Poema sin título uno.

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Deserté las flores
de aquella soledad
reminiscente.
Angustiaban
los sentimientos
siempre lejanos
de mi sentimentalidad
frustrada.

Viví en el contorno
de los que no sentían
como lo hacía yo,
los observé estériles
gritando con la garganta
enredada entre los ejes
oxidados de los diamantes
de sus besos.

En mi forzado caminar
acoracé caricias,
las que nunca comprendieron
el valor en tiempo
de tantas lágrimas
que no supe derramar.
Ella me acompañó
como la triste canción
recordándonos
que nos separaron océanos,
y nos olvidamos de nadar.
De soñar.
Amar.

Regocijé mi cuerpo
sentimental en las sábanas
de la indiferencia
que me quería rodear,
calmé mis desgarros anímicos
en los acordes de la guitarra
sin cuerdas
que ella acariciaba
como la extensión de mi cabello.

Dibujé mis manos
endurecidas entre las paredes
de esta cueva;
dejábamos en la puerta
los miedos,
sueños,
desesperanzas
y caminábamos sonriendo
en la ferocidad del silencio
otorgado en el amor
de las miradas incesantes,
de las sonrisas
sinceras.
Ruborizadas.

Cuando las velas soplanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora