Catorce

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– ¡Sábado de limpieza! – la voz de Tamara retumbó por la casa, seguida de cerca por la risa de Esther – andando lirones, ¡Arriba y muevan ese trasero, que aquí la ropa no se lava sola!

Abrí los ojos y pegué un salto cuando golpeó nuestra puerta para abrirla de una manera no muy delicada y sin ninguna consideración para con la gente que sigue dormida hasta las... mierda, si no son ni las 8 de la mañana.

– Tamara, me cago en ti – murmuré entre dientes levantándome de mi cama cuando la pelirroja encendió la luz, entrando al cuarto.

– Me amas Claudia, ¡Ahora mueve ese culo! – dijo lanzando una almohada sobre mi rostro. Hizo lo mismo con Abril y salió de vuelta al pasillo, seguro para despertar a los chicos. Casi podía oír desde ya las maldiciones a los gritos de Ivan.

– Chicas... – Emmy golpeó con delicadeza nuestra puerta con los nudillos al avez que asomaba la cabeza por el umbral – aseénse un poco y las veo en el comedor, ¿vale? – sonrió y se alejó. Miré a Abril darse vuelta en la cama y tratar de seguir durmiendo.

– No parará hasta que te levantes – dije con mi voz matutina rasposa.

– jum... – fue su única respuesta.

Salí del cuarto y recorrí el pasillo hasta el baño, toqué a la puerta y como ya estaba acosumbrada a tener que esperar no me di cuenta de que nadie había dicho "ocupado" hasta después de un rato. Lavarme la cara fue lo primero que hice, para luego mirarme al espejo, tenía los ojos hinchados y ojeras empezaban a marcarse oscuras bajo mis ojos, llevaba un par de noches sin dormir, justo la noche anterior habíamos salido a conseguir algo de alcohol, que ahora se enfriaba en el congelador del sótano que habíamos descubierto hacía unos días.

Me di una ducha rápida y sali al pasillo envuelta como una bata, dejando a Abril el baño libre. Carla bajaba las escaleras arrastrando los pies, con el mismo gesto de sueño que yo.

Cuando llegamos al comedor Emmy y Esther esperaban a la mesa con una taza de café cada una, Emmy mirando su reloj con gesto preocupado.

– Chicos, los dejo con Esther, ¿bueno?... tengo que estar en otra parte en 20 minutos – antes de levantarse e ir hasta su oficina, la oí marcharse por la çpuerta de enfrente poco después... ¿algo que hacer antes de las 9 am un sábado?... era esclavizante dirigir una cárcel sofisticada, al parecer.

– Buenos días, Esther – dije yendo a la cocina a por algo de cafeína.

– Buenos días... y no se entretengan con el desyauno, tenemos mucho que hacer.

Esther volvió a hablar cuando estuvimos todos sentados a la mesa.

– A ver, vamos a dividirnos en equipos, porque es "limpieza", no solo "lavandería" – dijo la mujer, refiriéndose a Tamara, quién estaba junto a la puerta, ya habiendo desayunado y esperando pacientemente con los brazos cruzados y un cesto de ropa junto a los pies –  Abril se encarga de la ropa...

– Ya llevo un cesto, Esther. Terminaré esto o moriré – Tamara habló con voz hasta y animada. Esther sonrió por demás contenta.

– Entonces... queda sacudir... como la casa es grande – "enorme" escuché a Carla detrás de mi – pueden hacer eso y llamo al jardinero – ella nos observó a los 4 que quedábamos sin quehacer. Me fijé en los rostros de "los hombres de la casa", no se veían animados en lo más mínimo, por lo que me apresuré a tomar el brazo de Liam por debajo de la mesa para luego jalarlo, se inclinó ante mi gesto y acerqué la boca a su oído.

– Si ustedes no hacen la jardinería el jardinero encontrará las escaleras que tenemos ocultas entre los arbustos – lo solté y volví a mi posición. Él lo sopesó unos segundos y se inclinó hacia Ivan.

Casa Harrison para jóvenes problemáticos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora