Habían pasado ocho largos meses después de que Miranda había aceptado ser madre de una criaturita "desconocida" con la cual, a parte de una lluvia de bendiciones la tempestad llegó de pronto quebrantando por completo sus pobres vidas.
Con su corazón galopando velozmente por su pecho Miranda se sobresaltó mucho con la doctora frente a ella pues al saber que su pequeño sería una bebita preciosa lloró de alegría al ponerle su nombre, sin embargo, al notar que la doctora no se reía o la felicitaba supo que algo no andaba bien pues su rostro era preocupante y lloró amargamente.
Ese día, la muy deprimente doctora Pérez le dijo la verdadera razón del porqué sus vidas peligraban considerablemente, pues muy triste, tuvo que decirle que su hijita bella venía muy, pero muy enferma, y, muy indiscretamente que la pobre no iba nunca a ser igual que todas las demás niñas de su edad.
—¿Miranda?—Nena, ¿Me escuchas?—¿Más tranquila? —preguntaba la doctora Pérez muy preocupada.
—Si, solo fue un ataque repentino de pánico.—Ahora si, con calma, dígame ¿Qué es lo que sucede con mi hija y porqué no me felicita por su llegada como siempre lo ha hecho? —preguntó Miranda aún alterada.
—Lo... lo lamento Miranda.—Pero tu niña viene muy mal de salud. —aseguró la doctora tristemente mostrándole la ecografía.
—¿Qué cosa es lo que dice? —dijo Miranda comenzando nuevamente a llorar.
—Cálmese primero.—La bebé jamás podrá ser una niña normal como las otras, si es que vive cinco segundos fuera.-Su hija trae un serio problema de salud y lamento decirle todo esto pero es mi deber informarle que simplemente no creo que la bebé sobreviva después de la semana treinta y ocho.-Lo siento Miranda, y si no es la niña la que podría fallecer es usted con toda seguridad. -afirmó la médica seriamente quitándole el gel del vientre de Miranda.
Al oír todo eso, Miranda, aún confundida creyó que se trataba de algún desdichado síndrome, pensó que era la niña sería discapacitada o que traía su cerebro con alguna deficiencia tan grave que hasta la misma doctora afirmó que no viviría.
Antes de escuchar lo demás, Miranda salió indignada de aquel llenísimo y acalorado hospital, pues le hizo una rabieta a la doctora y no quiso saber más de la niña por el resto de su vida.
—Miranda, pero hay esperanzas.—Es decir, lo que tiene es una insufiencia c... —decía la doctora nerviosamente.
—¡¡No!!—No quiero volver a saber de este engendro, desde aquí y para siempre nunca más volverá a ser mi hija.—Es completamente asqueroso y absurdamente vergonzozo que traiga su cerebro mal.—¿Qué será de ella sin mi presencia de por vida?—Yo no andaré tras ella tratando de hacer que coma como cualquier niña o que juegue muñecas completamente inmóvil hacia la pared.—¡¡No la quieroooo!!—Me largo de aquí. —gritó Miranda muy pero muy alterada un tanto agitada.
—¿Ehh?—¿Su cerebro?—Miranda deténgase.—Su hija no... —gritaba también la doctora tratando de alcanzar a Miranda, sin embargo, fue completamente imposible lograrlo.
Lo que Miranda no quiso escuchar fue lo más importante de todo, pues en realidad, su bebita no traía ninguna deficiencia cerebral o algo parecido, la verdadera enfermedad de la bebita era que su corazoncito venía con una muy grave insuficiencia, pues debido a todas las emociones de Miranda durante el embarazo habían afectado directamente a la pobre niña.
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Proceso para destruir mi alma©
Não FicçãoEsta historia es para reflexionar acerca de las muchas cosas que pasan en nuestras vidas y no les tomamos la suficiente importancia. ¿Cómo una persona puede influir en nuestra vida hasta hacernos miserables? O por el otro lado, ¿Cómo la persona que...