XVIII

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Trato de no parecer nervioso pero la verdad es que bien podría desmayarme en ese mismo segundo.

— ¿Como estás?– Me pregunta como si nada, como si no supiera que me estoy muriendo por dentro, como si no me hubiera follado y dejado de lado como si nada.

— Estoy muy bien.– Se sienta frente a mi y una parte de mi quisiera golpearle en la cara, pero mi otra mitad solo quisiera comerle la boca a besos.

— ¿Estas seguro?

— ¿Por qué te importa? – Sus ojos se abren con sorpresa y después un suspiro se escapa de sus labios.

— Tu me importas, Frank.

— ¿Por qué?– Por la confusión en su cara puedo notar que no esperaba esa respuesta de mi parte.– Si solo soy uno de los tantos estudiantes a los que te coges. ¿Que me hace especial?

— No te atrevas a decir esas cosas de mi.

— ¿Qué? – Sentía mi cara arder y mis ojos cristalizarse por las lágrimas.– ¿No te acostaste con Jamia después de verla desnuda?

— Claro que no.

— Bravo.– Le aplaudo sarcásticamente y me rio por lo alto.– Eres un gran actor, pero ¿sabes que? Sin duda tu mayor actuación fue cuando fingiste interés en mi para que terminara en tu cama.

— ¡Basta!– Se levanta de la silla furioso y me mira directo a los ojos.

Jamás los había visto en ese estado, y aún cuando creí que podría golpearme le mantuve la mirada firme.

— ¿Piensas que sabes mucho de mi? Pues no sabes nada.– Su tono de voz empezó a elevarse y ciertamente, por mucho que pensé amarlo, no iba a soportar eso.

— Conozco a los de tu clase, no te importé ni por un segundo, pero no te preocupes, tú tampoco me importabas a mi.– Su gesto se suaviza rápidamente hasta formar una mueca en su rostro, podría jurar que algo se rompió dentro de él.– Solo era sexo ¿recuerdas?

— Cállate, Frank.

— ¿O es que pensabas que yo planeaba quedarme contigo? Pff.– Me rio fingiendo que mis propias palabras no me afectan, pero la verdad es que me queman por dentro.

— Cállate.– Vuelve a decir pero ahora parece una súplica.

— ¿Quedarme con un drogadicto? No lo creo, ¿que me puedes ofrecer tu? Al menos Thomas me da su dinero.

— Frank...

— Mírate.– Le señalo mientras lo miro con desprecio– Eres un maldito perdedor sin futuro, me das asco.– Quien hablaba no era yo, era un Frank herido que se refugiaba bajo toneladas de sarcasmo y palabras hirientes, pero tan pronto como toda esa bomba de rencor explotó y mis palabras salieron a la luz me arrepentí, pero ya era muy tarde.

— ¡Cállate!.– Gerard se abalanza contra mi por sobre su escritorio y me toma por el cuello.

Aquellas manos que alguna vez me acariciaron y curaron mis heridas estaban ahora apretando mi cuello con fuerza, dejándome sin respiración poco a poco.

— Suéltame.– Le digo con el poco aliento que tengo, tratando de soltarme de su agarre pero es imposible, Gerard es mucho más fuerte que yo.

— Para Thomas solo eres un saco de boxeo con el que puede coger cada que quiere.– Una vena palpitante se le asoma por el cuello, está realmente furioso.– ¿Cómo puedes mirarte al espejo cada mañana y no sentir asco de ti mismo?– Pregunta mientras sus pesadas manos se cierran cada vez más sobre mi cuello.

— Gerard,– Suplico casi sin aliento.– No puedo... No...

— ¿No es esto lo que quieres? Yo también te puedo golpear, no necesitas al idiota de Thomas.– Las lágrimas se me salen de los ojos, es solo cuestión de unos minutos para que Gerard me mate.– Puedo romperte esa linda carita que tienes, ¿es eso lo que quieres?

— Gerard... Por-fa-vor– El miedo recorre mi cuerpo y la imagen de Gerard y todo lo que está a mi alrededor se vuelve borrosa.

Justo antes de exhalar mi último aliento dejo de sentir la presión sobre mi cuello, tomo grandes bocanadas de aire y empiezo a llorar instintivamente.

Poco a poco recobro todos mis sentidos y cuando lo hago no puedo evitar buscarlo por la habitación.

Está sollozando en una de las esquinas de su oficina, su pecho se mueve de arriba hacia abajo y sus ojos parecen idos, aquellos ojos que alguna vez fueron como el cielo para mi ahora estaban vacíos, consumidos por la locura y la ira... pero... ¿podría culparlo?

— Vete, Gerard.– Le digo mientras camino hasta la puerta de su oficina.– Vete lejos y no vuelvas.

Salgo de ahí lo antes posible, antes de que recupere la cordura, antes de que diga algo que me haga odiarle más.

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— Tienes que ayudarme.– Le digo en forma de súplica y lo único que obtengo como respuesta es una mirada de desaprobación.– Si Thomas se entera...

— Espera.– Me detiene en seco cuando las palabras salen de mi boca.– ¿Me estas diciendo que esto no te lo ha hecho él?.– Me pregunta mientras con sus manos inspecciona el color purpura de mi piel.– ¿Quien diablos fue?

Me siento avergonzado de mi mismo, ¿cómo puedo explicarle a Raymond que me he enamorado de alguien igual de mierda que Thomas?

Aún cuando guardo silencio él sabe perfectamente lo que ha pasado, a pesar de todo me conoce más que bien.

— ¿El sujeto del departamento en el centro?– Asiento tímido mientras él unta una crema sobre mis moretones.– No puedes seguir con esto.

— Lo sé.

— Puedes quedarte aquí,.– Me sonríe tiernamente mientras se levanta del sofá; la verdad es que Ray ha sido la única figura paterna que he tenido en mi vida y estoy muy agradecido por eso.– Tienes suerte de que Thomas este fuera de la ciudad, espero que para cuando él vuelva no queden marcas.

— Gracias, Raymond.

— Ten cuidado, Frank.– Es lo último que le escuchó decir antes de que desaparezca por el umbral de la puerta.

Sus palabras parecen hacer eco en mi cabeza pero a decir verdad no puedo evitar meterme a mi mismo en situaciones que amenacen mi integridad e incluso mi vida, es como si fuera adictivo a la destrucción, y ¿como no serlo? Si es lo único que ha sido constante en mi vida, es lo único que conozco.

Quisiera poder deslindarme de todo y fingir que este capítulo ya se acabo, es claro que Gerard y yo no vamos a volver jamás, no después de lo que ha pasado... pero aún así no puedo evitar pensar en él... quiero recordarlo como el hombre al que algún día ame, aquel que me cuidaba y se preocupaba por mi, no como el errático sujeto que intentó matarme, con sus ojos desorbitados e hinchados.

Odio pensar que lo he destruido, y que en el proceso me destruí a mi mismo también... tal vez fui un idiota por dejar que mi boca actúe primero que mi cabeza, tal vez debí dejarlo hablar, ver qué tenía que decir.

Creo que ya es muy tarde para el arrepentimiento.

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Heavy Dirty Soul |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora