Día 286

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El fuerte dolor de cabeza me despierta. Estoy en una habitación totalmente vacía. No hay puertas ni ventanas a la vista, solo una pequeña lámpara en el techo. El suelo está mugriento y con manchas de sangre. No son recientes. No tengo nada, solo la ropa y los zapatos.

—Buenos días —dice una voz monótona. Parece un robot. No puedo averiguar de dónde proviene.

—H-h-hola. ¿Dónde estoy? —pregunto mirando al techo, como si hablara con un dios.

—Bienvenido a nuestra comunidad.

—Vale, hola. ¿Puedo saber dónde coño estoy?

—Para ser miembro de nuestra comunidad, tienes que responder a unas preguntas.

—Vale. Estúpido robot automático...

—No soy un robot. En fin, sin más dilación, procedamos al test. Primera pregunta: ¿Cómo te llamas?

—Mark.

—Nombre y un apellido, por favor.

—Vale. Mark Sierra.

—Segunda pregunta: ¿En cuántas comunidades has estado?

—Tres, creo.

—Tercera pregunta: ¿A cuántos humanos has matado?

No respondo. No quiero responder. Recuerdos horribles vienen a mi mente.

—Responda, por favor. Es de vital importancia.

—Dos... —digo con las lágrimas cayendo por mis mejillas.

—Gracias por confiar en nosotros. Bienvenido a la Unión.

Un trozo de la pared con el tamaño de una puerta se abre hacia fuera. En la puerta está el tío que me dió un escopetazo en la cara.

—¡Anda! Mira quién está aquí. El capullo de la escopeta —le digo riéndome.

Me lanza una mirada asesina, pero no responde. Deja entrever una sonrisita maligna.

—Sígueme.

Voy con él. Me guía por unos pasillos grises, con bastante suciedad en los suelos y paredes. Al fondo hay una luz, aunque no es solar. Llegamos a la habitación. Hay una camilla e instrumental de tatuador.

—Túmbate ahí.

—No me irás a tatuar tú, ¿v-verdad?

Se empieza a reír a carcajadas.

—¿Tienes miedo, nenaza?

—N-no. Adelante.

Me tumbo en la camilla. Estoy acojonado.

—Bueno, ¿y cómo te llamas tú? —le pregunto para alargar el tiempo lo máximo posible antes de morir de dolor.

—¿Y a qué coño viene eso ahora?

—Ni siquiera me has dicho tu nombre.

—Henry.

—Vale, Henry.

—Bueno, voy a empezar a tatuar. Perdóname si te hago daño. Soy algo... novato —empieza a reírse y me clava la aguja en el brazo.

Dejo escapar un grito ahogado. Henry esta partiéndose el culo mientras yo sufro. De repente, el dolor me hace recordar lo que pasó ayer.

—¡Sara!

—¿Qué dices? —levanta la aguja de mi brazo.

—¡Mi hija! La escuché ayer hablando contigo, justo después de que me golpeases.

V.I.R.U.Z.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora