Capítulo 4: ¡Me las vas a pagar!

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Que vergüenza, me había descubierto espiando. Estoy segura que mi cara es de alguien en completo shock. Por suerte solo Caroline nos presta atención.

—¿Me viste?— fue lo único que mi shockeado cerebro procesó. De su parte sólo recibí una sonrisa burlona.

¡Tonta! lo hubieses negado.

—Pues, no estaba seguro de que eras tú, pero gracias por aclarar mis dudas. —me guiñó un ojo. ¡Me guiñó el maldito ojo! ¡Odio que hagan eso!  Lo fulminé con la mirada y volví la vista al frente para poner toda mi atención en la explicación de la clase. Mi concentración no duró mucho debido a que mi compañero de banco empezó a jugar con un mechón de mi cabello.
Lo dije antes y lo digo ahora; el chico es raro.

—Deja mi cabello chico raro, quien sabe donde han estado tus manos. — Dije dandole un golpe en la mano.

—¡Oye! ¿Raro? ¡Yo no soy raro!— se quejo.

—Noo para nada... Es muy normal que juegues con el pelo de un extraño. Para que te quede claro es sarcasmo.— me miraba con una sonrisa de lado, burlándose de mi. Bastardo.

—Tampoco es muy normal espiar a tus nuevos vecinos a las doce de la mañana ¿sabes?.

—Púdrete. Sólo quería saber qué era ese ruido, no te creas tan importante. — le informé con cara de póker.

—Sr. Mason, Srta. Parker, ¿tienen algo que quieran compartir con el resto de la clase?

—No profesor, es sólo que mi compañera no para de  interrumpir mi concentración. — El muy maldito acaba de acusarme, lo peor es que era el, ¡él es quien me interrumpió!

—Señorita, por favor deje a su compañero tranquilo.— el salón se llenó de murmullos y risitas que sólo me cabrearon más de lo que ya estaba. Le lancé una mirada cínica al sujeto a mi lado y me levanté de mi asiento dispuesta a humillarlo el doble.

—Disculpe profesor, pero mi compañero está mintiendo, el me estaba coqueteando descaradamente mientras yo trataba de prestar atención y su escapatoria al regaño fue lanzarme toda la culpa a mí.— Finalice orgullosa de mi misma.

—Yo lo oí todo, Eider dice la verdad —saltó mi amiga a apoyarme.

—Bien, parece que va a ser necesario citar a Mason a la oficina del director. — le lanzó una mirada de desaprobación al tal cárter y yo no pude más que sonreír orgullosa y mirarlo burlona mientras el me fulminaba con la mirada.

Si las miradas matarán, tu ya estarías muerta.

Ñah! Puedo vivir con eso.

La clase siguió su curso entre miradas de desagrado de parte de mi compañero de banco y explicaciones aburridas de mi queridísimo profesor, nótese mi sarcasmo.
Sonó la campana indicando la hora de ir a la cafetería, recogí mis cosas y jale del brazo de caro para salir lo más rápido que pude de ahí. No quería estar ni un minuto más cerca de ese intento de persona con el que compartía asiento.

—Sabes que ahora estás en boca de todos por haber tratado así al chico nuevo ¿verdad?— llevamos sentadas en silencio durante unos minutos, sólo comiendo en tranquilidad y armonía hasta que mi amiga tuvo que abrir su gran bocota.

—Si lo se, y me vale un reverendo pepino lo que digan, creí que ya lo sabías.

—Si, lo sé pero, es que hasta yo tengo ganas de darte tres cachetadas para que reacciones, ¡el tipo esta muuy guapo!.— me recriminó alargando la vocal de muy.

Giré los ojos —El muy idiota me humilló, no lo hiba a dejar salir impune. —contesté.

Noté que no me miraba, sino que lo hacía por arriba de mi hombro con la cara horrorizada. Me giré con una idea de quién podría estar detrás de mí.

Y sí, mis sospechas son ciertas, el idiota viene camino hacia nosotras cual toro en una corrida, por poco le sale humo por las orejas. Se me escapó una risita por la ridícula comparación que hice, lo que pareció haberlo enfurecido mas, acercándose a mi a paso más rápido.
Cuando estuvo frente a mí me miraba expectante, supongo en espera de una disculpa de mi parte. Mejor que espere sentado.

—Gracias a tí, chica zanahoria, me han citado con el director ¡¡Y Es Mi Primer día!!— me espetó visiblemente enojado.
Yo solo podía pensar en el hecho de que me haya llamado "chica zanahoria" odio que la gente haga burlas referentes a mi cabello rojo. Me Levante de golpe de la silla observándolo con una mirada igual, o más furiosa que la de él.

—Mira imbécil, primero, tu iniciaste con eso de acusarme, no es mi culpa que se te haya caído el numerito. Segundo, vuelves a llamarme "chica zanahoria" y vete olvidando de ser padre. Además quien te crees para tratarme así, la ofendida aquí soy yo, no tu. Mejor vete por donde viniste y piérdete.— me giré decidida a seguir con mi deliciosa hamburguesa, pero me encuentro con el montón de ojos puestos en mí, debido a la escena que acabo de hacer. Me miran asombrados, pues no soy de las que llaman mucho la atención, como ya lo dije. Supongo que les parece raro que yo la chica "tranquila" esté gritándole de esta manera al nuevo "Adonis" de la preparatoria.

Me senté de nuevo y de reojo observe como él seguía ahí, de píe mirandome como si se estuviera conteniendo de lanzarse hacia mi para golpearme.

—Respira Cárter, Respira, es una chica... Una horrible chica muy odiosa.

No puedo creer que el idiota siga ahí parado como un puto poste. 

—Esto te aseguro que no se queda así "chica zanahoria"— hizo énfasis en las últimas dos palabras. Estoy segura de que este imbécil va a ser un dolor de cabeza.

Me concentre en comer, pero me fue difícil con los constantes reclamos de caro. Al terminar De nuevo había que ir a clases. Todo transcurrió normal el resto del día. No me topé otra vez con Mr Imbécil (Por suerte) lo que siguió del día no ocurrió nada que valga la pena contar. Ahora Estaba parada justo en la entrada del edificio, esperando a la idiota de Caroline que tenía que ir a entregar un trabajo para poder irnos. Tengo diez minutos aquí parada. Si no sale en tres, me voy.

Cuando estaba dispuesta a irme alguien me tomó de la cintura y me dió la vuelta, (no es algo muy difícil de hacer debido a mi falta de masa corporal) quedando frente a frente con mi pesadilla desde hoy en la mañana.

—Te dije, que me las pagarías chica zanahoria. — estaba tan cerca que podía sentir su aliento. A diferencia de a otras chicas, esto se me hace repulsivo, no es que tenga mal aliento, es que simplemente, me molesta que esté invadiendo mi espacio personal

Tu y yo sabemos que mientes.

—Y yo te dije que te dejaría sin descendencia si me decías así de nuevo. —sin más que decir, impacte mi rodilla en su entrepierna, con toda la fuerza que pude acumular en el momento.

Su agarre se soltó y calló arrodillado sosteniendo la parte afectada. Sonreí victoriosa al verlo retorcerse en el suelo.
Pero que llorón, tampoco le dí tan duro.

—¡Me las vas a pagar!— fue lo último que oí antes de empezar a salir triunfante del lugar, pero como la mala suerte siempre está de mi lado, había una piedra en mi caminó con la que tropecé y casi caí como idiota arruinando mi salida triunfal.

Mi Idiota Vecino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora