Dos

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- La cena se sirve a las 8 y luego tienen una hora antes de apagar las luces - la voz de Emmy no era la que cruzaba el pasillo, debía de ser Alexa. Había elegido el cuarto al final del pasillo, cerca de la ventana que daba vista a la calle de enfrente. El cuarto justo junto a la escalera tenía un cartel que rezaba "Emmy" (razón por la que entendí por qué quería al chico en el cuarto de enfrente). La otra chica no había venido hacia aquí, y no tenía razón para ello, si habían cuartos de sobra para los 3.

La decoración del cuarto era mínima. Las paredes eran verdes y las sábanas blancas, al igual que los demás muebles. Tomé la cama junto a la ventana y empecé a meter mi ropa al armario. El cielo empezaba a oscurecerse de a poco, y el reloj sobre la mesilla de luz marcaba las 7:30, por lo que decidí lavarme las manos y bajar para encontrar el comedor antes de que sirvan la cena.

El baño estaba tras la puerta en medio del largo pasillo que cruzaba el piso superior de la casa. Su decoración se basaba en el verde agua, con hojas y algunas florecillas bordabas en las toallas y pintadas en las paredes, lo único que desentonaba era el aroma a menta. Pino hubiera sido mejor.

El comedor era un salón inmenso ubicado en el lado contrario a la sala a partir de la base de las escaleras, decorado en colores térreos y cálidos, tanto mas acojedor que la sala. La mesa era suficientemente grande para 8 personas, hecha de madera oscura y cubierta con un mantel marrón rojizo que combinaba con el tapizado de las sillas. Me paré en la puerta de lo que supuse era la cocina y me encontré con un cuarto bastante grande, con paredes cubiertas por azulejos gris oscuro, muebles negros y mármol también de colores neutros, la nevera tenía dos puertas y había una isla en medio de la cocina.

Una mujer de mediana edad me sonrió, se limpió las manos en el delantal y se acercó.

- Soy Esther - me extendió la mano y se la estreché también sonriente. Había algo bonachón en su voz.

- Claudia - respondí recuperando mi mano - tu eres... ¿la cocinera?

- Ama de llaves, - ella rió - pero cuando ustedes, chicos, están aquí soy algo así como la supervisora.

- No entiendo que significa eso.

- Significa que ella se asegura de que ustedes hagan las tareas correctamente - alguien habló detrás de mi y me volteé para encontrarme con Alexa.

- ¿Nosotros? - fruncí el ceño y Esther rió detrás de mi.

- Si - Alexa sonrió - ustedes mantienen esta casa funcionando; limpia, ordenada, con comida y el patio cuidado. Esther les da la bienvenida, pero de ahí en mas depende de ustedes.

Debí quedarme al menos 5 minutos mirándola con gesto incrédulo. ¿Que nosotros debíamos limpiar y cocinar?... maldita sea esa mujer que encontró un castigo en las tareas domésticas. Mantener este palacio limpio de seguro era un trabajo de tiempo completo.

- Ayuda a Esther a servir la cena, por favor - dijo la rubia saliendo de la cocina, luego sentí la mano de la mujer en mi hombro.

Tomé de sus manos los platos llenos de puré de patatas, ensalada primavera y carne roja. En el comedor la chica pelirroja terminó de acomodar los vasos en la mesa y se sentó, el tal Ivan estaba frente a ella, Emmy ocupaba la cabecera y Alexa a su izquierda, dejando un lugar libre frente a ella, que supe era para mi o para Esther.

Dejé frente a Emmy y Alexa los platos y volví a la cocina en busca de uno para mi. Esther me lo entregó y me dijo que me sentara frente a Alexa, ella se sentó junto a la pelirroja.

Emmy levantó su tenedor una vez que Esther se acomodó, y recién ahí nos sentimos con la tranquilidad suficiente para comer. Emmy se veía complacida, quizá porque, por mas que fuéramos una partida de delincuentes juveniles, teníamos modales en la mesa. O tal vez simplemente le gustaba la comida.

- Mañana la maestra estará aquí a las 8, así que sean puntuales.

- ¿Maestra? - murmuró la pelirroja con gesto extrañado, y Emmy se lo devolvió.

- Por supuesto, Tamara. No tienen permitido salir a la escuela, pero van a continuar la secundaria aquí - genial... ni en mi maldita cama estaré a salvo de profesores y clases.

- ¿Y los que terminamos? - el chico tragó y entrelazó sus dedos frente a su rostro.

- Cuando termines el semestre que te falta, serás libre de disponer de tu mañana como te plazca, Ivan. Por mientras, espero puntualidad - me concentré en mi plato, ignorando lo que sea que Emmy seguía diciendo.

- ¿Claudia? - levanté los ojos, encontrándome con todos los ojos de la mesa fijos en mí - estás muy callada.

- Nunca he sido muy conversadora - respondí con una sonrisa.

- Es una lástima. Tienes una bonita voz - el chico, el tal Ivan, me sonrió, y me limité a observarlo con gesto divertido, cosa que siempre hacía cuando me lanzaban un cumplido.

Ignoré los intentos de Emmy de que conversáramos, hasta que la cena terminó y la dueña de la casa nos pidió que recogieramos la mesa.

- Esther, nos has dado una bienvenida cálida, ¿por qué no te relajas y nosotros nos encargamos de arreglar esto? - ambas chicas fulminamos a Ivan con la mirada, él solo guiñó el ojo y nos observó con un gesto muy fácil de leer: paciencia.

Esther sonrió, dijo que no podría, el chico le insistió y finalmente se fue.

- ¿Que nosotros arreglamos esto? Tú lo harás - dijo la pelirroja subiéndose a la isla de la cocina.

- Seguro, yo lo hago. Solo quería a las celadoras lejos por un rato - se recostó contra el borde del fregadero mirándonos a ambas - pensé que como estamos condenados a estar aquí podríamos intentar llevarnos bien.

- Pensaste que como estamos condenados a estar aquí tenías que aprovechar la oportunidad de acercarte lo mas que puedas a las señoritas - sonreí, y él hizo lo mismo.

- Tú ya me conoces, - asintió con la cabeza - pero yo a ti no. A ninguna de hecho - miró a la pelirroja.

- ¿Y sugieres que charlemos ahora?

- Hay que limpiar esto - señalé con la cabeza los platos que descansaban en la mesada junto al fregadero - lavar, secar y guardar me parece un trato justo.

- No para quien lava... - empezó a decir Ivan.

- Tu lavas - la pelirroja le sonrió, y la acompañé. Él solo se encogió de hombros abriendo la llave del grifo. Tomé la toalla que encontré colgada junto al fregadero y la chica abrió gavetas buscando donde guardar los platos.

No hablamos mucho por el resto de la noche, no me sentía realmente incómoda en este lugar con estas personas, pero si era sincera, sentía una bola de molestia creciendo en mi pecho y tapándome la garganta. Llevaba en esa casa menos de 5 horas y estaba más que ansiosa por salir de ahí.

Subimos las escaleras con paso pesado, arrastrando los pies escalón a escalón. Me apresuré a mi cuarto, suspiré con pesadez y tomé el pomo de la puerta.

- Buenas noches - murmuré con resignación.

- Buenas noches - respondieron detrás de mí y entré a mi cuarto cerrando la puerta. Descubrí que no tenía llave, nada sorprendente, aparté mi maleta y me tumbé en mi cama, comprendiendo la resignación que había percibido hacía un rato.

Mañana sería nuestro primer día en cautiverio.

Casa Harrison para jóvenes problemáticos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora