Adios a mi yo herido

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* El día de mi graduación me paré frente al espejo de mi cuarto, toga en manos y sonrisa orgullosa. Quería ver una total felicidad en mis ojos pero eso no fue lo que encontré en ellos, en cambio, me llevaron a una memoria lejana.

Me vi a mí misma sentada frente a la escuela que más había marcado mi vida. Sabía que esa era la razón de mi tristeza más profunda. Recordé mi primer día en ella, había hablado con una chica que se llamaba como yo. Ella no se enteró porque había usado mi segundo nombre al presentarme, nadie se llamaba como yo y me hacía diferente. Cuando las personas sabían mi primer nombre dudaban de cómo llamarme por eso lo escondía hasta el final.

Después, nos separaron al entrar en los salones. Estaba nerviosa, miraba las caras de mis compañeros y sonreía, quería ser una buena amiga. No recuerdo cómo nos hicimos amigos pero poco a poco tenía un grupo de amigos que se convirtió en familia. Al menos yo pensaba que lo eran. Compartimos muchas cosas, regalos de Navidad, regalos de san Valentín. Hasta llegue a enamorarme de él chico que amaba a mi mejor amiga. Pensaba que era doloroso y lo quería evitar. Deseé en ese entonces que no quería asistir más a la escuela. Ya no quería estar con ellos.

Perdí mis sueños, me veía graduándome con todos, de la mano, camino a un gran futuro. En mis manos el instrumento que hablara por mí en todo momento. Era un buen sueño, una buena meta. Podía hacerlo, me veía capaz de alcanzarlo. Confiaba en mí misma para hacerlo. Mi corazón bailaba de la mano con el de todos los demás al final del día.

Jugué en los corredores. Me arrastré con mis amigos riendo. Lanzamos cosas desde el piso más alto al más bajo. Cantamos ridiculeces. Fuimos regañados. Compartimos comida. Marcamos un lugar con nuestras manos. Nos enojamos. Lloramos. Discutimos. Pero estábamos unidos. Pensé que era para siempre. Un año debió marcarlos a ellos como me marcó a mi, aparentemente yo soy una sentimental perdida y ellos unos realistas.

Me vi sentada en el lugar donde solíamos reunirnos cuando estábamos libres. Ellos pasaron delante de mí, intenté saludarlos pero era un fantasma de mi propio juego. Se veían bien sin mí. Entonces en medio de eso recordé cuando estábamos sentados comiendo y me pregunté a mí misma "¿si yo me voy.. Me extrañarían?" La contestación fue clara entonces. No me di a conocer suficiente, podían estar sin mi. Serían felices porque estaban juntos. Yo era la que quedaría vacía.

Mi mamá sonreía orgullosa de decir que su hija estudia en una escuela de clase alta. Se cansaba pero se sentía orgullosa. Lo podía ver en sus ojos, ahora sé que ese orgullo no podré entregárselo. Es cierto que era difícil pero ella me dijo esto " una vez te gradúes, tus amigos siempre serán tus amigos y muchas puertas se abrirán para ti" los amigos que tenía en ese entonces, ahora son compañeros con los que una vez estudié.

El último día, cuando me despedí, llore con ellos. Y camino a casa, no quería que mi madre viera mis lagrimas. Me puse unos lentes de sol, aguante los sollozos pero deje mis lagrimas correr.

Muchos que se quedaron, no aprovecharon la oportunidad. Mientras yo desde lejos lloraba por estar allí un día más. Nunca volví a sentirme como en esos momentos. La felicidad no era la misma, aprendí a conformarme con lo que llegará, me entrené a mí misma diciéndome que ya era demasiado tarde, que nunca jamás tocaría aquello que me hizo feliz.

No le hacía daño a nadie. Deje de sonreír, pensaba mucho en lo que decir y que no. Herí personas, mi corazón estaba demasiado dolido y débil, todo lo que me diera me hacía daño. Fue un año excelente. luego que me sacaran de la escuela, de pasar por tantos años de decir que estaba bien, de tomar la herida que me habían hecho y ponerle una curita, me di cuenta que nunca cure. La herida con el pasar de los años se hacía más grande y cada vez que dolía le ponía una curita para unirla. Fue un error, nunca dejó de crecer y de doler, yo aprendí a ignorarla. Lloraba y lloraba pero no podía sanar, yo misma no podía curarme. Necesitaba ayuda de alguien.

Cuando vine abrir los ojos, el dolor era insoportable. Ya era más difícil ignorarlo. Era tan fuerte que tomaba toda mi energía. Me fue imposible seguir adelante. Claro que algo cambio durante el camino, me ayudaron a sanar. Tenía una cicatriz asquerosa pero había dejado de doler.

Volví al sitio que más daño me hacía en un día importante. En algún momento durante recordaba, comencé a llorar frente al espejo. Me tiré al suelo de rodillas y deje todo salir. Después de unos minutos volví a pararme, me limpié la cara y recordé las palabras de la persona que me había ayudado antes. Esta vez cuando sonreí, mis ojos reflejaban la sonrisa que daba.

Me miré por última vez en el recuerdo, la yo de entonces y la yo de ahora. Había aprendido muchas cosas, fue un largo camino pero había llegado al final. Mi fantasma de entonces se paró frente a mí, con una toga distinta a la que yo llevaba y un nombre distinto al mío. Instrumento en mano y amigos de su lado. Me dijo adiós sonriendo, no llorando.

Yo también me despedí. Deje de mirarme al espejo, verifiqué que todo estuviera bien y caminé con la cabeza en alto. Vi a mi madre esperando sentada en el carro, le sonreí y me monté. Cuando llegamos a nuestro destino dude en bajarme. No era lo que yo esperaba, no era lo que yo quería. Cuando entregaron los diplomas, mi madre sonrío orgullosa, había tenía razón, nunca volvería a brillar el orgullo pasado en sus ojos. Me propuse a mí misma que algún día, volvería a sonreír de aquella manera aunque fuera solo una vez.

Abrace a mis nuevos amigos. También eran mi familia. Me disculpe con mi madre por no haber podido cumplir mi sueño, nunca lo dije en voz alta. Sonreí hasta el final, ya no dolía. Seguirá caminando y miraría atrás solo para recordar porque empecé.

Cuando todo terminó, escuché que alguien me llamaba por el nombre que alguna vez me identificaba.

-Abigail, felicidades- *

Cuando la chica abrió los ojos, miró el reloj que estaba su lado. Sintió que su cara estaba húmeda,  había estado llorando. Se limpió y se levanto sonriendo. Fue un sueño. Eran las 5:32 am cuando abrió los ojos. Pensó para ella misma "me levanté justo a tiempo para arreglarme, hoy por fin me graduaré"

Sentimientos de una chicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora