—¿¡Dan!? —grito mientras entro en la habitación de la que provenían sus gritos.
Alumbro con la linternita la habitación. Me tiemblan las manos. Está llena de telarañas y arañas gigantes de mentira, pero ni rastro de Dan.
—¡Dan, dime algo por favor!
Afino el oído, pero no logro escuchar nada. De repente, noto una presencia en mi espalda. Me giro rápidamente y alumbro con la linterna. Un rostro pálido y desfigurado aparece frente a mí, a medio metro de distancia. Un grito de horror me asciende desde lo mas profundo de mi garganta y caigo de espaldas, indefensa. Me encuentro a merced de aquella cosa.
Unos segundos después, una risa tremendamente sonora surge frente a mí. Es Dan.
—Tendrías que haberte visto la cara —dice a duras penas, entre carcajada y carcajada—. Me he encontrado este disfraz aquí y no he podido contenerme.
Me quedo en shock varios segundos y empiezo a llorar.
—¿Y ahora qué te pasa cabezona?
No me salen las palabras. Realmente no se por qué he reaccionado así, solo ha sido un susto con mala leche.
—Venga, salgamos de aquí, este sitio no me da mucha confianza.
Me intento poner de pie, pero no puedo. Estoy temblando mucho y no soy capaz de levantarme.
Dan suspira y me coge en brazos. Me lleva hasta la salida y me deja en el suelo con delicadeza. Nos sentamos en las escaleras de la atracción. El sol ya se ha puesto y solo la luz de la luna nos ilumina. Yo sigo temblando y llorando.
—Eh, Sara, ¿por qué lloras?
—Yo... no... —digo a duras penas.
—Siento haberte asustado, soy gilipollas —dice mirando al suelo arrepentido.
—No... no es eso... Solo que pensaba... que no volvería a verte...
Me mira con una mezcla de vergüenza y asombro. No dice nada, se limita a ponerme un brazo por encima del hombro y a darme un beso en la mejilla.
Nos quedamos en esa posición un par de minutos hasta que dejo de llorar y tiemblo un poco menos.
—¿Estás mejor?
—Si, siento el numerito.
—Tranquila, no pasa nada. ¿Quieres seguir sentada?
—Puedo levantarme, creo.
Se levanta y me tiende la mano. La acepto y me pongo en pié. Nos dirigimos a por las mochilas que dejamos antes de entrar.
—Eh... ¿y las mochilas?
—Las dejamos aquí, estoy seguro.
Alumbro con la linterna, pero no las encuentro.
—Mierda. ¿Qué hacemos ahora? Nos hemos quedado sin armas y sin comida.
—No estamos solos.
—¿Insinuas que nos las han robado? —pregunta nervioso.
—Dudo que haya sido una ardilla, la verdad.
—¿Un oso?
—Estamos en invierno. Estarán todos dormidos, supongo.
—Pues no se me ocurre otra cosa que un humano.
—Eso es lo que te estaba diciendo, inútil.
—Cállate.
—Bueno, ¿y ahora qué hacemos?
—Por lo pronto, buscar un sitio donde pasar la noche. Me muero de sueño.
Nos ponemos en marcha, buscando cobijo. El frío no ayuda nada y la poca visibilidad tampoco. Caminamos entre atracciones derruidas y puestos de comida rápida vacíos.
—Lo que daría por una hamburguesa.
—Ya no recuerdo ni su sabor.
—Yo tampoco.
Continuamos andando hasta llegar a un puesto de seguridad del recinto.
—¿Te parece bien aquí, señora cabezona?
—Investiguemos primero. Recuerda que no estamos solos.
Abro la puerta con cuidado, sin hacer ruido. Uso la linterna de nuevo para alumbrar la habitación. Es un cubículo bastante simple, con varias puertas a los lados y un baño. Como era de esperar, está totalmente saqueado.
Le hago señas a Dan para que investigue por la izquierda mientras yo miro por las puertas de la derecha.
Cojo una piedra que había en el suelo y abro despacio. Un despacho, vacío. Continúo a la siguiente puerta. Sujeto el pomo con una mano y con la otra sostengo la piedra. Antes de abrir, echo un vistazo atrás, buscando a Dan, pero lo unico que veo es una figura muy alta a pocos centímetros de mí, levantando las manos por encima de su cabeza. Me asesta un golpe en la frente, sin darme tiempo a reaccionar, y me quedo inconsciente.
Me despierto con un fuerte dolor de cabeza. Estoy atada en una silla junto a Dan, dentro del despacho que vi antes. Hay una ténue luz en la mesa, una vela quizás, y detrás de ella un rostro que no reconozco.
—Buenas noches, chicos.
—¿¡Quién coño eres!? —grita Dan.
—¿Quiénes sois vosotros? Sois los que habéis allanado mi casa.
—Y tú nos robaste las mochilas.
—Ah, eran vuestras. Pues lo siento, pero estaban tiradas en el suelo.
—Pues devuélvenos nuestras cosas y nos iremos.
—Lo siento, pero ahora son mías.
El dolor de cabeza se me ha pasado un poco y puedo ver mejor su rostro. Es un hombre con poco pelo y arrugas por culpa de la edad, aunque no tiene que tener más de 40 años.
—Y entonces, ¿qué quieres de nosotros? —pregunto.
—Vereis. La verdad es que la comida no me abunda, y con éste frío no puedo plantar nada. Tampoco hay animales que cazar. Y la ciudad es demasiado peligrosa para mí.
—Quieres que consigamos comida para tí, ¿es eso?
—No me habéis entendido. Vosotros seréis mi comida.
—¿¡Qué!? ¿¡Estás loco!? —le grito.
—Cariño... —dice levantándose y acercándose a mí. Me empieza a acariciar la cara— En éste mundo, no hay nadie cuerdo.
Le miro con asco y le escupo en la cara. Se limpia con el brazo, me sonríe y me da una torta en la cara.
—¡No la toques! ¡Te voy a matar! ¿¡Me oyes!?
Se acerca a Dan y le da un puñetazo en la mandíbula.
—Tú serás el primero, tranquilo —le dice mientras se pasa la lengua por los labios.

ESTÁS LEYENDO
V.I.R.U.Z.
Mystery / ThrillerHola, posible lector. Estás dudando en leer esta historia, ¿verdad? ¿No eres capaz de decidirte? Tan solo dame una oportunidad, no te defraudaré... Es la historia de los supervivientes de un apocalipsis zombie. ¿Qué? ¿Que es un cliché? ¿No te llama...