Claudia

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- A ver, esto es lo que haremos - tomé sus codos entre mis manos y la jalé hasta la cama, me saqué los zapatos y me lancé al colchón para sentarme con las piernas cruzadas como indio, Micaela se sentó frente a mi con aire atento, concentrada en lo fuera a decirle.

- Vamos a comprar las entradas para la pelicula mas infantil que haya en cartelera y buscaremos en silencio hasta encontrar la sala correcta. Solo mantente atenta a los acomodadores.

- Igual luzco como una mocosa...

- Eres una mocosa - murmuré con media sonrisa en el rostro y ella me lanzó una almohada - también puedo ponerte algo de maquillaje... veremos que hacer...

- Pero vamos a ver esa película. Por cierto... ¡Dame mi libro de vuelta! - tomó otra almohada y volvió a golpearme, de lleno en el rostro y como si fuera una cachetada, tomé la que ella me había lanzado y la usé para defenderme de sus ataques asesinos, devolviendo el golpe cada vez que tenía la oportunidad. Me arrastré por la cama, presa de golpes despiadados con el filo feroz del borde de la almohada, me esforcé en que mis pier tocaran el suelo, pero mi trasero lo consiguió primero, por lo que me arrastré de espaldas hasta algún lugar que pudiera brindarme protección.

Estaba debajo de la cama, usando el docel a los pies de esta para cubrirme, cuando Nicol apareció en la puerta y nos miró a ambas con gesto despectivo. Ella siempre esparcía rumores sobre mi en la escuela, y si había alguien en este mundo que era mi polo opuesto era esa petisa que usaba shorts cortos y deshilachados combinandolos con zapatillas de hebillas. Esas cosas eran horribles, eran como zapatos ortopédicos, y de serlo terminarían destruyendo su columna. Dile hola a la joroba, Nicol.

- Mamá quiere hablar contigo, mica - murmuró y desapareció por el pasillo. Micaela suspiró con fastidio y tras tirar su almohada a la cama salió del cuarto. Dejé también la almohada que sostenía en la cama y bajé las escaleras camino al patio trasero, lugar que habitaba el único ser, además de Micaela, que se alegraba con mi prescencia.

- ¡Darwin! - murmuré agachandome para quedar a nivel del pastor alemán que se acercaba a la carrera, con la lengua afuera y agitando la cola.

El animal me alcanzó agitando la cola de manera tal que su cadera se movía también, acepto mis manos en su lomo antes de tumbarse en el piso boca arriba, rogando silenciosamente que le rascara la panza.

Ese perro era apenas un cachorro, yo misma lo había adoptado de una granja y traído como regalo de cumpleaños para Micaela. Era el cachorro mas grande de la camada, pero también el mas juguetón, y en pocos meses había crecido hasta convertirse en un gigante, en apariencia demasiado manso, pero estaba entrenado para ser un guardián de primera.

- ¿A ti solo te rascan la panza cuando yo aparezco, verdad? - el animal me miró aun con la lengua fuera, jadeando por la carrera y disfrutando de mis atenciones, tanto que sacudía la pata trasera cuando rascaba sobre sus costillas. Mi padre siempre decía que cuando hacía eso el perro "tocaba la guitarra".

Me senté en el césped como indio y apoyé mis codos en mis rodillas mientras mis ojos se paseaban por el patio, desde el jardín oriental, hasta la cascada que ocupaba la pared posterior, con la piscina justo enfrente, había saltado desde esa cascada mas de una vez. Sonreí ante el recuerdo.

El año pasado, cuando Micaela Solandres se acercó a hablarme me imaginé que era una versión en miniatura de su hermana, pretenciosa, falsa e insufrible, aun peor por ser dos años menor que yo, pero resultó ser una mini yo, aunque mas osada, con menos pelos en la lengua y que por años de vivir con su hermana, se había convertido en una persona decidida, con cierta tendencia a llevarle la contraria al mundo, pero eso era justamente lo que admiraba de ella, que no se conformaba, no seguía la corriente, era original a su propia manera, y no tenía miedo de corregir lo que ella consideraba erróneo, o de enfrentar lo que le causaba temor. Me habia sorprendido descubrir su personalidad tan marcada e intensa, y eso que apenas tenía 14 años.

Casa Harrison para jóvenes problemáticos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora