Abrazos

3.1K 119 2
                                    

Estábamos en el día del juzgado, Nate se encontraba a dos metros de mi junto a su abogado, no podía reconocerlo, tenía la barba de unos días, unas grandes ojeras, además del cabello y la corbata desalineadas, no era él y eso me rompía un poco el corazón.

Hoy el juez iba a debatir que sucedería con Emma y el pequeño que crecía todos los días en mi vientre. Matías había hecho un trabajo excelente como mi abogado, se había lucido.

—Bien, luego de haber oído a ambas partes del juicio, tomé una decisión— el hombre mayor carraspeó y siguió leyendo un libro que tenía frente a él, mientras yo apretaba muy fuerte la mano de Adam que estaba detrás de mí. —Visto que ambos pelean por la custodia legal de la menor, Emma Hills, he decidido concedérsela a la señorita Brown y dicho esto, el señor Hills, progenitor custodio tendrá derechos de visita, comunicación y estancia, por lo que solo le queda firmar los papeles de divorcio. Es todo— el juez juntó sus cosas y se quedó escribiendo. Yo sonreí entusiasmada, pero sin dejarlo ver tanto, porque también me sentía mal luego de ver a Nate, sabía que quería llorar y no lo haría, se estaba haciendo el duro. Mi cabeza seguía repitiendo que él se lo busco y era lo merecía, pero ya no estaba tan segura.

Vi a Nate firmar y le entregarle los apeles de divorcio a su abogado, eso también me destruyo un poco más.

—Antes de terminar, señor Hills, si sigue con su adicción al alcohol me veré obligado a firmar una orden de alejamiento para que usted no se acerque ni a 5 metros de los menores y su ex esposa — advirtió el juez y se retiró. Nate salió casi corriendo sin saludar, ni verme por un segundo a los ojos.

Me acerque a mi familia, me abrazaron y volvimos a casa. Ahora estaríamos bien, ya no más tristeza.

Al llegar a casa de mi padre me puse a jugar con las niñas a las muñecas en la sala, como si nada hubiera pasado. Al cabo de un rato comencé a hacer la cena, me lucí haciendo la famosa receta de Sam, su lasaña.

—A comer— Emma venia cargando a Sara, me ayudo a colocarla en su silla y yo les serví a ambas. Luego se sentaron mi padre y Adam.

—Esto está delicioso Elena— veía a Adam devorar todo como si no hubiera comido en su vida.

—Gracias, es una receta secreta— de mi persona favorita.

Cuando se hizo tarde acosté a las niñas y no tardaron en dormirse, estaban agotadas. Volví a la cocina donde estaban papá y mi hermano tomando té.

—Estoy tan orgulloso de ti, cielo— dijo mi padre.

—Gracias, papá. Lo aprecio mucho— le sonreí ampliamente, aunque no era tan feliz.

—Yo creo que tenías que esperar— dijo Adam batiendo el té con una cuchara. —Fingir que estaban bien por Emma, ella los ama a ambos y no merece estar triste su probable y último mes de vida, Elena.

—No va a estar triste, Adam. Yo la amo como si fuera mi propia hija y Nate la puede ver cuando quiera. Fui yo la que me divorcié, no ella. Ella ama a su padre y nadie le quitara eso— le explique condescendientemente.

—Como digas— se levantó y se fue a su cuarto.

—Tranquila cielo, solo tú debes estar en paz contigo misma de saber que hiciste o no las cosas bien— me sonrió. —También me voy a dormir y tú has lo mismo, necesitas descansar— me beso la frente.

—Claro, buenas noches— me terminé el té y permanecí allí pensando. Mañana yo volvería a mi casa, bueno, volveríamos.

Recogí las tazas y las lave. Apagué todas las luces y fui a mi habitación por hoy, pero antes de meter un pie en la cama, sonó mi teléfono.

Desde el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora