La Desconocida

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Cuando Criss termino la cena todos nos sentamos alrededor de la mesa.

—Espero que les guste —dijo ella poniendo la comida sobre la mesa, era una mujer tan alegre. Muy diferente de mi madre.

Estábamos comiendo en silencio cuando a el hermano de Nate se le ocurre hacer preguntas.

—¿Como se conocieron?

—Bueno Elena estudia en la Universidad, la misma carrera que hice yo. Y un día Henri me pregunto si la podía ayudar con un trabajo final, así que entonces nos conocimos y ahora es una muy buena pasante en el buffet, además de cuidar a Emma muchas veces—explicó el.

—Elena juega conmigo a las muñecas y prepara buenos sándwiches—comentó la pequeña a mi lado que no dejaba de sonreírme así que se lo devolví. Criss me miró a los ojos y pude ver tristeza, pero también alegría, no entendía el porqué.

Cuando ya oscureció Nate, me dijo que me llevaría al hotel.

—¿Lista? Aun estas a tiempo de quedarte aquí —pregunto el buscando las llaves del auto de su padre.

—Estoy lista, no te preocupes—dije antes de que Emma se me acercará con una cara de confusión.

—¿A dónde vas?

—Yo voy a dormir cerca de aquí, en un hotel— me arrodillé quedando a su altura y le sonreí tomando sus manos.

­—¿Por qué? —pregunto igual de confusa.

—Tranquila, volveré mañana, lo prometo— le sonreí y besé su frente. —Que descanses pequeña— me paré y me di cuenta de que la familia de Nate estaba mirándonos, lo cual me incomodó.

Me despedí de todos y salimos. Nate me abrió la puerta del auto y luego lo rodeó para subir el.

—¿Segura que no te quieres quedar aquí? —pregunto antes de arrancar el auto nuevamente.

—Ya está la reservación Nate— le respondí.

—Bien— hizo una mueca.

—Mañana vendré tarde, comeré en el hotel. Quiero que tú y Emma estén con tu familia y si estoy yo creo que es molesto.

—Oye, estas equivocada. Mi familia quiere conocerte también.

—Tal vez, pero no es importante. Que tú y Emma estén con ellos si es importante. No los ven todos días, tú me lo dijiste. Nosotros podemos pasar tiempo cuando volvamos.

—Esta bien — dijo al fin dándome la razón.

Cuando llegamos, Nate paro en frente del edificio y me ayudó a bajar mi maleta. Ambos entramos.

—Buenas noches ¿tienen reservación? —pregunto un hombro castaño oscuro con unos grandes ojos color verde musgo. Parecía de la misma edad que Nate o tal vez más joven.

—Buenas noches. Si, Elena Brown.

—Sí, su habitación es la 105, tenga y que disfrute—me entregó una llave para la habitación. Nate me dio la maleta.

—Nos veremos mañana—me dio un beso en la comisura del labio. —Que descanses — dio media vuelta y se fue sin más.

Subí a la habitación 105, al entrar dejé la maleta a un lado para abrirla y ponerme el pijama. Me arrojé en la cama y me quedé profundamente dormida.

Al otro día desperté a las ocho, así que me vestí casual y bajé al vestíbulo donde había un lugar de comidas. Me senté en una mesa a esperar que me atiendan mientras observaba que pediría para desayunar.

Desde el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora