Capítulo Seis

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Joss conducía a Isabel de la mano por el camino que llegaba a la Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla.

J: Cuidado, mamá. No mires.
I: Oh, Joss, voy a tropezar. ¿Esta venda es absolutamente necesaria?
J: Quiero que sea una sorpresa.
I: Prometo que no miraré. Pero tendrás que guiarme. Si me caigo y me rompo una pierna no podré hacer mi trabajo en el Restaurante. Tú sabes que siempre tengo problemas con mis movimientos, soy torpe.
J: Lo sé muy bien, mamá. Pero no te preocupes yo te guiaré. Ahora quédate quieta aquí mientras abro la puerta de entrada al edificio.
Ella intentó vislumbrar dónde se encontraba por debajo de la espesa venda que le cubría los ojos. No quería estropear la sorpresa a su hijo, pero había tenido que llevarla desde que bajaron del autobús, unas cuantos bloques más atrás. Dada su mala suerte en esos asuntos, sería una precaución muy sabia asegurarse de no tropezar con sus propios pies. Arrugó la nariz un par de veces intentando alzar un poco la venda, pero su hijo la había atado con el cuidado que ponía en todos sus empeños.
I: Cariño, basta ya de bromas ¿Dónde estamos?
J: En tu regalo de cumpleaños. Ahora hay unos pocos escalones. Sujétate a la barandilla. Muy bien. Y pon la otra mano en mi hombro. Eso es. Un escalón más y estaremos frente a la entrada. Quédate quieta ahí mientras abro la puerta del lugar.
I: Y podemos entrar así no más? (preguntó preocupada)
Joss la ayudó a entrar y luego le soltó el brazo.
J: Claro que sí. Aquí me conocen. Espera junto a las flores mientras voy a buscar a la señora Àlvarez.
Isabel escuchó una voz profunda que hablaba con Joss. El tono le resultaba familiar. ¿Dónde lo había oído antes?
En vez de esperar a su hijo, dio un paso adelante y tropezó con sus propios pies, pero unos fuertes brazos, que no eran precisamente los de Joss, la rodearon. La venda se enganchó en un botón de la camisa de su salvador y descendió unos milímetros, lo que le permitió tener una fugaz visión del hombre que la sostenía.
Era impresionantemente alto y fuerte, con poderosos músculos en el pecho y en los brazos cuyos bíceps sintió bajo la palma de las manos. Antes de retirar la nariz, apoyada en el amplio pecho masculino, sintió el fresco y limpio aroma que se desprendía de su cuerpo.
Era tan apuesto como... a quién se le parecía. Pero la postura de ese hombre le recordaba a alguien le decía su sexto sentido. Los rasgos del hombre que la abrazaba eran muy marcados, clara y fuertemente delineados. No cabía ninguna duda. Había oido sobre él, las pocas veces que la veía. Era empresario, era Jose Manuel Àlvarez.
Al alzar un poco más la vista se encontró frente a unos ojos de color marrones que la miraban del modo más desconcertante que hubiera experimentado jamás. Extrañada, pensó que esa intensa mirada color café se deslizaba directo hacia su espíritu, como si buscara a su verdadero ser. Su voz interior le advirtió "Cuidado Isabel, no estás segura".
Al instante se zafó de los brazos de Jose Manuel, alzando las manos con un movimiento tan brusco que lo golpeó en la mejilla.
I: Lo siento mucho. Siempre me pasa lo mismo. No sé qué hacer con mis manos y pies (dijo en tono sin desafío) Por favor no le diga a Joss que he mirado (agregó suplicante al tiempo que se ajustaba la venda y retrocedía con la extraña necesidad de poner distancia entre ellos) ¿Joss? ¿Dónde estás, cariño?
J: Aquí, mamá. Ven.
I: Hijo, no me importaría nada si me explicaras qué sucede aquí (preguntó en un murmullo)
JM: Joss se ha esforzado mucho para darle esta pequeña sorpresa. Y estoy seguro que usted no querrá estropearla.
I: ¿Tú no eres el mismo Jose Manuel, el que me llamó por teléfono? (preguntó de pronto con aprensión recordando de repente su voz)
JM: Para servirte (ofreciéndole una de sus mejores sonrisa enseñando sus dos sexys hoyuelos)

=Un Marido para Mamá=Donde viven las historias. Descúbrelo ahora