[6] Eric

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- ¿Hay algún avance?

- Oh, buenas tardes. No lo había oído entrar.

- Buenas, sí. No eluda mi pregunta, doctor. ¿Hay algún avance?

Eric tragó saliva y se armó de valor para dirigirse al agente. Siempre se había considerado un tipo con entereza, que mantenía sus emociones bajo control, pero aquel hombre lo ponía realmente nervioso.

- Bueno, aún estamos realizando pruebas. Tenemos que comparar los efectos de las distintas inyecciones, ajustar las dosis, monitorizar las reacciones del sujeto y tomar muestras para...

- No me haga perder el tiempo, doctor.

Eric calló tras la interrupción del agente del gobierno. Este, desde sus titánicas alturas, observaba la sala en la que se encontraban ellos y algunos trabajadores más. La estancia había sido sellada y su acceso había sido restringido a unos pocos científicos y personalidades con renombre. Aquellos autorizados para entrar en ella, podían observar desde una posición segura lo que ocurría tras el cristal blindado.

Dos médicos cubiertos por trajes aislantes trataban de estabilizar al paciente, que estaba siendo víctima de un nuevo ataque de convulsiones, tras recibir en su organismo la última sustancia que habían creado. Al ver que las convulsiones eran cada vez más violentas y la camilla a la que lo mantenían atado se movía con él, la doctora de su izquierda le suministró una sustancia que anulaba a la anterior. En su día probaron con calmantes de distinto tipo, pero estos no surtieron ningún efecto en el hombre. Aunque, ¿Se le podía seguir llamando así? ¿Hombre? ¿Cuánto quedaba de humano en él?

No había mucho más que pudieran hacer. Los numerosos sueros que habían ideado en busca de un antídoto no habían cambiado el estado del sujeto, y las hipótesis de los investigadores acerca de cómo acabar con el virus llegaban a su fin; así como la paciencia de "los trajeados" (así los llamaba Eric), que presionaban al equipo cada vez más.

<< Todo por una maldita rata. Una rata callejera cualquiera. Dios... Hay millones de ratas en el mundo... Tenemos que encontrar una solución, porque si el virus se extiende, estamos perdidos >>.

Eric sabía que el que estaban tratando no era el único caso. No podía serlo. Los medios de comunicación habían suavizado los hechos, como siempre. Dijeron que el hombre había muerto, y fin de la historia. La realidad resultaba mucho más inquietante. Aunque no podía decirse que los medios hubieran mentido deliberadamente. Ni siquiera el propio Eric, a la cabeza de aquella investigación, tenía noticia de cómo había llegado su paciente a los laboratorios, desde el depósito de cadáveres. Sí sabía que el sujeto, un hombre corriente, había despertado días después de haber muerto, había resucitado (si es que realmente estaba vivo), y lo había hecho con un comportamiento propio del peor de los psicópatas. Pero aún era peor que aquello, puesto que los psicópatas son personas de gran intelecto y mente retorcida, que planean horribles atrocidades y las llevan a cabo. Su caso era distinto. Aquella... cosa, no actuaba por inteligencia, sino por instinto; un único instinto: el de alimentarse. Aunque resultaba extraño, ya que su corazón no latía y los encefalogramas no mostraban ninguna actividad cerebral. Tenía el cerebro apagado. Tan muerto como el resto de su cuerpo. Un muerto no puede tener pensamientos cruentos.

El trajeado interrumpió el hilo de los pensamientos de Eric.

- Encuentren un antídoto, y háganlo pronto - dijo, de manera hostil. Y tan discreto como llegó, se fue.

Eric observó en silencio unos minutos más, y, decaído, se marchó. Debido a su alto cargo en el laboratorio pudo tomarse el resto de la tarde libre. De este modo podría seguir trabajando en sus sueros desde la comodidad de su casa, qué, a pesar de encontrarse bastante vacía ya que su propietario apenas paraba por allí, siempre era menos estresante que su lugar de trabajo. Tomó prestado uno de los tubos de ensayo que contenía sangre del paciente, como ya venía haciendo con otras muestras de tejido, pero procuró no informar a nadie de ello. Aunque tenía acceso a dichas muestras, sus compañeros y subordinados no verían con buenos ojos que experimentase por su cuenta. Lo hubieran achacado a su edad. Solían decirle que era demasiado entusiasta, que se implicaba demasiado en su trabajo y que con los años aprendería a separarlo de su vida personal. Pero Eric no tenía una gran vida personal, porque su vida era su trabajo. Primero de su promoción, un notable alumno, inteligente y dispuesto desde que se tenía constancia.

En el mundo oculto en el que Eric vivía, a menudo era tomado por poco experimentado, sin importar que hubiera llegado a aquel puesto con trabajo y dedicación. Él se había acostumbrado a la actitud de quienes cuestionaban su autoridad sólo por ganarle en edad, y quería demostrar su valía. Llevaba días sin dormir, en constante tensión, obsesionado con hallar una cura. Bien sabía Eric que no descansaría en condiciones hasta lograr encontrar el dichoso antídoto, o, al menos, hasta hacer algún descubrimiento que contribuyera a la resolución del caso. Lo que no sabía era que tan ansiado descanso no llegaría jamás.

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Pero bueno, ¿Qué pasa aquí? Apuesto a que no os esperabais un capítulo como este ;).

Quería informaros de que muy pronto esta historia tendrá nueva portada y nuevo título. Me hubiera gustado haberlo tenido todo a punto antes, pero no ha sido posible.

A la cabeza de esta parte tenéis una foto de Chris Wood, quien tiene aproximadamente el aspecto con el que imagino a Eric. ¡Y por cierto! He encontrado a la chica que usé para la imagen de Ane en el capítulo anterior. Se llama Alexis Bledel :).

¡Gracias por leer, y un besazo!

Sueños DescompuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora