No más mentiras

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Voy a comenzar siendo sincero: me considero un tío bastante guapo.

No os lo toméis a mal. Que sea un pivón creído no me resta tanto encanto como creéis. Pero si no fuera verdad, no habría tenido éxito. Cuando tenía ocho años me llamaron de una agencia diciéndome que habían visto las fotografías del anuario del colegio y que querían que posara para ellos. Por supuesto estuve totalmente encantado, aunque... bueno, cuanto más crecía la pregunta: "¿Por qué cojones miraban mi anuario del colegio?" se hizo más frecuente.

En realidad no resultó gran cosa. Cuando se lo pregunté a la jefaza se rio de mí y me dijo que era porque su hija iba a la misma escuela que yo. Y entonces surgió la siguiente pregunta "¿Quién era esa niña?" En realidad no me importaba. Seamos sinceros. Esa chica fuera quien fuese no me iba importar demasiado. Pero... todo cambió un poco cuando descubrí que no solo iba a la misma escuela que yo, sino que también vivía muy cerca de mi.

¿Cómo de cerca? Hm... A ver que lo explique; a un paso de mi habitación. Sí, mi ventana daba justo contra la suya. Y las casas estaban tan juntas que lo único que podía ver cada mañana era el techo de su alcoba.

Me había mudado allí nada más cumplir los cinco años ¿Y cómo cojones no te diste cuenta de que esa niña vivía al lado en, lo menos, cuatro años? Bien, cuando la conocí en persona supe la respuesta. Era muy bajita. Tan bajita que no llegaba al alfeizar de la ventana a menos que se pusiera encima de su cama. Y además siempre estaba ocupada. Iba de un sitio a otro porque sus padres la había apuntado a un trillón y medio de actividades. Mientras que yo me pasaba el día vagueando en el sofá.

Y entonces ocurrió.

Fue el verano que yo cumplí diez años. Solía dormir con la ventana abierta y, sobre las dos de la mañana me despertó una voz. Cuando me asomé vi a la niña esa con los pies colgando hacia abajo, os juro que me di un susto de muerte, pensé que se quería suicidar, y cuando traté de hacerla "entrar en razón" se rio en mi cara. Yo, que había sido un buen niño y la intentaba ayudar, pues me quedé muy tocado. Y como me vio así pues me invitó a pasar a su habitación.

Tenía que admitir que no era una chica muy agraciada. Era gordita, usaba gafas de pasta grandes y siempre llevaba el pelo recogido en una coleta. Pero a pesar de eso, era una tía genial. Aquella noche hablamos muchísimo, no me acuerdo de nuestra conversación, pero me lo pasé divinamente. Y después comencé a ir todas las noches. Pasé casi el verano entero allí. Hacíamos muchas bromas, hablábamos sobre el colegio y sobre nuestras vidas. Y normalmente me quedaba a dormir allí sólo para ver la cara de sus viejos cada vez que entraban a la mañana siguiente en su habitación. Creo que comenzaron a odiarme mucho, pero me parecía muy gracioso. Aunque era ella quien luego se llevaba las broncas.

Fue uno de los mejores veranos de mi vida. Pero como todo lo bueno, se terminó.

No sé muy bien qué ocurrió después. Se juntaron muchas cosas. Con once años mi madre me dio permiso para hacerme piercings y a los de la compañía de modelaje les encantó. Pero no todo era blanco. La jefaza cayó enferma. Y la chica de la casa de al lado dejó de hablarme. Después murió, pero no tuve mucho tiempo porque tenía otras cosas que solucionar algo más privadas. Y bueno, todo cambio. Todas las noches se oían voces en la casa de los vecinos. Tenía once años y no sabía muy bien qué pasaba. Mi madre se ponía borracha con facilidad, de modo que tampoco se enteraba. Y seguí mi vida normal durante muchos años.

Creo que cada vez la chica de al lado me odiaba más. Digamos que, cuando vio que con quince años ya me había comenzado a tatuar, y que llevaba las orejas repletas de pendientes, se alejó más de mi. Pensé que era una guarra que juzgaba a las personas por su aspecto, debo admitir. Ella siempre fue muy perfecta, con su aspecto, con sus notas. Con todo.

Quizá no me di cuenta de más ¿Verdad Lía?

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