Especial Navidad.

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Especial Navidad: Inocentemente posible.

Yuuichirou se encontraba en la casa de un nuevo amigo que conoció en la escuela. Se sentía incómodo, sus nuevos padres le habían dado un montón de advertencias de cómo debía comportarse en casa ajena y lo habían mareado.

Sin embargo, ahí estaba, en la habitación del rubio que era tan amigable con él.

Otras de las cosas que le afectaban de este chico era que tenía un papá y una mamá, biológicos, que lo cuidaban y amaban. Habían saludado a Guren y a Shinya con una sonrisa y ninguna mueca, supuso que les agradaron pero no estaba muy seguro, los demás siempre tenían una máscara.
Así como la primera amiga que tuvo su hermana, Shinoa, que le dijo que comerían unos dulces pero le obligó a poner un cigarro en su boca. O cuando le dijeron a Yuu que jugarían a las escondidas pero lo dejaron encerrado por varias horas, donde las maestras no podían escucharlo.

Su vida en el orfanato había estado en constante peligro, porque cada niño necesita un padre que esté al tanto de ellos, y allí siempre faltaban personas para encargarse de su educación.
Por suerte, esa pareja gay fue a visitarlos al orfanato y les encantaron, tanto que tardaron alrededor de un año hasta que aprobaron los papeles de la adopción, y sólo fue fácil porque tenían una amiga abogada, que trabajaba allí.

Shinoa y Yuu siempre habían estado juntos, protegiéndose el uno al otro por ser hermanos biológicos (o al menos eso dijo su directora) pero no recordaban mucho del pasado. Desde que tenían memoria habían estado mendigando en la calle, a la interperie de cualquier delincuente.

Gracias a ello, habían aprendido a cuidarse solos pero no parecía suficiente. Siempre había alguien que los engañaba, abusando de su inocencia.

Y ahora que estaba en una escuela, sabía que era difícil pasar por una situación similar en esa institución. Pero no podía dejar de pensar en que el pequeño de ojos zafiros le haría alguna maldad.

—¿Jugamos, Yuu-chan?—preguntó el rubio tendiéndole el mando de la consola.

Yuuichirou dio respingo y se abalanzó encima de él.

Los zafiros se abrieron de sobremanera al ver que ignoró el mando y lo empujó al suelo. Esos esmeraldas lo miraban algo inseguros, pero no dudó a la hora de deshacerse de toda su ropa en un ademán, a excepción de los bóxers.

Mikaela estaba tan estupefacto que con suerte podía respirar. Nunca había sido tocado por nadie más que sus padres, mucho menos desvestido y sus advertencias sonaban en la cabeza. "Nunca te dejes tocar con nadie, grita si alguien te toca y no te gusta". Aquellas fueron las palabras que Krul repitió una y otra vez pero si lo analizaba mejor, el tacto del azabache sobre su abdomen no lo incomodaba.

Al contrario, lo estremecía, lo ponía nervioso, le manchaba las mejillas de un color rojizo. ¿Qué era lo que hacía? Nunca le habían hecho nada igual.

Pero tampoco se quedaría callado.

—¿Qué haces, Yuu-chan?

El azabache se separó de él para mirarlo a los ojos, con las cejas enarcadas.

—Jugando.

Mikaela se sentó y comenzó a ponerse el pantalón con cierto bochorno. No sabía qué tipo de juego era pero ya no tenía ganas de participar.

—Pero yo quería jugar con la consola... ¿dónde te enseñaron a jugar así?

—Unos niños...ya sabes, en el orfanato.

El rubio tragó con dificultad. No entendía bien lo que era, pero se veía feo, casi como las escenas prohibidas donde su madre le tapaba los ojos. Probablemente si él no hubiera hablado, el azabache terminaría haciendo algo peor.

Yo seré el seme.『Yaoi/BL』#ConcursoMejorFanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora