XXIV

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Miro el cielo gris mientras estamos en el auto con rumbo al infierno. Ray va manejando y me lanza miradas fugaces por el retrovisor, las siento observarme pero yo trato de evitar el contacto visual con él. Por primera vez en mucho tiempo me siento con tanto asco de mí mismo que ni siquiera quiero que él mire mi desgracia.

Junto a mí está Thomas, su mirada fija en su enorme teléfono móvil. Tampoco lo quiero ver a él porque lo odio mucho y en verdad quisiera poder darle un buen golpe y salir corriendo de aquí.

— ¿Estás cansado?– Me pregunta sin quitarle la mirada a su tonto celular.

— Supongo.– No dejo de mirar el cielo aun cuando no hay estrellas y la luna está oculta, la verdad es que cualquier cosa que me distraiga de la realidad sirve.

Solo puedo pensar en el pobre de Gerard esperando a que vuelva, debe estar solo y triste y lleno de ansiedad... lo último que quisiera es que piense que me he ido dejándolo solo y me duele hasta el alma saber que las últimas palabras que escuché de él fueron un "vete".

Todo este asunto era una mierda, y se iba a poner peor mañana por la tarde cuando Lindsey llegue al departamento y se encuentre con un moribundo Gerard, solo pienso en que podría morirse sin su dosis; espero que no haga nada estúpido cómo romper la puerta y huir, o peor aún... matarse... diablos, no quería pensar en eso.

— Cuando lleguemos a casa podrás darte un baño y descansar,– Puedo sentir ese tono que tiene su voz, es arrogante y sé que si dice las cosas no es porque sí.– Pero antes tendrás que hacer tu maleta, claro.

— ¿Maleta?– Me giro para verle a los ojos y saber que no está bromeando.

— Oh, ¿no te lo dije?.– Se ríe como si no fuera importante.– ¿Recuerdas el viaje que hicimos a California hace algún tiempo?– ¿El maldito viaje en el que me dejó encerrado en el hotel? ¡Como olvidarlo!.– Pues después de muchos meses pude cerrar un negocio, nos vamos mañana.

— ¿Y cuánto durará el viaje?– Pregunto con miedo sin realmente querer escuchar la respuesta.

Él solo sonríe y yo sé lo que eso significa. Nos iremos de New York para siempre.

Mi mandíbula cae en sorpresa y solo puedo voltearme hacia Ray y preguntarle con la mirada si él sabía algo de esto... Y claro que lo sabía, todo el puto mundo sabía del plan de Thomas menos yo.

— ¿Quieres que me vaya contigo al otro lado del país?

— Sí, California es mucho mejor que New York, tiene mejor clima y acabo de comprar una casa más grande que la que tenemos aquí.

— No me quiero ir.– Le informó cruzándome de brazos y él suelta una risotada.

— Eres mío, Frank. Tú solo obedeces lo que yo digo y punto.– Jamás me había quejado de las decisiones que tomaba Thomas, pero ahora había cruzado el jodido límite, él sólo quería llevarme como si fuera una mascota.– Te va a encantar la nueva casa, tiene un patio gigante y un cuarto de entretenimiento, así no tendrás que salir jamás de la propiedad.

— ¿Ahora piensas mantenerme encerrado en ese lugar?

— El exterior no es bueno para ti, mira lo que pasó.– Toma mi mejilla y la pellizca como las abuelas lo hacen con sus nietos.

— ¿Te das cuenta que tan despreciable tienes que ser para que tengas que encerrar a las personas cerca de ti y así no huyan del monstruo que eres?– Lo siguiente que siento es una bofetada en el rostro, tan fuerte que incluso puedo escuchar el eco.

— No quería ser rudo contigo, pero aveces te mereces que te pongan en su lugar.

Después de eso Thomas vuelve a su celular y yo me quedo en silencio mientras vuelvo a posar mis ojos sobre el sucio cristal del auto deseando poder regresar el tiempo y jamás haber conocido a Gerard. No porque no quiera sino porque así le hubiera evitado mucho dolor, a él y a mí...

