Capítulo 5

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Creo que todo niño en la parte trasera de la cabeza, en la espalda o en la cola tiene una puerta secreta o alguna especie de pasadizo " ¿Como le vas a pegar a tu compañerita del colegio?!!!! Ahora vas a ver, vas a entender que eso no se hace!!!" y estas puertas secretas, son el lugar o el medio por donde  entran las enseñanzas de nuestras madres a nuestros cuerpos, y para poder abrir este tipo de puerta existen llaves, llaves mágicas que solo las madres saben utilizar. Estas llaves pueden adoptar distintas formas físicas, pueden tener forma de chancleta, cinturón o  forma de mano... Algunas madres son creativas, ingeniosas, "Olímpicas" toman lo que tienen a su alcance, como si estuviese por realizar un "Lanzamiento de bala" en un estadio repleto de personas, jugándo ese último tiro por la medalla de oro, gira sobre si misma, varias veces, lanza el elemento contundente apuntado en dirección al niño y al grito de "¡¡¡Vas a ver cuando te agarre!!!" queda expectante siguiendo con la vista el lanzamiento realizado, el niño cual gacela huye aerodinámica - mente, ágil-mente, haciendo movimientos en pleno escape de derecha a izquierda, utilizando todo tipo de artilugio para que esa llave no abra la puerta.

Mi madre era de ese estilo de madre, a la antigua, pedagogía Cero, al pan, pan y al vino, vino, o te portas bien, o te portas bien, no había opciones, no había grises ni punto medio... y cuando me mandaba una "macana", Agarrateeee... Mientras te daba el chancletazo en la espalda se la escuchaba decir "¡¡¡Eso no se hace ¿Entendiste?!!!" Que mierda... ¿Pretendía que le responda? por suerte esta metodología de a medida que fueron pasando los años y fui creciendo la dejo de utilizar... Recuerdo la última vez que la utilizó fue cuando me dijo mientras la chancleta pegaba en mi espalda "¡¡¡¿Como te vas a casar!!!???"

No mentira... mi vieja fue como cualquier madre, dentro de los parámetros normales correspondiente a la definición de la palabra mamá, o sea una mamá normal, de esas incondicionales, siempre acompañando a sus hijos en lo que sea y como sea, procurando el bien de nosotros y dejando a nuestro alcance esos valores, tan importantes... esos buenos valores que sirven para andar en la vida, a pesar que de vez en cuando, cuando no hacia las tareas me reventaba en la cabeza algún sachet de leche.

  6 años tenía cuando nos mudamos a la casa de la calle Lanús en Morón. Donde hoy es el comedor era la única pieza que tenía la casa, pegada a esta el baño y un pequeño pasillo que conectaba la pieza con la cocina. Donde hoy están las piezas era una galería, en aquella época el ritual al despertar era:  antes de las 6 de la mañana se levantaba mi papá, quien trabajaba en la construcción, era albañil, preparaba el mate y se venía para la pieza a tomar unos mates con mi mamá, mientras escuchábamos la radio que vociferaba a los cuatro vientos como "Estábamos ganando la guerra de Malvinas" (leer con sarcasmo), a las 7 mi papá se iba a trabajar, mi vieja encendía la tele, blanco y negro marca acme,  mi hermana Carina, mi mamá y yo nos quedábamos en la cama mirando el noticiero de canal 7, atc,  cuyo nombre era "de 7 a 8". A las ocho de la mañana nos levantábamos y mi mamá ponía la radio en la cocina, sintonizaba una radio uruguaya de Montevideo que tenía alcance hasta Buenos Aires la cual siempre pasaban las mismas canciones, o al menos así lo recuerdo yo, uno de esos temas era "Hoy puede ser un Gran día" de Serrat. Y así era, se vivía el día como un gran día, se vivía la niñez como un gran día. Mientras escuchaba esta canción salía al patio que teníamos en el fondo, era una forma de decir patio, en verdad era un terreno cubierto totalmente de pasto bien verde y con un hermoso colorido que adornaban las plantas de durazno, naranja, limón y ciruela que ya existían cuando mi viejo compró el terreno y las cuales él cuidaba con mucha dedicación. Al final del terreno había un gallinero, lo primero que hacía por la mañana cuando salía al patio era ver si las gallinas habían puesto huevos. 

Por las mañanas, para jugar, tenía un compañero incansable, Halcón lo habíamos bautizado, era un perro petiso, blanco con manchas negras o negro con manchas blancas, como les guste mas, era una cruza entre pequinés y perro callejero, mal humorado, patas cortas, no era un perro de exposición... pero era mi perro y era super inteligente. ¿Les dije que vivía en la calle Lanús entre Santa Catalina y Cucha Cucha? cuando yo le decía a Halcón "¡Vaya a la cucha! ¡cucha cucha, Vamos!!" el perro se iba a la esquina... no mentira, no era tan inteligente pero fue mi compañero de la infancia, jugamos y compartimos momentos, mágicos e inolvidables. Esos momentos que solo te puede brindar una mascota y que todo niño debería vivir, debería ser una ley mundial que todo niño tenga una mascota. 

En mi infancia mi mamá fue una madre sobre protectora, era ama de casa y dedicaba gran parte del día a mi hermana y a mi. Siempre estuvimos bajo el ala de ella, lo cual sería un punto importante para re ver, ya que los niños  a medida que van creciendo, deben ser controlados y se les debe marcar las pautas o límites, por otro lado también, se les debe brindar cariño, afecto, comprensión, contención, se los debe acompañar, se les debe decir te quiero, te amo, dar un abrazo, un beso y toda esas cosas que reconfortan y por mas que a un niño, a veces, le de pavor o vergüenza, no hay que dejar de hacerlo... La cuestión es no hacer estas cosas en exceso, por que el exceso de lo que sea, sofoca, hace colapsa los sistemas, estresa y finalmente hace explotar al mas Gandhi. Consumir sal en nuestra vida es necesario, en su medida justa, pero si como un kilo de sal, me muero, el exceso no es bueno.

Este tipo de cuidado de parte de mi madre se fue extendiendo hacia mi adolescencia, mi casa siempre fue el punto de encuentro, para el Colo, para Sebas y para tantas otros personajes que se fueron sumando a lo largo de esta historia. ¿Por que era el punto de encuentro? simple, mi madre necesitaba tener una vista amplia de la gente que frecuentaba y que mejor manera que esta gente venga a casa.  

Sin darnos cuenta comenzamos a escribir nuestra historia, nuestra vida, surgieron miles de anécdotas, amistades, amores, risas, encuentros, desencuentros, abrazos, lágrimas, proyectos, música... 

Esa es la casa en la que me crié, la casa de la calle Lanús, pero no solo fue mi casa... para mucha gente, fue, es y será su segunda Casa.      

¿Y si te digo que te Amo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora