Capítulo Catorce

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Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Malas noticias

Mamá no ha cambiado de parecer respecto a Jose Manuel, aunque se hayan besado. Ellos no saben que los vi. Por cierto que no ayuda en nada que Jose sea responsable de su despido. Desde luego que después del beso que él le dio, mamá debería desearlo como marido. ¡Pero, nooo!

Conclusión

Tal vez esas cosas lleven su tiempo. Como los gérmenes de una infección, es posible que haya que exponerse a muchos besos antes de que surta efecto. Ella todavía no se ha contagiado de amor. Quizás él es más propenso. Si ese es el caso tendremos que hacer lo posible para que él la contagie.

Posibles soluciones

Hablé con la señora Esperanza sobre los cambios que Jose Manuel se propone hacer en el formulario, y ella me prometió que lo mantendría como candidato. Ese frente está cubierto. En cuanto a que mamá se contagie...

Me parece que habrá que poner en práctica el Plan B (Los experimentos amorosos)

Experimento 1: Instinto protector

Objetivo: Sacar a la luz este instinto protector en Jose Manuel.

De acuerdo a mis conocimientos de zoología, en el reino animal el macho protege a la hembra. Así que tendremos que ver si él es capaz de hacerlo. Porque si no lo es, no es el hombre adecuado para mamá.

Procedimiento:

Odio hacerle esto a mi propia madre, pero tendrá un poco de mala suerte...

I: Jose Manuel, a ¿Dónde vamos? (preguntó Isabel apenas habían salido del edificio. Para su frustración tuvo que esperar hasta que ambos estuvieron instalados en el camión, con los cinturones puestos)
JM: Vamos a un lugar privado. A un sitio donde podamos empezar a conocemos y conversar sin interrupciones.
Carina sintió un nudo en el estómago.
I: ¿Algo así como un restaurante íntimo?
JM: No exactamente.
Al oír la respuesta se le desató el pánico. El era un hombre, ella una mujer. Se habían besado. Isabel se sumió en un patético dilema. Era de vital importancia encontrar la manera de salir de la situación antes de que él volviera a tocarla y todo el proceso comenzase de nuevo.
I: Necesito informarle a Joss dónde estaremos (balbuceó Isabel)
JM: Tranquila, Isabel. Tengo un teléfono móvil en el bolsillo de mi chaqueta. Llama a Joss y le daré mi número privado. Así él podrá llamar cuando quiera, no importa dónde nos encontremos.  Servirá para esta cita y las otras (Jose dijo al tiempo que le dirigía una tranquila pero implacable mirada)
I: ¿Así que crees que habrá más citas? (preguntó alarmada)
JM: No es que lo crea; es un hecho. Estarás pegada a mí durante un tiempo. Tienes que afrontarlo, Isabel (agregó Jose al ver que la alarma se intensificaba en los ojos de ella) Tu hijo adquirió el programa especial de las Fiestas de San Antonio en la Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla. Eso significa que tendrás que salir conmigo o con cualquier otro candidato hasta que terminen los eventos. Y debido a que el ordenador emitió solo un candidato, me parece que seré todo tuyo durante un mes.
Isabel se rindió, tras lanzarle una mirada asesina.  No iba a ganar esa contienda y lo sabía.  Había que hacerlo por Manuel.  Entonces decidió cambiar de tema.
I: Bueno, al menos dime adónde me llevas.
JM: A mi casa.
Isabel casi brincó en el asiento.
I: No creo que...
JM: ¿Siempre lo discutes todo?
I: Casi todo (respondió con toda honestidad) Pero creo que esta vez tengo razón. No es apropiado ir a la casa de un hombre en la primera cita.
JM: Así que eres una chica anticuada, ¿eh?
I: Realmente no. Digamos que el sentido común que poseo me lo enseñó la vida duramente.
JM: Gordita, no tienes de que preocuparte, me portaré bien (dijo en tono demasiado confiable)
¿Gordita?, ¿es enserio?, pensó Isabel levantando una ceja para miralo fijamente a los ojos.
Jose Manuel dejaba traslucir una paciencia y decisión innatas que armonizaban muy bien con su imponente físico. Isabel sospechaba cada vez con mayor certeza que Josr mostraba mucho interés en ella. Lo que no podía saber era si lo hacía a petición de su abuela o para ayudar a Joss. Pero, a menos que encontrara una forma de disuadirlo, estaba visto que al final él ganaría. Y eso era algo que prefería evitar a toda costa.
Durante la hora que tardaron en llegar, pensaba con aflicción en el modo de desligarse del asunto sin herir a su hijo, Joss.
Jose Manuel cruzó la verja de la propiedad y mientras avanzaban dando tumbos por el camino de tierra, ella observó la gran casa situada en un espacio importante y centralizado en una inmensa extensión de terreno que lo utilizaba para la crianza de ganado.
I: Jose, ¿Todo esto es tuyo? (preguntó atónita)
JM: Sí. (¡Claro que si era todo suyo Isabel, recuerda quien es! se dijo a si misma, casi que se golpeaba por tan patética pregunta)
A medida que se aproximaban ella podía distinguir los detalles de la impresionante vivienda principal. La residencia que actualmente se extendía por la ladera fue ampliada de generación en generación.
I: Parece una casa antigua. ¿Hace mucho que pertenece a tu familia?
S: Ha estado en manos de los Álvarez durante un buen tiempo, te diría que más de 100 años.
I: ¿Cómo? ¿Cuánto tiempo dices?
JM: Piensa en Los Andes y agrégale un montón de años más (dijo Jose encogiéndose de hombros)
I: Así que tus raíces son muy profundas.
¿Cómo sería sentir la tierra de los antepasados bajo los pies?  Saber que generación tras generación esas personas habían vivido y desaparecido, habían amado, llorado y reído en el mismo lugar. La palabra clave es Pertenecer.
La nostalgia dio paso a la decisión.  Ella nunca tendría una herencia familiar comparable a la de Jose Manuel, pero eso no significaba que no pudiera darle un hogar a su hijo. Tan pronto como ahorrara suficiente dinero podría comprar una casa, no como la que veía ante sus ojos, pero sería un buen comienzo.  Sabía desde hacía mucho tiempo que las raíces sedientas se adentran profundamente en la tierra. Pronto ella y Joss también pertenecerían a algún lugar.
JM: ¿Cuál es el problema?
Hacía unos minutos que Jose Manuel había estacionado el vehículo y la observaba atentamente, y ella, sumida en sus pensamientos no se había dado cuenta.
I: Pensaba cómo sería tener una historia familiar como la tuya.  Un fuerte lazo con el pasado.
JM: Es un orgullo, un agrado, pero también una frustración.
I: ¿Por qué?
JM: Por la responsabilidad que conlleva.
I: ¿Y eso te pesa mucho?
JM: A mí no. Pero a mi padre sí. Se sintió atrapado.
I: ¿Y se marchó?
JM: Así fue, se fue a vivir a la ciudad con mi madre por esa razón mi abuela Esperanza fue la responsable de mi crianza (murmuró mientras la observaba con los ojos entornados) Eso te suena familiar, ¿verdad?
Se bajaron del vehículo.
I: Jose Manuel, ¿Por qué no acabamos con esto? (Le sugirió Isabel incómoda con el curso de la conversación)
JM: Presumo que te refieres a esta, nuestra primera cita (dijo Isabel al tiempo que guardaba su celular en un bolsillo de sus jeans)
I: Sí, precisamente a eso me refiero. Te pido disculpas por mi mala educación, pero para ser honesta, no me interesa salir con nadie.
JM: Entiendo que eso no se lo has dicho a Joss.
I: No ha habido ocasión.
JM: Joss no espera que su padre vuelva a casa, ¿verdad?
I: No.
JM: Entonces tampoco tengo que preocuparme por eso (dijo implacable, sorprendiendola)
Isabel estudió el rostro de Jose Manuel, deseosa de poder interpretar su expresión tan fácilmente como lo hacía con su ex marido. Pero Jose era impenetrable y difícil de descifrar su forma de pensar y actuar.
I: Esto lo haces por tu abuela, ¿no? Lo sé porque en la agencia dijiste que se suponía que tu ficha no estaba en la base de datos.  Todo fue... un accidente, ¿verdad? Y esta cita es sólo para salvar guardar las apariencias de la Agencia Matrimonial, ¿no es así?
JM: Si lo de salvar las apariencias te hace sentir más cómoda, entonces créelo así. En lo que a mí respecta esta cita es para saber si el noventa y nueve por ciento de probabilidades de armonía entre ambos es suficientemente bueno.
I: Suficientemente bueno, ¿para qué? (preguntó, mirándolo de frente sin evitar su proximidad)
JM: Para pasar de las citas a algo más.
Esa era exactamente la respuesta que ella había temido desde el principio.
I: Nosotros podríamos pasar un rato juntos, esta vez y luego olvidar el resto de las citas, ¿no te parece? De hecho si este encuentro resulta ser un desastre tampoco tú tendrías deseos de repetir, ¿verdad?
JM: De acuerdo (Jose concedió mientras se dirigían hasta la puerta principal de la casa) No te preocupes por nada. Yo me encargaré de todo.
A pesar de que la respuesta no le satisfizo en absoluto, Isabel no pudo evitar dejarla a un lado para quedarse ensimismada observando las maderas de roble que brillaban con un tono casi dorado a la luz del incipiente atardecer. Frente a ella se extendía un largo vestíbulo. A un lado entrevió un salón y al otro, una espaciosa sala de estar.
Jose Manuel se apoyó en uno de los pilares de madera y Isabel no pudo dejar de observar su figura alta y poderosa. Apreció que Jose era un hombre decidido. Sus ojos brillaban en la penumbra del vestíbulo. 
Isabel, presa del pánico, sintió que tenía que huir de él. Las voces dentro de su cabeza le gritaban «No estás segura, no estás segura». Retrocedió un par de pasos.
I: Jose, no puedo hacer esto. Pensé que podría, pero no es así.
JM: No deseas cenar conmigo, ¿no es eso? (le preguntó suavemente)
I: Para, Jose Manuel. No sé qué quieres de mí. Pero sea lo que sea no me es posible dártelo. Por favor, llévame a casa.
Jose no se movió.
Jm: ¿Qué le dirás a Joss?
¡Oh, no, Joss! ¿Cómo podía haberlo olvidado?
I: Le diré que las cosas no salieron bien entre nosotros.
JM: ¿Joss serías capaz de mentirle a tu hijo?
Eso la detuvo.
I: No (murmuró tras un hondo suspiro)
JM: Vamos a la parte trasera de la casa. Cenaremos junto a la piscina.  Espero que no te importe una cena informal.
I: Me parece muy bien.
La zona de la piscina era impresionante, aunque un tanto fuera de lugar en ese paisaje tan campestre. Losas de cemento y piedras multicolores se combinaban en el suelo de un patio donde crecían flores por doquier, algunas en viejos barriles de whisky y otras en jardineras de piedra. Entre otras flores, había petunias mexicanas, lirios blancos y bromelias de alegres colores. En una esquina del patio se veía una zona enrejada con mesas y sillas bajo unas barras de maderas cubiertas de grandes hojas verdes en una enredadera. 
En una de las mesas había un precioso arreglo floral en el que destacaban las rosas amarillas.
Descartando la posibilidad de que las rosas estuvieran allí en su honor, Isabel dirigió la mirada a la enorme piscina de tres niveles con caídas de agua de uno a otro, y toda ella rodeada de flores.
JM: Fue la contribución de mi padre a esta casa (Le explicó Jose secamente al ver la expresión maravillada de ella, mientras ambos tomaban asiento en la mesa de las rosas)
Una mujer mayor baja de estatura y delgada apareció con una bandeja.
JM: Isabel, ella es Edith, mi ama de llaves (dijo Jose Manuel al tiempo que la mujer ponía un largo vaso de té helado frente a Isabel y una botella de cerveza para él)
Mientras se secaba las manos en el delantal la mujer sometió a Isabel a un intenso escrutinio. Momentos después su expresión se relajó.
Ed: Esperanza tenía razón.  Lo harán muy bien juntos. Avísenme si desean algo más (dijo la señora con una sonrisa mientras se alejaba).
JM: No tiene mala intención (explicó Jose cuando Edith se hubo marchado) Edith ha estado con nosotros tantos años que ya es un parte de nuestra familia. Desgraciadamente eso significa que dice abiertamente todo lo que se le pasa por la cabeza. De acuerdo, es un primera cita bastante extraña (añadió al notar la expresión de Isabel)
I: Me agrada que lo digas porque empezaba a preguntarme si crees que las últimas veinticuatro horas han sido muy normales para ti.
Jose Manuel hizo una mueca burlona.
JM: Claro que sí! (Jose le dice sarcásticamente) Estoy muy acostumbrado a que jóvenes inteligentes de trece años me pidan que salga con sus madres. 
Ambos se hicieron burla con la mirada ante el sarcasmo expresado por Jose.
JM: Bueno, bueno, hablemos de otra cosa. Como ya dejamos en claro esta no es una primera cita normal, pensé que podríamos revisar el formulario que Joss respondió por ti y hacer modificaciones si no estás de acuerdo en algo. Esperanza dijo que lo volvería a introducir en la base de datos para hacer una búsqueda de otros candidatos.
Ella se enderezó en la silla.
I: Jose, creo haber dejado claro este asunto. Es posible que tus besos me hayan impactado, pero no me interesa mantener ninguna clase de relación con nadie. Nunca. ¿Comprendes?
JM: ¿Ni siquiera por Joss?
I: Eso no es justo (dijo al tiempo que depositaba bruscamente el vaso en la mesa)
JM: El desea un padre.
I: Tiene uno. No necesita otro.
JM: Entonces, ¿por qué fue a la agencia? (Le preguntó Jose al tiempo que se levantaba de la silla) Si me perdonas, voy a buscar los papeles y a avisarle a Edith que estamos listos para cenar.
Isabel lo contempló alejarse a grandes pasos. Seguramente sabía que se quedaría pensando en las razones que habían llevado a Joss a acudir a una agencia matrimonial.
¿Realmente Joss necesitaba un padre tan desesperadamente? Era una pregunta excelente por parte de Jose. ¿Por qué de pronto Joss se mostraba tan ansioso por tener un padre? Nunca se lo había confesado a ella, su madre. ¿Era por algo que ella había hecho? ¿O no había hecho?
Isabel creía que ella y su hijo se llevaban bien y que compartían los mismos objetivos. Ambos querían un hogar y un lugar donde echar raíces. Pero al parecer su hijo deseaba más. Mucho más.
JM: Como parece que tienes respuesta para todo, dime por qué Joss quiere un padre (le preguntó, una vez estuvo de vuelta sacándola se su dialogo interno)
I: Simplemente porque la mayoría de los niños quiere un papá (replicó aun cuando su voz había perdido toda seguridad)
JM: Sí, tienes razón (murmuró al tiempo que dejaba la carpeta en una silla vacía)
Isabel esperaba ver una expresión compasiva en los ojos de Jose Manuel, pero para su sorpresa él se limitó a encogerse de hombros.
JM: No todos los hombres son como tu ex marido. Ya deberías saberlo.
Ella tembló. Después de Luis Jose nunca había permitido que ningún hombre se le acercara. No quería que le hicieran daño otra vez. Había sufrido mucho durante esos cinco años de un infierno llamado vida matrimonial.
I: No me volveré a casar (declaró implacable ante su decisión de no volverse a casar)
Jose apretó los labios.
JM: Sé que deseas que yo acepte tu decisión como tu última palabra sobre el tema del matrimonio (dijo inclinándose sobre la mesa) Pero yo no lo haré.
Todo fue por ese beso. Por ese maldito beso. Ella siempre había sido brutalmente honesta consigo misma. Y esta vez no fue diferente. Isabel prefería enfrentar los hechos abiertamente, y el hecho era que ella y Jose Manuel juntos eran explosivos, pura dinamita. Desde el mismo instante en que él la había tomado en sus brazos ella había perdido conciencia de todo lo que la rodeaba, excepto de las caricias del hombre. De hecho, se había sentido invadida por un hondo deseo sexual hasta el extremo de permitirle que la acariciara debajo de la falda, cosa que no había sucedido nunca desde los tiempos de... Solo con recordarlo sus mejillas se enrojecieron, y por cierto que Jose lo notó.
Para alivio de Isa, la llegada de Edith evitó un comentario de Él.  El ama de llaves colocó una gran fuente de costillas ahumadas y otra con papas majadas frente a ellos. También había traído un pequeño plato con servilletas húmedas.
Ed: También traje estas para la salsa barbacoa (dijo con una amplia sonrisa)
Jm: Has hecho bien (le observó mientras la mujer se alejaba)
Que extraño le parecía a Isabel ser servida.
I: Carne auténtica (comentó con mirada apreciativa)
Jm: No sueles tomarla, ¿verdad? (Le preguntó tranquilamente)
I: Cierto (admitió) Tratamos de limitar el consumo de carne roja (aunque en su caso era por razones económicas que por razones de salud)
JM: Puede que sea difícil comer costillas sin ensuciarse, pero es un plato ideal para romper el hielo. No es fácil ser formal cuando uno está cubierto de salsa barbacoa.
Ese simple comentario contribuyó a relajar a Isabel.
I: ¿No te molesta verte envuelto en este lío?
JM: Sí, si las circunstancias hubiesen sido diferentes. La verdad es que no lo habría aceptado.
I: Y, ¿por qué no lo hiciste?
JM: Muy sencillo. Porque quería salir contigo.
A Isabel se le cortó la respiración. Jose Manuel había hablado con franqueza, pero su respuesta era la que menos deseaba oír.
I: Pero vi cómo discutías con tu abuela por este asunto.
Jose Manuel se encogió de hombros.
JM: Eso fue antes de que nos besáramos.
I: Pero si solo fue un simple beso, Jose. Olvídalo.
JM: Fue más que eso y tú lo sabes.
Puede que así hubiera sido. De acuerdo. Pero no servía para erradicar su temor.
I: Ya te lo he dicho. No saldré nunca más con un hombre.
JM: Dices eso a los treinta y tres años. No eres demasiado joven para permitir que una mala experiencia...
I: Tú no sabes nada de eso (Isabel lo interrumpió tajante).
JM: Sé lo que Jose me contó. Si yo hubiera creído que no íbamos a congeniar, le habría pedido a Esperanza que volviera a buscarte otra pareja.
I: ¿Y ahora lo harás?
JM: Sí, por ti, no por mí.  Y es la verdad, Isabel.
I: Te creo.
JM: Pero te cuesta confiar, ¿verdad?
I: Sí.
JM: Entonces ¿por qué no hacemos un pacto? Se trata de no ocultarnos la verdad. Creo que es importante que seamos honestos el uno con el otro.
Eso no constituía un problema para ella, puesto que no sabía mentir.
I: De acuerdo.
JM: Ya que hemos terminado de cenar ¿por qué no revisamos tu formulario?
I: De acuerdo. Veo que te preocupa ese uno por ciento que falta (comentó ella)
JM: Terriblemente. Vamos a dar un paseo mientras lo hacemos.  ¿Te parece?
I: De acuerdo.
Jose Manuel le entregó los papeles.
JM: Empieza por la primera página. Ahí están los datos básicos: edad, altura, peso, color de ojos y cabello. Educación. Esa clase de cosas.
I: ¿Cómo sabe Joss cuál es mi peso? (preguntó tras leer las respuestas)
JM: Él no lo sabía. Yo lo adiviné después de conocerte.
I: Me pusiste un kilo de menos.
JM: Aquí tienes un bolígrafo. Haz todas las correcciones que consideres oportunas.
I: Bueno, hay que corregir el asunto del peso y el de mi ocupación. Ya no soy anfitriona de Restaurantes.
JM: Deja ese espacio en blanco hasta que encontremos otro trabajo.
I: Veo que insistes en ayudarme.
JM: Sí, porque en parte soy responsable de que te despidieran.
I: ¿En parte?
JM: Bueno, yo no volqué la jarra de sangría encima del cliente, pero sospecho que fui la causa. Si no hubieras estado tan ocupada mirándome habrías prestado más atención a lo que hacías.
I: Bueno, yo...
JM: No olvides nuestro pacto de la verdad.
I: Maldición. De acuerdo. Me distrajiste.
JM: El sentimiento es mutuo, Isabel.
I: ¿Por dónde íbamos? (preguntó Isabel al tiempo que enterraba la nariz en el documento) Vaya. Me pregunto de dónde sacó Joss esta respuesta.
JM: ¿Cuál?
I: Compañero ideal. ¿Cómo se le habrá ocurrido pensar que el compañero ideal era un vaquero, ranchero o actor?
JM: Creo que Joss dijo que era los únicos tipos de personas que te quedaba por conocer (Le explicó Jose en tono objetivo)
I: ¿Qué dices?
Jose Manuel alzó una ceja.
JM: Tal vez, ¿Un leve error de interpretación?
I: Por decirlo en términos suaves (dijo ella y al punto se echó a reír) Dios mío, creo que ya lo entiendo. Se trata del padre de Joss. Luis Jose era experto en buscarse la vida en toda clase de actividades. Creo que hasta que nos divorciamos los únicos tipos de empleo que no había intentado eran esos.
La boca de Jose Manuel se curvó en una sonrisa.
JM: Ya entiendo.
Ella continuó estudiando el formulario y de pronto se detuvo.
I: Lo que me desagrada... Marisa Mayers. Juro que voy a matar a ese chico.
JM: ¿Quieres cambiarlo?
I: ¡Por supuesto que Sí!, Date la vuelta (dijo)
Utilizó la espalda de Jose para apoyarse. Con perverso placer tachó el nombre Marisa Mayers y lo reemplazó por «Las mentiras».
JM: Oye, ve con cuidado. No olvides que hoy ya me arruinaste una camisa.
I: Oh, lo siento.
Ella se separó con un esfuerzo, luchando contra la tentación de quedarse junto a esa espalda poderosa.
I: Ya he terminado.
JM: El resto de las preguntas las contestaste por teléfono.  Pero tal vez quieras echarle un vistazo.
Ella miró rápidamente las últimas páginas.
I: Me parece bien.
JM: En ese caso le haré saber los cambios a Esperanza y ella los introducirá en la base de datos.
I: Entonces.  ¿Eso es todo?
JM: Todavía falta un pequeño detalle que necesitamos verificar.
I: ¿Cuál es?
JM: Este...
Isabel debió haber previsto que Jose Manuel iba a besarla. O tal vez ya lo sabía. Igual que la vez anterior, se sumergió en la caricia con tal ardor que Jose pensó que no había error posible. Con un suave gemido él respondió de la misma forma.
Por qué no podía impedir sentirse tan atraída por él, se preguntaba Isabel mientras lo besaba. Debería alejarse y no quedarse pegada a él como el musgo a la roca.
Jose Manuel le ofrecía calidez donde solo había conocido la frialdad. El se entregaba enteramente a ella, acostumbrada durante años a recibir una escasa demostración de afecto. Nunca se había enfadado por su torpeza o había criticado su falta de gracia. En cambio había dado muestras de un gran deseo, así como de la inmutable decisión de dejar su sello en ella, como si fuera suya. Nunca había experimentado antes esa sensación. Y, a pesar de sí misma, la encontraba irresistible.
Ella deseaba ser amada con exclusión de otras mujeres, y a su vez deseaba corresponder plenamente a su amado. Amor.
Separó la boca de los labios de Jose Manuel, luchando por respirar. ¿Dé dónde había llegado esa palabra? Amor.
I: No puedo hacer esto (murmuró al tiempo que escapaba de los brazos de Jose Manuel)
JM: Tranquila, gordita. Solo es un beso.
I: Si solo fuera un beso yo no reaccionaría como lo estoy haciendo (Le replicó ella)
Los ojos marrones de Jose Manuel brillaron risueños.
JM: ¿Entonces admites que fue más que un simple beso?
Ella frunció el ceño. Había caído en la trampa. Sin demasiada seguridad sintió que lo mejor era retirarse.
I: Si no te importa, me gustaría volver a casa.
JM: De acuerdo. Pero recuerdas que has admitido que fue más que un simple beso y que te afectó tanto como a mí.
Durante el trayecto llegó a la conclusión que lo único seguro para calmar el hambre sería abandonar el festín. Y eso significaba dejar a Jose Manuel.

Apenas llegaron al edificio de departamentos, Isabel saltó del vehículo y se dirigió apresuradamente al portal. Joss estaba sentado en los escalones de la entrada, con algo parecido a un perro lanudo color blanco junto a él.
J: Metí la pata, mamá (Le confesó a Isabel)
Con un gemido apagado ella se volvió a Jose, sin la menor sorpresa de verlo a su lado.
I: Parece que otra vez tendremos que corregir el formulario (le advirtió)
JM: ¿De veras? ¿Por qué? (preguntó él con calma)
La reacción de Jose fue como un bálsamo para ella.
I: Nos han echado de casa (Le murmuró Isabel con los labios apretados para evitar el temblor de la barbilla)

=Un Marido para Mamá=Donde viven las historias. Descúbrelo ahora