Solo desearía poder hablar con Gerard una vez más y decirle que lo siento, que merece a alguien mejor, a alguien que cambie su vida y lo saque de todos esos hoyos en los que yo solo lo hundí más.

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— Despierta.– Escucho la voz de Thomas retumbar en mi oído y seguido a eso siento como su pesada mano sacude mi cuerpo.– Vamos, Frank. No seas holgazán.

— ¿Qué mierda quieres?– Le pregunto cerrando con más fuerza mis ojos, negándome totalmente a salir de la camay afrontar la realidad.

— Tenemos que irnos, apresúrate.– Abro los ojos de mala gana y miro el reloj que cuelga de la pared, marca las nueve de la mañana.

— Pensé que el vuelo salía al medio día.– Le reclamó picándome un ojo con el dorso de la mano, entonces para cuando me siento en la cama y la luz del sol ya no me molesta puedo ver que en su rostro trae dibujada una sonrisa.

— Más vale estar temprano en el aeropuerto.– Su buen humor me llena de ira, le verdad aún estoy planeando la manera de poder librarme de esto.

— Como digas.– Thomas abandona mi cuarto y finalmente puedo levantarme y darme un baño.

Cuando he terminado voy a la cocina arrastrando los pies, vestido con lo primero que encontré en el armario y el cabello hecho un desastre. Solo busco un poco de café para mantenerme vivo el resto del día porque será bastante largo. Ni siquiera quiero pensar en lo agotador que será el viaje.

Cuando entro a la cocina me encuentro con Raymond parado frente a la estufa preparando café, voltea para verme y me sonríe en forma de saludo y yo le correspondo sentándome en la mesa.

— Te preparé café, creí que lo necesitarías.– Como siempre Ray es un ángel que Dios me ha enviado para redimirse de la asquerosa vida que me ha tocado vivir.

Se acerca a mi con la jarra del café caliente y la pone en la mesa, huele delicioso y aún cuando la taza humea como el infierno me bebo todo el líquido de un sorbo. Esta delicioso y casi puedo compararlo con los deliciosos cafés que Gerard solía prepararme en las mañanas... claro, antes de que se volviera un adicto y ya no pueda ni siquiera pararse por su cuenta.

Dios! Tengo que dejar de pensar en él.

— ¿Está todo bien?– Pregunta mirándome con preocupación, de seguro mi cara es una mierda.

— Si.– Susurro y me concentro en los restos de café que se han quedado en el fondo de la taza.

Ray asiente ligeramente y camina lejos de la cocina, pero antes de que se vaya le digo algo que lo detiene en seco.

— Ayúdame.– Es casi un murmullo y me sorprende que lo haya escuchado de todas formas.

— Lo siento, Frank.– Me responde muy bajo desde donde está, si Thomas nos escucha nos tirará el café caliente en el rostro a ambos.

— Tienes que decirle.– Levanto el rostro y Ray me mira con mucha pena, como si fuera un cachorro golpeado o algo así, pero cuando niega con la cabeza se me parte el corazón.– Por favor.– Solo lo miro mientras se muerde el labio indeciso.– Te necesito.– Es el único argumento que tengo a mi favor, es la verdad y es todo lo que puedo decir... Incluso siento como las lágrimas se acumulan en mis ojos porque esta es probablemente la última oportunidad que tengo.

Raymond toma una servilleta y saca un bolígrafo de su bolsillo, rápidamente anota un número telefónico y me extiende el papel.

— Llama...– me dice muy bajo, casi en un susurro.– cuando seas libre.

No sabía que significaba eso pero de todas formas guardé la servilleta en mi bolsillo.

Raymond abre la boca para decir algo más pero en ese momento Thomas entra a la habitación y puedo ver cómo su cuerpo entero se tensa.

— ¿Nos vamos?– Pregunta y yo asiento.

Supongo que esto es todo.

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Heavy Dirty Soul |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora