1 - UNA NUEVA ESPERANZA

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   Las lágrimas descienden por mis mejillas cuando termino de leer las polvorientas hojas del cuaderno.

   —¿Qué es eso? —me pregunta Dan. No me había dado cuenta de su presencia.

   —N-nada. Sólo un cuaderno —le respondo con la voz ronca— Y tú, ¿has encontrado algo por ahí?

   —No, nada. Sólo polvo y suciedad. Ni siquiera una mísera lata de comida. Voy a mirar en el sótano.

   —Vale. Ten cuidado.

   Se despide con la mano y da media vuelta. Sale por la puerta de la habitación, baja por las escaleras y lo pierdo de vista. Vuelvo a dirigir la vista hacia el cuaderno. Sin duda alguna, es de mi padre. Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí?

   —¡Sara! ¿Puedes venir aquí abajo un momento, por favor? —me llama Dan desde el sótano.

   —¡Ahora mismo voy! —digo secándome las lágrimas

   Salgo de la polvorienta habitación y bajo las escaleras hasta llegar al sótano. El lugar está bastante oscuro, iluminado solamente por unas pequeñas ventanas situadas en la pared, cerca del techo. Hay una gran cantidad de cajas rodeando el centro, en el cual se encuentra Dan sujetando algo en sus manos.

   —Mira lo que he encontrado —me dice sin apartar la vista de lo que sostiene.

   Me acerco a él y logro verlo con más claridad. Es un pequeño mapa de la ciudad, justo lo que necesitábamos. Me mira a los ojos, con una sonrisa de satisfacción en la cara. Dan es muy parecido a mí, la verdad. Cualquiera diría que somos hermanos. Los dos tenemos el pelo y los ojos claros, medimos casi lo mismo y tenemos pecas.

   —Te has quedado embobada —dice mientras mueve una mano frente a mi cara— Por cierto, ¿por qué estabas llorando antes?

   —He encontrado el diario de mi padre —le contesto mientras le enseño el cuaderno.

   —¿Qué? ¿Pero no decías que murió?

   —Eso pensaba —empiezo a llorar de nuevo. Dan guarda el mapa en el bolsillo de su chaqueta y me abraza para consolarme. Su calor corporal me reconforta y me calma, es como un hermano para mí.

   —¿Y qué dice ese diario?

   —Dice que encontró una comunidad muy grande, con muchos recursos y armas. Le acogieron como a uno más y le ofrecieron comida y protección.

   —¿Y cómo termina?

   —No tiene un final. Simplemente no escribió más.

   Dan coge el pequeño cuaderno y lo ojea.

   —¿"Día 288"? ¿De qué?

   —Desde que todo empezó.

   —Pero si ya han pasado 6 años de aquello.

   —Lo sé. En esa época aún tenía 15 años. Me estoy haciendo vieja.

   —Sólo tienes 21, no seas tonta. Viejo soy yo, que tengo dos años más que tú —me mira a los ojos sonriendo.

   —No seas tonto —se me escapa una sonrisita.

   —Hay algo que no me termina de encajar —dice mientras busca una caja para sentarse. Yo cojo otra y me siento a su lado.

   —¿El qué?

   —¿Qué hace este cuaderno aquí? Es decir, que yo sepa, la comunidad que menciona tu padre está en la ciudad vecina.

   —Es verdad.

   —Yo no me llevaría un cuaderno ajeno de una ciudad a otra para dejarlo en el cajón de una casa perdida en medio del bosque.

   —¿Quieres decir que mi padre estuvo aquí?

   —Es lo más probable.

   Una sensación extraña me inunda por dentro. Siento prisa por mirar a fondo en todos los rincones de la casa para encontrar pistas sobre el paradero de mi padre, pero a la vez siento tristeza por no haber venido antes.

   —Dan. Tenemos que buscarlo.

   —¿Qué? ¿Estás loca?

   —Un poco. Pero sé que sigue vivo, en alguna parte.

   —Pero no podemos buscarlo. Tenemos una misión pendiente, ¿recuerdas? —dice sacando el mapa del bolsillo y agitandolo.

   —Eso puede esperar, encontrar la librería no es tan urgente como ésto.

   —Lo sé, pero es más útil. Lo siento, pero seguramente Mark esté muerto.

   Las palabras de Dan son como puñaladas en mi corazón. Me levanto, le quito el cuaderno de las manos y subo las escaleras, llorando.

   —Mierda... ¡Sara! ¡Lo siento! No quise decir eso —me sigue.

   —¡Te odio! ¡Déjame! —le grito mientras abro la puerta de la casa.

   Doy un portazo y corro por la fina capa de nieve que cubre el suelo. Voy sin rumbo hacia delante, con el cuaderno en las manos. Sé que mi padre está vivo, y él haría lo mismo por mi.

   Caigo al suelo, agotada por la carrera. Abrazo el cuaderno muy fuerte y cierro los ojos. Las lágrimas que caen a la nieve se van congelando poco a poco. Empiezo a tiritar de frío y no puedo moverme mucho. Escucho los gritos de Dan acercándose. Me coge en brazos y me lleva de nuevo a la casa, junto a la chimenea. Nos sentamos en el sofá frente a ésta.

   —Vale, tú ganas, lo buscaremos. Siento lo que te dije antes, soy subnormal. Pero no vuelvas a darme esos sustos, por favor.

   Le miro tiritando y le asiento con la cabeza como puedo. Me pasa un brazo por encima y me acurruco en él, hasta quedarme dormida.

V.I.R.U.Z.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora