Está Hecho

3K 123 0
                                    

Estuvimos en un silencio incomodo por 5 segundos hasta que el hablo.

—Discúlpame— dijo antes de salir de nuestra habitación muy desorientado.

Yo tenía razón, él no estaba listo para esto. No sabía qué hacer, como reaccionar, solo se me salieron varias lágrimas de los ojos. Buscarlo o dejar que vuelva, otra pelea, otra disculpa, otra reconciliación. ¿Cuánto más debía tolerar? ¿Qué discusión no hemos tenido aún? ¿Qué falta para que lo nuestro se termine? Porque aún estoy ciega de amor y me lo demostró hoy, ahora. No estábamos listos para este gran cambio, él no lo estaba.

Me levante de esa absurda cama y camine hasta la habitación de huéspedes, ahí estaba el maldito cobarde. Encendí las luces y le quité las sabanas.

—Escúchame Nate. Esta vez no voy a sufrir yo, maldita sea. Asume tus responsabilidades o déjalas para siempre ahora mismo, ya no estoy para ningún otro juego de los tuyos— le susurré con todo el pesar de mi alma para no despertar a las niñas. Esperé unos segundos y el solo se me quedó mirando sin reacción. —Excelente— había entendido a la perfección su respuesta, nos estaba dejando.

Salí de allí en pijamas y tomé las llaves de mi auto que estaban sobre un mueble. Saqué a las niñas de sus cuartos e hice que subieran al auto, aun llorando nuestro corto viaje comenzó.

Estaba perfectamente imaginado a donde iríamos, la casa de mi padre, claro. Llevaba 10 minutos de viaje hasta que me comencé a sentir mal, me mareé y las lágrimas no me ayudaban, iba a vomitar. Pare el auto en lacarretera, baje y vomite en el pasto, casi sin poder estar de pie 10 segundos más volví al auto, cerré las puertas puse las manos en el volante con la cabeza mirando el techo. Minutos después volví la vista hacia atrás, donde estaban mis dos pequeñas niñas, despiertas y abrazadas de miedo.

—Lo siento, todo está bien— les dije respirando cortadamente y lágrimas secas en el rostro acompañas de otras nuevas.

Volví a la carretera, faltaba cada vez mas poco para llegar. Al llegar, las tres bajamos del auto, hacía mucho frio, comencé a golpear la puerta hasta que mi padre me abrió, tenía con él una cara de preocupación y susto al vernos.

—Hija— dijo y de un tirón de brazo hizo que las tres entráramos en su casa.

—Lo siento no tenía a donde ir— le susurré dolida y angustiada. —Él no se lo tomó bien— le expliqué.

—Descuida, vengan. Descansaran bien aquí, no se preocupen—— papá nos acompañó a una habitación y las niñas se acostaron juntas y yo a su lado les acaricie la cabeza tratando de calmarlas, así que funciono y volvieron a dormirse.

Volví a la sala y allí mi padre me esperaba con una taza de chocolate caliente que se olía desde lejos.

—¿Me vas a contar? — pregunto con una mirada lastimera en su rostro.

—Creo que cometí un error al casarme. No sé a dónde va lo nuestro, papá. Pero si de algo estoy segura es que estoy cansada de vivir en esa situación. Le dije que estoy embarazada, bueno de hecho lo descubrió, pero no dijo nada, se fue a dormir a la habitación de huéspedes. Estoy cansada de que se comporte con tal inmadurez— dije llorando a mares con la mano de mi padre apoyada en la mía.

—No vuelvas a permitir que te haga esto, no volverás ahí ni con él. Nadie merece ni media lagrima tuya, eres fuerte, no te voy a dejar sola ¿oíste? nunca— me abrazó y no me soltó hasta que tuviera sueño, me acompaño a la habitación con las niñas y allí me dejo.

Ya no más oportunidades, esa fue la última oportunidad para Nate James Hills. Era definitivo, el divorcio ya comenzó.

Al día siguiente volví a llamar a Matías, ahora también mi padre me ayudaría en todo. Adam también hacia su parte, me ayuda mucho cuidando de las pequeñas.

—¿Crees que Nate vaya a firmar el divorcio? — pregunto mi hermano mientras yo me alistaba para llevarle los papeles.

—Lo tiene que hacer quiera o no— respondí más decidida que nunca.

—Elena, ¿no crees que eres muy dura? —preguntó nuevamente.

—No, claro que no. ¿por qué lo dices?

—Bueno, tú me dijiste que la madre de Emma murió cuando ella nació. Tal vez él tiene miedo, y ahora también con la enfermedad de Emma, es demasiado.

—Adam, escucha. No son excusas, ya le di una oportunidad y él no la aprovechó. No puedo hacer otra cosa, yo también sufro y no estaba en mis planes tener un hijo, créeme, pero aquí estoy, cuidare de los tres mientras lidio con la enfermedad de Emma y el divorcio de Nate.

—Está bien, te apoyo.

Mi abogado llegó minutos después. Ambos le llevaríamos los papeles a su trabajo, es donde él estaba. Me quería auto convencer que haciendo esto me sentiría mejor.

Cuando llegamos subimos el ascensor, vi muchas caras conocidas que no deseaba ver ni en un millón de años.

—¿Nate Hills? — pregunto Matías a la recepcionista que nos veía de arriba abajo.

—El señor Hills no se encuentra aquí. Pero pueden esperar 5 minutos.

—Bien— le contesté con seguridad.

Nos sentamos en un sofá que estaba allí mientras yo sentía la mirada de todas las mujeres en este piso, sabían muy bien quien era yo.

Cuando lo vi salir del ascensor, mi corazón se trasladó a mi garganta, sentía que en cualquier momento se saldría.

—Señor Hills. soy el abogado de la Señora Elena Brown, ambos venimos a traerles los papeles de divorcio.

—¿Podemos hablar en privado? —pregunto el cuándo vio las miradas de todas.

—No, tenemos prisa. Allí tienes el día del juzgado y el divorcio. Sea puntual— Matías nunca dejó que yo cruzara palabra con Nate, cosa que por dentro agradecí.

—Elena, por favor ¿podemos hablar? — suplicó tomando mi brazo.

—Es tarde Nate, te acordaste tarde de hablar conmigo. Nos vemos— los dos nos fuimos, me solté de su agarre y el ascensor siguió su curso hasta el estacionamiento.

Estaba hecho. 

Desde el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora