Y la pelinegra mira fijamente al chicoteñido debajo de su poderío, sin ni una pizca de compasión, entierra repetidas veces el cuchillo en el pecho de Michael, sintiendo su mano húmeda por sangre y como su vestimenta de chanel se cubría de aquel tejido rojizo.
-Adios, reina horrible –sonríe con gracia la chica, separándose del cadáver del adorable chico.
Ahora Luke era completamente suya, sin nadie de por medio.
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