XXII

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Cuando el efecto de las drogas pasó llegó la somnolencia, horas de ver a Gerard tumbado en la cama durmiendo y nada más, después de eso vino la ansiedad, cuando por fin despertó tenía en sus ojos una mirada inquieta, sus manos temblaban involuntariamente y el apetito se había ido.

Creo que fui muy ingenuo al creer que cuando el efecto desapareciera las malditas drogas me devolverían al Gerard que conocí, pero la verdad era otra, ahora él se había dejado consumir por los vicios y ya no podía controlarlo, aún cuando él mismo quisiera convencerse de lo contrario.

Puedo controlarlo.– le podías escuchar murmurar una y otra vez tras inyectarse o inhalar... La situación se había vuelto insostenible.

Lo mejor hubiera sido llevarlo a terapia, pero Gerard había dejado su trabajo y descubrí que vendió las pinturas que preparaba para la exposición para comprar más droga; yo no era de mucha ayuda pues salí de la casa de Thomas tal como llegue un día, sin un centavo o tan siquiera ropa.

No había comida, calefacción ni dinero para las adicciones de Gerard, lo cual le afectaba más que nada pues la abstinencia se lo comía vivo.

Vivir juntos no fue para nada un cuento de hadas, mi príncipe azul era un adicto y yo era una cenicienta sin hada madrina; pero no iba a quedarme de brazos cruzados mientras Gerard agonizaba así que llame a Lindsey, quien al escuchar la situación en la que estábamos no dudo ni un segundo en venir a ayudar, sin duda ella fue mi hada madrina, pues me salvo la vida cuando un día trajo unas mudadas de ropa que le pertenecían a su hermano menor, fue un alivio no tener que usar mas la enorme y olorosa ropa de Gerard.

— Sus dosis deben disminuir, ¿entiendes? No le podemos quitar la droga así nada más, debe ser un proceso.– Ella me explica con paciencia mientras me ayuda a limpiar el desorden de la sala, Gerard duerme en su habitación como un tronco.

— Sé que buscan de un mesero en un café a unas calles de aquí,– Le explico mientras nos sentamos uno junto al otro en el sofá.– podría conseguir el trabajo pero...

— No lo podemos dejar solo.– Ella concluye y ambos dejamos salir un suspiro en señal de frustración.– Si tan solo Mikey lo hubiera convencido.– Lindsey dice en un murmuro pero no puedo evitar recordar ese nombre.

— ¿Uhm?

— Mikey,– explica ella y de pronto algo hace click es su cabeza.– Oh si, verás, el rubio con el que se veía Gerard, ¿recuerdas?.– Asiento y no puedo evitar sentir mis mejillas ruborizarse.– Es su hermano.

Había hecho todo ese drama por nada, ¿su hermano? ¿Por qué Gerard no pudo decir eso desde un principio?

Ahora me sentía tan tonto.

Estaba teniendo una pelea interna conmigo mismo, me sentía más avergonzado que hace un momento, y a Lindsey le pareció gracioso de alguna forma mi reacción, al final terminé riéndome yo también pero era por los nervios... creo que en un momento tan podrido como este solo nos quedaba la risa.

Lindsey me abrazo fuerte, y me prometió que todo estaría bien, me prometió que me ayudaría con Gerard en todo lo que pudiera, después de todo él era su mejor amigo, mientras que yo me comprometí a conseguir el trabajo en la cafetería.

Juntos íbamos a curar a Gerard, o al menos eso creíamos.

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— ¿Quieres calmarte, por favor?– Extiendo mis manos en un intento de tomarle por los hombros y hacer que me escuche, pero al final no me atrevo a tocarlo porque tengo miedo a su reacción.

— Necesito más.– Dice desesperado mientras abre todos y cada uno de los cajones de la alacena.– Necesito más.– Repite como si no lo hubiera escuchado la primera vez.

— No puedo darte más, eso es todo lo de hoy.

Aveces había días buenos y aveces había días malos... lo curioso es que nunca sabias con que Gerard ibas a lidiar hoy.

En ocasiones era tranquilo, y aún cuando estaba frustrado por la disminución de su dosis él entendía y solo se quedaba dormido mientras yo iba a trabajar; pero aveces era el Gerard errático y violento que no paraba hasta conseguir más y más droga.

Creo que está tarde me ha tocado el último.

— Por favor.– Le suplico, quiero que se calme, pues en diez minutos tengo que irme a cubrir mi turno en la cafetería, Lindsey no podia venir hoy así que Gerard debía quedarse solo; era necesario calmarlo y ponerlo a dormir antes de irme.

— Te odio.– Me grita con lágrimas en los ojos.

Es triste saber que he escuchado esas palabras salir de su boca miles de veces en los últimos dos meses; las escuchaba más seguido que un 'Gracias' o que un 'buenos días'.

— Te odio,– Me repite y yo me quedo en mitad de la cocina esperando a que su rabieta termine.– Eres un hijo de puta.– Puedo verlo en sus ojos, quiere golpearme, pero finalmente no lo hace.

Cuando está limpio es más consiente de sus actos y trata lo más que puede no ser violento, lo penoso es que sus palabras duelen más que cualquier golpe.

— ¿Ya te vas a la cama?– Pasa junto a mi y abandona la cocina, no me responde así que lo sigo para ver qué va a hacer.

Se sienta sobre el sofá y lo veo temblar mientras sus manos acarician su pálida cara.

Esta no era la vida que esperaba tener, pero era la que había elegido, yo amaba a Gerard y no descansaría hasta verlo salir de este maldito hoyo en el que se encontraba... Sonaba horrible pero ahora este era mi motivo para seguir con vida, por primera vez tenía un propósito, jamás antes había tenido una motivación pero ahora, ahí estaba Gerard, y sabía que la recompensa iba a ser nuestro felices para siempre.

— Me voy, Gerard– Le digo mientras aprieto las llaves en mis manos, no quiero irme pero tengo que hacerlo para poder pagar las cuentas.– Te amo.

— Lárgate.– Me dice mientras se recuesta en el sofá en posición fetal, abrazando sus rodillas contra su pecho.

— Volveré en la noche, trata de dormir ¿si?

— ¡Vete!– Me grita y con eso salgo del departamento.

Afuera, en el pasillo, cuando finalmente estoy solo suelto un sollozo que tenía guardado desde hace mucho, giro la llave dos veces y dejó la casa segura para que nadie pueda entrar y más importante que nadie pueda salir.

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El turno de la noche era el peor, pues dejar a Gerard solo a estas horas no era bueno, su ansiedad crecía y cuando volvía a casa solía estar metido en la bañera temblando.

Pero ahora estaba libre, era muy noche y no había nadie por las calles ya, en una mano las llaves del departamento y en otra una funda de papel que contiene dos donas de chocolate, una para mi y otra para Gerard, aún cuando su apetito ya no era el de antes no podía resistirse a las donas con chispitas; aveces actuaba como un niño y eso me llenaba de ternura.

Sonrío muy grande solo de pensar que lo veré pronto, que podremos dormir juntos y lo abrazaré tan fuerte que ahuyentaré sus demonios.

Estaba tan concentrado en mis pensamientos que no me di cuenta de que me estaban siguiendo hasta que fue muy tarde; una camioneta negra se detuvo frente a mi justo cuando iba a cruzar la calle para llegar al edificio, dos hombres grandes con sus cabezas enfundadas en gorras de algodón salieron desde dentro, antes de poder reaccionar mi cabeza ya estaba metida en alguna clase de bolsa de tela color negra, mis manos atadas a mi espalda para no poder moverlas y mi boca tapada ahogando mis gritos.

— Vámonos.– Dice uno de ellos cuando logran meterme a la camioneta.

Mi cuerpo no paraba de temblar.

Mis ojos llenos de lágrimas sin saber que había pasado.

La funda de donas tirada en el suelo frente al edificio.

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Heavy Dirty Soul |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora