C A P I T U L O 4

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"En un amante no hay risa que no se altere con llanto" - Sor Juana Inés de la cruz.

Desde que me enlisté como parte de la tripulación del Fortuna, había escuchado hablar entre susurros sobre isla traviesa. Todos los que navegaban por estas aguas vivían con el miedo y la emoción de ser los primeros en encontrar aquella isla exclusiva para los tratos de piratería.

Nadie fuera de la élite pirata (si es que le podíamos decir así a un grupo de ladrones y asesinos desalmados) había sido capaz de encontrar aquella isla y vivir para contarlo. 

- Dicen que nos mantendrán vivos y nos irán matando uno a uno. - susurró uno de los pocos sobrevivientes, nunca supe su nombre porque intentaba evitar contacto alguno con los miembros de la tripulación por miedo a ser descubierta. Mucho importaba eso ahora. - Nos abrirán en canal mientras seguimos vivos y nos sacaran los órganos para venderlos a sos médicos locos y sus experimentos.

Todos a nuestro alrededor, atados y cubiertos de sudor y sangre, se estremecieron y trataron de luchar contra las cuerdas que nos sujetaban. Yo ya me había rendido y decidí conservar mis fuerzas para buscar una mejor oportunidad de escapar. De nada me serviría liberarme aquí: en un barco en medio del mar plagado por piratas armados. Mejor esperar a estar en tierra firme, donde pudiera escapar y encontrar un arma con la que defenderme.

- Cállate. - mascullé molesta. Lo último que necesitaban estos pobres hombres era llenarse la cabeza de múltiples maneras en que podían  morir.

El hombre me fulminó con la mirada, sus ojos estaban inyectados en sangre al igual que su costado y antebrazos. Su camisa estaba algo rasgada pero cubría gran parte de su torso, cosa que la mujer en mi agradeció. No tenía ánimos de investigar cómo era el torso masculino, menos en condiciones como éstas.

- ¿No estas asustada? - inquirió - deberías, muchacha, puede que mi destino sea malo, pero el que te espera es lúgubre. - mi garganta se cerró por unos segundos intentando ignorar mi propio miedo luchando por salir a la superficie.

- Ese es mi problema, no tuyo.

- Bien dicho. - voltee la cabeza hacia la voz que había interrumpido nuestra pelea. El capitán estaba parado en todo su metro noventa con sus brazos flexionados y revelando una gran musculatura que me pareció francamente excesiva. Lo miré asqueada.

- No deberías escuchar las conversaciones ajenas, es rudo.

El capitán se mostró genuinamente  sorprendido y se toco el pecho con la mano en gesto de disculpa.

- Oh, lo siento. Creí haber  dejado claro que yo no era un caballero.

Lo miré como si pudiera matarlo con la mirada si me lo proponía.

- Créame, señor, ese hecho a quedado tajantemente claro.

Estaba segura que mi tono de voz frío hubiera sido suficiente para que cualquier otro hombre diera la conversación por zanjada, pero obviamente mi mala suerte impidió que el capitán fuera uno de ellos.

- ¿Cómo te dicen, muchacha? 

Le respondí con silencio y una mirada desafiante. Si iba a morir, no pensaba hacerlo como una mujer complaciente y sumisa, pensaba irme luchando. La sola idea de estar en  manos de estos animales vestidos como hombres me repugnaba.

El silencio se tensó y alargó, pero me negué a contestar. Los ojos azules del capitán se volvieron fríos como el acero, pero seguí sin hablar. Cuando él tomó el mango de su espada tuve que resistir el impulso de cerrar los ojos esperando mi destino.

Capturada Por Un Pirata •••COMPLETADA•••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora