[9] Kenya

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Terminé de servirme la comida y me senté en el sofá junto a mi madre, que había comido hacía rato y veía la televisión, a la espera de su hora para irse a trabajar. Mi padre, por el contrario, no tardaría en volver del trabajo. Como cada día, mamá había sintonizado el canal de noticias. Me dispuse a prestar atención, era importante estar al tanto de lo que ocurría en el mundo; o, en aquel caso, lo que ocurría en mi propia ciudad.

- ... Y siguiendo con las noticias locales, el cuerpo de un joven investigador científico ha sido hallado en su apartamento. Las causas de la muerte aún no han sido determinadas, aunque presenta varios cortes presuntamente efectuados por accidente, y no hay signos de violencia en el cadáver.

Tras añadir un par de datos más, pasaron a otra noticia << Qué poco ahondan en la historia, ¿No? >>. No le di mayor importancia a que la información estuviera incompleta, pero una pequeña parte de mí sintió lástima por el tal Eric. Que hubiera ocurrido tan cerca de mi amado hogar, rodeado siempre de una tranquilidad aparentemente imperturbable, le confería al asunto un halo inquietante.

<< Bueno - me dije una vez hube terminado mis quehaceres -, hora de ir a ver a Kenya >>. Había quedado con Cris para ir a nuestro bosque favorito, el cual estaba plagado de troncos y desniveles que solíamos saltar a caballo, pero a su vez con un camino recto por el que podíamos pasear tranquilamente. Acostumbrábamos a pasar allí las tardes, entre risas, retándonos la una a la otra o simplemente dejándonos llevar. Al pensar en ello, los recuerdos del último verano acudieron a mi mente, y no pude evitar sonreír y estremecerme. Durante los días lluviosos o húmedos debíamos planear otras actividades, puesto que el terreno se volvía resbaladizo y a menudo las hojas otoñales cubrían agujeros con los que debíamos tener cuidado. Por ello, durante el invierno y el otoño apenas íbamos a nuestro bosque. Aquella sería la primera vez en meses, lo cual suponía que el verano se hallaba más próximo cada día, junto con todo lo que traía consigo: las vacaciones, el tiempo libre, la diversión, el calor (aunque este no era siempre bienvenido)... Me invadió la emoción sólo de pensarlo.

Cuando visualicé la pradera que me era ya tan familiar, y a la yegua de brillante pelaje azabache que se veía como una breve pincelada en el paisaje, no pude contener una sonrisa. Dejando la bici a un lado del camino, me apresuré a alcanzar la verja de la entrada. No era necesario asegurar la bici con ningún candado, no en mi pequeño y amado pueblo. Kenya no tardó en alzar su mirada y relinchar al verme, para después encaminarse hacia mí a un alegre trote. Míster, como de costumbre, andaba cerca, y siguió a su amiga, contagiado por su entusiasmo. Pronto, el pequeño Fausto se les unió al galope y, al alcanzarlos, ellos también echaron a galopar. Pensé que en un momento había provocado una auténtica estampida. Cuando llegaron hasta mí, y por suerte, aminorando progresivamente la velocidad, los recibí a todos con caricias y palabras afectuosas.

Desde hacía casi tres años aquella finca era mi segundo hogar, una simple pradera complementada con una caseta y un pequeño recinto vallado. Kenya y yo llegamos al lugar cuando ella tenía apenas dos años y medio y yo tan sólo trece. Fue entonces cuando reuní el dinero para comprarla y librarla así de su cruel destino. Trabajé duro para hacerme con el presupuesto necesario, aunque juraría que convencer a mis padres fue lo más complicado. Después de todo, yo realizaba ya algún que otro trabajillo en la hípica, y me dejaron a Kenya a precio de chiste teniendo en cuenta su linaje, pero yo no era más que una niña (por mucha madurez que demostrara), y en casa no estaban convencidos de que fuera bueno cargarme con una responsabilidad tan grande como una potra semi domada y coja, recién retirada de las carreras. El futuro no deparaba nada bueno, Kenya había sido maltratada durante lo que yo no hubiera llamado un proceso de doma, la explotaron para conseguir mejores resultados en las carreras de hipódromo, que no eran su punto fuerte, y cuando se lesionó en plena competición, su criador decidió venderla inmediatamente. No pensaba invertir ningún dinero en curar su pata herida. Lógicamente, nadie quiso comprar una yegua tan joven en aquellas condiciones, y el vil hombre se impacientaba.

Finalmente se decantó por venderla a un matadero local a cambio de una miseria; nada, en comparación con lo que ese animal valía para mí. Pero por suerte para ambas, yo conocía a Kenya prácticamente desde que nació, en unos pequeños establos privados cerca de mi hípica. Solía pasar a verla con su madre al salir de clase o de camino a mi club, la potrilla me conocía y yo le había ido cogiendo cariño. Para cuando el detestable sujeto cuyo nombre he hecho bien en olvidar tomó aquella medida tan drástica, yo ya estaba informada de la situación y lo tenía todo previsto. El anuncio de lo que le esperaba a Kenya fue el último empujón que necesité para obtener el permiso de mis padres y comprarla, cuando ya todo parecía perdido. A menudo recordaba con tristeza cómo aquel malnacido se esfumó como por arte de magia poco después de venderme a la yegua. Supe que le quitaron los caballos tras haber recibido varias denuncias por maltrato animal que él había logrado eludir. Siempre tuve mis sospechas sobre lo que les hacía a sus caballos, pero sin pruebas sólidas y la indecisión propia de mi corta edad, no tuve el valor de hacer nada. Aunque no estaba convencida de que mi llamada a la protectora hubiera supuesto una gran diferencia, dadas las circunstancias.

Sacudí la cabeza, quería alejar aquellos recuerdos de mi mente. Lo importante entonces era que yo tenía a Kenya, nos habíamos mantenido juntas y ella era feliz. En ese momento me percaté del sonido de pasos aproximándose.

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¡Estoy de vuelta! ¿Qué opináis sobre este capitulito y sobre la historia de Kenya? Creo importante saber cómo acabaron juntas ella y Ane para comprender mejor su relación. Y por otro lado... ¡¿ERIC MUERTO?! Pues sí. Lo siento, Eric sólo era una pequeña etapa del camino de esta novela (se abre la veda de opiniones acerca de lo que ha ocurrido y va a ocurrir).

Cambiando de tema, quiero dedicar esta parte a mis más fieles seguidoras Aida_Carstairs y Ana_Day (he de reconocer que siguiendo el ejemplo de esta última), por alegrarme y animarme con sus comentarios y votos cada vez que actualizo. ¡Muchísimas gracias, chicas! Estoy pensando en otras dos personitas a las que he de dedicar algún capítulo, pero eso vendrá más adelante ;).

Además, he de deciros que estoy escribiendo otra historia que por el momento guardo como borrador, sólo en tiempo dirá si esta verá la luz, la pondré en privado o simplemente la guarde para mí.

¡Gracias por leer!

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