Siete

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Resultó que la señorita maestra solo aparecía por la casa dos veces a la semana. El resto de las mañanas, o bien estaban libres para nosotros, o bien habían actividades organizadas por Emmy y focalizadas en desviar la energía que utilizabamos en actitudes que la sociedad reprobaba y bla, bla, bla, basura psicológica, bla, bla, bla.

Emmy nos había explicado eso durante el desayuno, le pregunté en específico que tenía planeado, y luego de la cháchara que acabo de explicar, dijo que aun faltaba alguien en la casa, y que hasta entonces deberíamos aprovechar nuestro tiempo libre.

Abril lo había hecho.

Estuvo hasta media noche leyendo un librito con su lámpara de noche. Me puse una almohada en la cabeza y me cubrí con mis sábanas, porque nunca pude dormir con luz. Esta mañana me levanté con cara de querer asesinarla y semi despierta ella me dijo con el ceño fruncido que eran las leyes de tránsito. No me lo esperaba, por lo que anduve medio dormida tratando de alcanzar el baño primero.

- Ivan... - la vocecita de Abril sonaba un tanto mas profunda que de costumbre - mi examen de manejo será la próxima semana y Emmy me dijo que podía practicar con uno de los coches de aquí. ¿Tienes permiso, verdad? Necesito un tutor.

- Por supuesto - dijo el chico de inmediato con media sonrisa en el rostro. Me reí sonoramente, y ambos me miraron, ella confundida y él molesto.

- Tiene el permiso suspendido - expliqué, y la rubia suavizó su expresión, quedando un poco pensativa.

- Aun así sé conducir - ahora era él quien fruncía el ceño, mucho más molesto que confuso.

- No lo dudo, Dominic Toretto - me crucé de brazos y procuré hablar con acento italiano al pronunciar el nombre del protagonista de rápido y furioso.

- ¿Entonces vienes también, Clau? Necesito alguien con licencia - la analicé unos momentos. Parecía sincera.

- Am... Claro - mi respuesta parecía mas una pregunta que una afirmación. Aunque mi confianza aumentó un tanto cuando ella sonrió.

- ¡Ah, ah, ah. Yo adelante! - me congelé en mi lugar y levanté ambas manos a los lados de mi cabeza en gesto de inocencia cuando la voz en gritos de Ivan me sobresaltó. Estaba apunto de abrir la puerta del copiloto, pero él apareció a mi lado a la carrera y se metió al auto bajo mi mirada incrédula y mi ceja arqueada. Solté un suspiro y subí a la parte trasera de la camioneta mientras Abril se acomodaba tras el volante.

La rubia acomodó su asiento, sus espejos, se fijó en el parabrisas, en el tablero, en cada rincón del coche, buscó las palancas, se agachó a asegurar cual era cual entre los pedales y siguió girando sobre su eje como un trompo mientras Ivan y yo la mirabamos en silencio con cara de póker. Aunque él parecía mas divertido que yo. Finalmente Abril apoyó la espalda en el respaldo de su asiento y se puso el cinturón.

- ¿Todo listo? - él saco su codo por la ventanilla y recostó la cabeza contra el asiento, mirando a la chica con gesto entre divertido y enternecido.

Abril se limitó a sonreír, luego arrancó el motor.

- Dale un par de vueltas a la manzana y vuelve sin estrellarte con nada - la rubia contuvo el aire un segundo antes de soltar y suspiro y poner la palanca en la reversa para que el auto retrocediera con un pitido regular e intermitente hasta la calle. Puso la palanca en "D" y el auto obedientemente fue hacia adelante cuando su pie presionó el acelerador.

Un auto automático no me parecía lo mejor para comenzar. Yo había aprendido con uno de velocidades, y era mas complejo. Mi padre siempre decía que empezara por lo difícil, y entonces un cacharro automático sería un juego de niños.

Casa Harrison para jóvenes problemáticos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora