
-¿Cómo piensas ayudarme?
-¡Estoy en un grupo grande! Tenemos comida, electricidad, agua potable... Lo necesario para vivir.
Los zombies han escuchado el ruido y vienen a la tienda. Estamos jodidos, tenemos que hacer algo ya.
-Está bien muchacho. Llevame allí. ¡Rápido!
-De acuerdo, aunque está a las afueras de la ciudad.
Los zombies empezaban a entrar en la tienda.
-Da igual. Ahora salgamos de aquí.
Le doy el machete al chaval y cojo mi pistola de la mochila. Mato a los que estaban más lejos y él a los más cercanos. Salimos corriendo por la puerta. Justo delante de nuestras narices está la hora. Mierda. Entramos en el callejón que estaba al lado de la tienda.
-¿Como decías que te llamabas? -le pregunto mientras corremos.
-John, señor. ¿Y usted?
-Joder... No me llames señor, sólo tengo 35 años. Y mi nombre es Mark.
-De acuerdo, Mark.
-¿Dónde está tu grupo?
-En el centro comercial de las afueras.
-¿Cómo? ¡Pero si es gigantesco! Debe de estar plagado de esos cabrones.
-"Estaba" plagado. Nos llevó varios meses limpiar todo aquello.
-De acuerdo. Vamos allá.
Seguimos corriendo por el callejón, ahora con un objetivo en mente. Llevaba sin relacionarme con nadie desde hace más de 5 meses.
-¿Sabes chaval? Todos los humanos con los que me he cruzado antes me han intentado matar. Bueno, todos menos ella...
-¿Ella? ¿Quién es "ella" Mark?
-No es de tu incumbencia.
-Pero... ¡si has sido tú el que la has nombrado!
Disparo cerca de sus pies en señal de aviso. Nos detenemos. Me mira con miedo.
-Cierra el pico.
-D-d-de acuerdo...
¿Por qué coño le he disparado? Definitivamente estoy volviéndome loco.
-Lo siento chaval. No se qué me ha pasado.
-N-n-no pasa n-n-nada...
Continuamos andando hasta salir del callejón. Hemos perdido a todos los zombies que nos seguían. En esta calle no hay ni uno de ellos a la vista.
-Se está poniendo el Sol. Necesitamos encontrar un refugio para esta noche señor.
-De acuerdo. Y no me llames señor, joder.
-Lo siento, es la costumbre.
Veo una pequeña escalera de incendios en la pared de un bloque de apartamentos.
-¡Vamos! Por aquí. Sube ahí y baja la escalera para que pueda subir yo.
Le ayudo a saltar hacia la escalera y él baja la escalerilla. Subimos los dos por las escaleras y entramos por la primera puerta que vemos.
-Oye, Mark.
-Dime, John.
-Podríamos haber entrado por la puerta principal en vez de haber hecho todo ese parkour.
-Cierto. Pero ya es tarde para lamentarse.
Dentro del edificio no hay nada más que polvo y un par de Zombies. Nada que no pueda afrontar con facilidad. Bueno, el polvo me da alergia.
Nos acercamos a el primer Zombie sigilosamente y acabamos con él de un machetazo en la cabeza.
El siguiente esta algo más lejos, por lo que podemos pasar de él.
Abro la puerta del primer apartamento que veo y entramos en él. Todo estaba totalmente saqueado, como de costumbre, pero no era un problema.
Tapamos la puerta con un armario que había junto a ésta para que nada ni nadie nos haga una visita sorpresa por la noche.
El apartamento era pequeño, una habitación, un baño, un salón y una cocina.
-Chaval, ¿tienes hambre?
-Si, ¿tienes comida?
-Yo no lo llamaría comida. Son albóndigas en lata. ¿Quieres?
-Adoro las albóndigas. Sí quiero, por favor.
Abro mi maleta, cojo una lata y se la lanzo. La coje al vuelo y la abre ansioso.
-¡Tranquilo chaval! ¡No te las voy a quitar! En fin, yo haré la primera ronda. Dentro de dos horas te toca relevarme.
-Vale -dice con la boca llena.
Un rato después, John se fue a dormir. Me quedé solo en el salón, con la mirada fija en la puerta, esperando el más mínimo movimiento.
Las dos horas se me pasaron volando, como si solo hubieran sido minutos.
Me acerco a John para despertarlo. John se lenvanta y se dirige al salón. Por un momento, soy capaz de distinguir una gran mancha en su espalda. Parecía sangre. ¿Cómo es posible? Mejor no decir nada aún. Me tumbo en la cama y cierro los ojos.

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V.I.R.U.Z.
Misterio / SuspensoHola, posible lector. Estás dudando en leer esta historia, ¿verdad? ¿No eres capaz de decidirte? Tan solo dame una oportunidad, no te defraudaré... Es la historia de los supervivientes de un apocalipsis zombie. ¿Qué? ¿Que es un cliché? ¿No te llama...