Ivan

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Las ruedas del auto chirriaron furiosamente contra el pavimento, y el vehículo se detuvo con una sacudida. Los brazos de la chica a mi derecha se enrroscaron alrededor de mi cuello y la puerta del auto se abrió a mi izquierda y manos se pusieron a palmotear mi espalda y desarreglar mi cabello. Bajé cuando ella me soltó y mi padre me atrajo hacia él para abrazarme.

- Ve a reclamar tu premio - dijo soltándome. Asentí y caminé con paso firme entre las personas que se agolpaban alrededor de los autos hasta el nissan que acababa de ganar. No era precisamente un auto muy visto en mi negocio, pero uno era libre de correr con lo que quisiera, y el tipo que quiso competir conmigo, o era tonto, o quería deshacerse del auto, era muy obvio que yo ganaría con facilidad, y así fue.

Golpeé con los nudillos la ventanilla del carro, el sujeto dentro me miró y abrió la puerta.

- Buena carrera - murmuró con gesto resignado.

- De las más sencillas que he corrido - asentí y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

El tipo suspiró y me entregó las llaves, las levanté a todo lo que daba el largo de mi brazo y la mano de mi padre se alzó con el pulgar levantado no muy lejos de mi.

Yo corría por dos cosas: por dinero, y por adrenalina, desde mi primera carrera me volví adicto, la necesitaba demasiado. Me pasaba el día esperando a que el tipo que las organizaba llamara a mi agente, luego papá me transmitía el mensaje y ahí empezaba la diversión.

Había ganado y perdido muchos autos y mucho dinero en los casi dos años que llevaba corriendo, pero había aprendido a ahorrar. En este momento tenía al menos diez mil en el banco y tres autos en mi cochera esperando ser vendidos. Corrijo: cuatro autos en mi cochera.

La mano de mi padre se posó sobre mi hombro y me obligó a encararlo.

- ¿La celebración será aquí o... ?

- Averigüa a dónde irán los chicos - murmuré y extendí mi brazo hacia la chica detrás de mi padre, la muchacha rubia cuyo rostro había visto en cada curva en el auto. Envolví su cintura con el brazo y ella pasó sus brazos por mi cuello - Voy a llevar a... - levanté las cejas pidiendo auxilio.

- Liz - dijo ésta con una risita.

- Voy a llevar a Liz a comer algo y los alcanzamos. ¿Te parece? - me volteé hacia ella, y mi nariz terminó a pocos centímetros de la suya.

- Me encanta la idea - murmuró agitando las pestañas y se deshizo de mi agarre tomando mi mano - ¿Vamos en el juguete nuevo? - me arrastró hasta la puerta del acompañante y recostó la espalda en el auto y mi padre me extendió la llave. Me acerqué a abrir la puerta, presionándola contra el auto.

- Señorita - me alejé y le abrí la puerta, ella se sentó con una sonrisa coqueta en los labios, cerré la puerta y me dirigí tras el volante.

- Los veo en el estacionamiento de las afueras - papá me miró con ese aire de jugador de poker que solía adoptar en este tipo de situaciones.

- Donde siempre, entonces - le sonreí y arranqué haciendo rugir al motor. Quienes estaban alrededor se abrieron como si de un portón se tratara y mis conocidos golpeaban el techo de auto mientras pasaba.

Tomé la salida hacia la autopista, quería saber si como corrió era todo lo que daba o si me la estaba poniendo aun mas facil de lo que era, sin embargo apenas alcancé 80 kph y unas luces azules y rojas aparecieron detrás de mi.

Vi la ansiedad instalarse en el rostro de la chica y le sonreí.

- Tranquila, nena. Ni siquiera iba rápido - me orillé y esperé tranquilo a que el oficial se acercara a mi ventanilla.

Casa Harrison para jóvenes problemáticos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora