Camino

175 15 4
                                    


Jueves. Habríamos pasado la noche entera en aquel banco sentados de no ser porque el hermano de Hanes insistió en que debíamos irnos. Se había visto envuelto en algo que ni siquiera sabía de qué trataba, pero no había protestado de estar allí. Quizá era capaz de captar la atmósfera tensa que reinaba sobre nosotros. Pero al contrario que lo que podría parecer, él no fue ni mucho menos un aguafiestas. Parecía un tipo bastante agradable.

Para mentes curiosas diré que se llamaba Marco. Tenía un par de años más que nosotros y eso hacía que en cierto modo le respetásemos por ser mayor. Era moreno, pelo corto y rizado, cara agradable. No sé, alguien normal, guapo supongo. Parecía un hermano protector, porque a juzgar por la cara con la que miraba a Greg, sabía que algo pasaba entre él y Hanes.

Bueno, como iba diciendo, no nos quedamos allí. Marco y Hanes se ofrecieron para que Lía pasara la noche en su casa, y así fueron los primeros en desaparecer. No pudo ser más incómodo quedarme con mis cuatro amigos por primera vez en una semana. Hablé con Greg, quien me reprendió una y otra vez hasta quedar satisfecho. También Shao estuvo contándome cómo quizá las cosas serían a partir de ahora. Ignorantes todos que no sabíamos qué pasaría. Pero no pude cruzar una sola mirada con Jam sin sentir una mezcla entre pudor y recelo.

Aquel mismo día amanecí tumbado en un sillón que se me hacía ligeramente familiar. Greg y yo, habíamos acordado que sería un severa estupidez volver de nuevo a mi casa por si me encontraba al señor Anderson. No era como si yo le tuviera miedo o algo parecido; si le había ganado una vez, podía volver ha hacerlo. Y no llamaría a la policía porque sería una locura por su parte sabiendo que era él quien estaba agrediendo a su propia hija. De todo aquello se encargarían los servicios sociales. Pues tras todas aquellas cavilaciones, Greg me invitó a dormir a su casa y Jam nos llevó en el Cacharro junto a Shao.

Me enderecé aún sentado y me desperecé con un bostezo. Sus padres habían sido comprensivos cuando llegamos a las cuatro y media de la mañana hechos polvo. Posiblemente creían que me había metido en drogas o alcohol, pero ambos siempre habían sido unas personas bastante majas y me conocían desde hacía tiempo de modo que no me mirarían de mala manera de buenas a primeras.

-¡Yo qué sé si le gusta el sushi!

-¿No lo sabes?

-No, mamá...

-¿Y por qu...?

-¡Porque no, mujer, que no sé qué come cada día!

-Pero eres su amigo, deberías saberlo.

-¡Agh! ¡Pues no lo sé! ¡NO lo sé!

-Hazme el favor Gregory -dijo la buena mujer con tono serio. Tuve que reprimir una carcajada-; no me hables así ¿Queda claro?

-Sí, sí, cristalino -respondió entre dientes-.

-¿Sigue durmiendo?

-...Creo que sí -Greg se tranquilizó un poco más. Oí un silencio que no precedía nada bueno-.

-¿Qué pasó anoche, Greg? -Suspiró su madre- ¿Estáis metidos en algún lío?

-No, no. Te lo prometo -aseguró como si su madre no le creyera-, nosotros no. Pero... tenemos una amiga que no lo está pasando muy bien, y ayer fuimos a ayudarla.

-¿Se quería... suicidar?

Greg no respondió. Él no conocía tanto a Lía como para saber los detalles de todo. Ni siquiera yo. Pero de alguna manera intuía que no. Ella no querría, ni siquiera podría hacerlo. A pesar de que había aprendido a salvarla, seguía pensando que era bastante cobarde. Y aquello no era solo un pensamiento, se me hacía una realidad. Tenía carencia de carácter y aquello se notaba a la milla.

-Voy a ver si ya se ha despertado...

Oí sus pasos saliendo de la cocina. Cuando llegó al salón me miró con sorpresa antes de fruncir el ceño.

-¿Lo has oído? -Me encogí de hombros con indiferencia.. Greg hizo un gesto con la mano para que me apartase y se dejó caer a mi lado con un suspiro de resignación- Eres como un bulto molesto en mitad de mi sillón.

-Tú me invitaste a dormir aquí.

-Solo porque ayer no fuiste tan imbécil como de costumbre. Si no dormías en el escalón de la entrada.

Sonreí con picardía y me volví a recostar. Encendió la televisión como si no me encontrara allí, pero parece que las ganas de meterse conmigo eran más fuertes que las de ver a cuatro papanatas hablado de chorradas. Me miró algo molesto.

-¿Realmente tienes por costumbre dormir hasta las cuatro de la tarde todos los santos días?

-Bueno -me defendí- cuando estuvisteis en mi casa estaba enfermo y ayer me cansé mucho. Ser un héroe no es algo fácil.

-Un héroe dice -resopló, pero conseguí que una sonrisa de dibujara en su rostro-.

Entonces me paré a pensar. Se me estaba olvidando algo. Algo importante. Miré el reloj digital que descansaba al lado de la televisión y lo comprendí todo. Greg había dicho que me había levantado a las cuatro. Pero no solo eran las cuatro, eran casi las cinco. Y aquello estaba mal, muy mal. Todo llegó a mi mente de pronto. Había quedado con Ann a las seis para cenar en su casa. Tenía poco más de una hora para ir a mi casa cambiarme y avisar a mi madre.

-Mierda -murmuré levantándome de pronto. Greg me observó en silencio recorrer su salón buscando mis zapatillas. Entonces caí en la cuenta de que no tenía la cartera y me volví hacia él, apurado-. Tú, necesito que me prestes dinero.

-¿Te vas ahora?

-Sí, había quedado a cenar con mi jefa y voy a llegar tarde como no me pire.

Me miró como si fuera imbécil. No se lo reprocharía; lo era y a mucha honra. Se levantó con cara de pocos amigos y de un cajón sacó cinco dólares que me tendió sin mucha emoción.

-Ya puedes llegar a tiempo.

Le agradecí hasta la saciedad y choqué mi puño con el suyo antes de acabar en la entrada. Me volví con una última sonrisa y dije en voz bien alta para que su madre me escuchara:

-Por cierto, sí me gusta el sushi.

Corrí hasta la parada más cercana de autobús y me subí en el primero que pasó. Por fin comprendí por qué a Shao y a Greg les molestaba ir a mi casa todos los viernes. Si se volvían a quejar por ello no se lo reprocharía. Había un muy largo trayecto porque sí, efectivamente vivíamos al otro lado de la ciudad, sin mencionar que también había un tráfico terrible por todas partes y autobús apenas avanzaba.

Me vi obligado a llamar a mi madre a mitad del trayecto para avisar de que teníamos que irnos. La noche anterior no había podido hablar con ella de ninguna manera posible, principalmente porque había estado durmiendo de las siete de la tarde a las tres de la mañana y el resto de la noche la había pasado fuera de casa. Pero ella tampoco me reprendió por eso. Al parecer se había levantado lo suficientemente tarde como para pensar que estaba en el instituto...

Aquella era otra razón por la que quizá los padres de Greg molaban. No nos habían dicho nada sobre ir al instituto. Supongo que les había impactado que Greg saliera de casa. Después de todo, para ellos era como un angelito que no ha roto un plato en su vida. Mentira todo, era el peor de los cuatro.

Cuando llegué a casa con los nervios crispados, agradecí en lo más profundo que mi madre estuviera casi vestida. Llamé a Ann para decir que íbamos a llegar un poco tarde, colgando antes de tiempo para que no me soltara una de sus charlas de segunda madre que tanto detestaba. Pero estaba bien. Todo estaba bien. Incluso aquella tarde sería mi despedida con Beth, y quizá aquello me ponía un poco desanimado. Pensar que se iba lejos cuando se había vuelto una persona importante para mí en apenas una semana.

Joder, qué equivocado estaba. Aquella tarde un montón de cosas comenzarían. Y mi vida tomaría un rumbo distinto al de siempre. Todo daría vueltas a partir de entonces. Y apenas faltaban un par de horas para que sucediera.


No más mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora