1944

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Sumario: Era 1944, las filas nazis ya llevaban consumiendo una gran cantidad de pervitin (metanfetaminas). A los soldados adictos los mandaban al hospital psiquiátrico Low. Algunos podían recuperarse, otros podían ser enviados a las cámaras de gas. Pero nadie se salvaba del orgullo de ser un hombre más en servir al Fuhrer.

"¿Cuánto tarda un corazón en dejar de latir después de que se enamora?"

Advertencias: Escenas donde consumen drogas, enfermedades psicológicas y escenas explícitas (smut).

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Pesadas gotas de lluvia caían sobre la negra sombrilla que Jay sujetaba con firmeza, a pesar de estar temblando. Tenía que cuidar que el nuevo e impecable uniforme de su hijo no fuera arruinado por el agua, siendo éste uno de los más hermosos que había visto alguna vez.

—No llores, mamá —dijo con voz quebrada Louis—. Volveré pronto, te prometo que volveré pronto.

Jay negó, limpiándose con el dorso de su mano libre las lágrimas que comenzaban a salir.

—Amor, aún eres muy joven para irte lejos, aunque sea por tu país...

—Tengo 19 años —insistió el ojiazul. En noviembre su padre se había ido a formar parte de los soldados que comenzaban a reclutar, dejando solos a su familia de cinco hijos y una esposa embarazada; era febrero, y aún no sabían nada de él—. Te escribiré todos los días, y volveré para navidad.

Y tras una larga, dolorosa y llorosa despedida por parte de ambos, Louis subió al tren que lo llevaría al centro de Alemania, donde comenzaría una nueva vida entrenando para ir a guerra cuando estuviera listo.

En el tren, no miraba más que la ventana a su lado. Todo el vagón iba inundado de jóvenes de la misma edad, quizá algunos más grandes u otros más pequeños, pero todos compartían el mismo sentimiento: el orgullo. Les habían enviado una cuidadosa carta donde les pedían su apoyo para su país. En la carta sólo decía que en el centro de Alemania los entrenarían, los prepararían para ser mejores ciudadanos y cuidar de su patria, pero a cada kilómetro que Louis se acercaba dudaba de eso. Muchos en el tren tenían pinta de zoquetes, de bufones... ¿Cómo era posible que ellos pudieran cuidar de un país entero si no podían cuidarse las espaldas ellos mismos? El sonido de las charlas alegres y las risotadas sólo incrementaba más su desesperación. Había logrado convencer a su mamá de que quería ir y que lo deseaba más que a nada, pero no era del todo cierto. Quería ser útil, pero nunca creyó que ser útil significaría viajar lejos de su familia cuando más lo necesitaban.

La carta decía mejores ciudadanos. Sólo esperaba que eso significara enseñarles a cocinar, a proteger a alguien sin tener que usar la violencia, a saber cultivar sus propios vegetales... Afuera seguía la lluvia que no lo dejaba ver más allá que unos cuantos metros de su asiento, teniendo que pasar su mano repetidas veces por el vidrio para desempañarlo. Otros de los que iban en la misma cabina que él, charlaban como si fueran a unas agradables vacaciones, jugando y haciendo bromas estúpidas donde incluían a sus hermanas menores. Él tenía cuatro hermanas menores, y ninguno de esos chistes le parecieron buenos, ni siquiera se podían catalogar como chistes.

"Ellas son unas malditas debiluchas"

"Ellas qué sabrán hacer que no sea estorbar y hacer la comida"

"Debí de haber sido hijo único, así no dejaba sola a mamá con esa inútil"

Cada vez se arrepentía de haber tomado el tren con olor a sudor, a lodo. Muchos incluso podían transpirar emoción. Antes de subirse, vio a dos muchachos de su edad sonriendo y hablando animadamente entre ellos. Ya llevaban casi medio camino y él aún no hablaba con nadie. Sentía la garganta seca, y las cosas que pudo haber dicho para comenzar una charla, le parecieron tontas, carentes de sentido. Además, qué iba a decir.

¿"Hola, me llamo Louis Tomlinson y vengo de Praga"?

¿Para qué decir eso? Si de todas formas llegando a Berlín los harían presentarse, decir eso sólo haría creer a los otros que era un tonto.

Tragó saliva para aminorar la comezón en la garganta. Su estómago estaba haciendo ruido; sólo había almorzado un emparedado de atún antes de salir de casa. Había salido a las once en punto, y ya eran las cinco de la tarde. Mordía nerviosamente su labio, tratando de calmar el hambre que cada vez se hacía más insoportable.

Iba pensando en cómo sería el lugar en donde dormirían cuando una voz llamó su atención. Volteó con interés a donde un muchacho más o menos de su edad le hablaba. Tenía el cabello rubio y unos brillosos ojos azules. Sonreía con entusiasmo, mostrando sus dientes chuecos, y a Louis le pareció la cosa más tierna que había visto desde que Lottie se había envuelto en las cortinas de flores de la cocina y había bailando por toda la casa, tarareando un vals, imaginando que una almohada era su pareja de baile.

—Hola, soy Niall Horan, vengo de Viena —dijo, atrayendo la curiosidad de Louis, haciéndolo soltar una risita involuntaria, sonando grave debido a su falta de uso.

—Louis Tomlinson —y aquello ya no se le hacían tan tonto—. Yo soy de Praga.

—¡Praga! —soltó el rubio, tomando asiento al lado de Louis, pegándose demasiado a él— ¡Dime cómo es! Hace un año íbamos a ir de vacaciones ahí, pero mi hermano enfermó y ya no pudimos... Le dio varicela, por poco muere, pero lo que más triste me pone es que no fuimos por su culpa.

Se le hizo increíble que aquel niño dijera eso tan fresco, tan simple. Por Dios, su hermano estuvo a punto de morir y él se entristecía porque no fueron de vacaciones, qué tipo de hombre sería más de grande.

—Amm... bueno... es un lugar muy bonito —tartamudeó. No sabía cómo describir la ciudad en donde había crecido, porque para él era exactamente igual que otras ciudades—. Hace mucho calor en verano...

El rubio soltó una escandalosa carcajada que atrajo la atención de varios en el vagón. Louis se sonrojó. No le gustaban las personas ruidosas, mucho menos que atrajeran las miradas de las personas.

—Creo que nosotros seremos buenos amigos, si es que no morimos demasiado pronto como para llegar a conocernos —dijo Niall, sentándose al lado del castaño.

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El lugar era frío, húmedo. No siempre había comida caliente. ¿Qué le hizo pensar que unirse a las filas iba a ser algo bueno, que se iba a divertir? Esto era la mayor mierda de todo el mundo.

Hacía semanas que no recibía una carta de su familia. El ejercito decía que la familia era una distracción, y que con amor no se ganaban las guerras. Eso era obvio, pero por qué aislarlo de personas que le hacen feliz.

—¡Vamos, nenas! El piso es el lugar donde pertenecen, así que arrástrense. Los quiero ver como gusanos en el piso. ¡Ahora!

Gritaban. A lo lejos. Louis nunca sabía de quién era la voz

Bullshit con B de BoyxBoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora