Capítulo 7: 10 preguntas

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Llevo metida en el baño como una hora, no he podido sacar este puto colorante, es súper difícil. No quiero que quede rastro, ya suficiente tuve con las burlas en el instituto y de los imbéciles de mis primos.

Luego de media hora más, logré sacar casi completamente lo azul de mi piel, aunque aún tenía rastros en mis brazos.

Estaba tumbada en mi cama como la floja que soy, revisando mi teléfono, Cuando alguien abre la puerta de golpe.

Chris entra como perro por su casa y se acuesta a mi lado. Lo miro enarcando una ceja.

—Primis, vamos a almorzar en la casa de Cárter, y te invitó también, así que quitate esa pijama y vístete decente.

—Já, mira quien habla, tu ropa parece de indigente.— me burle

—¡Oye! No insultes mi sexy atuendo — se levantó haciendo poses de diva. Solté una carcajada.

—Ya salte, me voy a vestir — lo corrí aún riendo.

Cuando estuve sola, tomé lo primero que encontré en mi armario, un pantalón de mezclilla y una blusa simple de tirantes.

Bajé y ya estaban los chicos esperándome.
En la casa de Cárter nos abrió su mamá, recibiendonos de forma muy cariñosa. Demasiado para mi gusto.

Cualquier tipo de cariño es demasiado para ti, eres como un cactus.

Si, lo soy, un cactus muy sexy.

Creo que tienes un concepto muy errado de la palabra sexy

—Pasen, pasen... Cárter está poniendo la mesa. — nos empujaba a entrar.

En el comedor estaba Mr Imbécil. Cuando nos vió puso una sonrisa de comercial y caminó hacia nosotros.

—¡¿Qué tal chicos?!— saludó a los chicos con el típico abrazo de hombres.

—¡Eider!— casi corrió hacia mi y me abrazó, cosa que me tomó desprevenida, tanto, que nisiquiera le correspondí, solo me quedé ahí parada recibiendo el incómodo apretón.

—Que bueno que sí viniste — la verdad es que esto es raro, hacía unas horas me odiaba y ahora me trata como si fuera mi amigo de toda la vida. Yo sólo sonreí incómoda.

Pasamos a sentarnos, mientras la Sra Anabella, terminaba de traer los platos. Todos comenzamos a comer mientras hacíamos alguno que otro halago a la cocinera.

Ya habíamos terminado el almuerzo y en este momento mis primos hablaban animadamente con la Sra Anabella, mientras yo estaba sentada aparte, aburrida al 100. Nunca fui muy conversadora. Cárter estaba metido en quien sabe donde, por lo que para escapar de aquel aburrimiento pedí permiso para usar el baño. La verdad nisiquiera quería ir, pero hasta el baño es más entretenido que esta conversación.

Entré y estuve allí mirandome al espejo como por cinco minutos, luego salí. Cuando estaba por llegar a la escalera alguien me tomó del brazo, no creo que haga falta decir con quien me topé al voltear.

—¡¿Puedes dejar de hacer eso Cárter?! —pregunté harta.

—Te dije que lograría hacerme tu amigo— cambió de tema.

—¿Y que quieres que haga? — mi tono sonó más brusco de lo que esperé, pero el seguía ahí parado mirandome con una sonrisa ladina. 

—Sigueme, vamos al patio. — no esperó respuesta y tiró de mi hasta la puerta trasera.

El patio era muy lindo a decir verdad, tenía un árbol floral en una esquina y por algún motivo unos columpios muy bonitos en el medio.

—¡Wou! Esto es muy lindo— comenté.

Mi Idiota Vecino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora