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Mi madre pensaba que era lesbiana.

Grandioso.

Después que me acomodó con el sobrino de su jefe, quien por cierto, masticaba con la boca abierta, escondía su servilleta en su camisa de estilo babero, y robaba lo último de la cena, no había pensado que podría ponerse peor.

Supongo que eso es lo que pasa por ser optimista.

—Nunca más —había dicho mamá después del incidente de la subasta el verano pasado. No terminó bien— Nunca te pondré con alguien de nuevo.

—¿Lo juras solemnemente? —le había preguntado.

Ella había asentido.

—En lo que a ti concierne, Sally Sue Spitz, terminé. Colgaré los guantes de emparejamiento contigo a partir de hoy.

Lástima que le hubiera entregado esos guantes a alguien aún más entrometido.

Daisy Wilkins llamó a la puerta, precisamente a las 17:30 mamá la dejó entrar con una enorme sonrisa y la presentó como la hija de Stella Wilkins, la excéntrica peluquera de mi madre, y agregó:

—Es de Nueva York. —No conocía a todos en nuestra pequeña ciudad (a pesar que se sentía así a veces), pero hubiera sabido que Daisy no era de Chariot con sólo mirarla. Ese mohawk gritaba que era de la gran ciudad.

—Bonito cabello —dije, mientras nos sentábamos a cenar. Las puntas rosadas eran puro punk, pero las raíces rubias blanqueadas eran positivamente Malfoy. No cualquiera podía lograr eso.

—Bonita sonrisa —contestó ella, lo que me pareció dulce. No todos los días recibías un cumplido de esa manera, y menos de una completa extraña.

Mi madre parecía contenta, y había asumido que era porque había puesto una gran cantidad de dinero en mi sonrisa con frenos y retenciones que había llevado durante tres años.

Estábamos a punto de terminar la cena, cuando las cosas tomaron un giro extraño.

—Entonces, Daisy —dijo mamá— ¿Tienes una fecha para el baile? Sabes, Sally todavía no tiene a nadie con quien ir.

Mentalmente puse los ojos en blanco. Gracias, mamá. Vamos a hacer publicidad que diga: Sally Spitz, solitaria de su clase, presidenta del club alemán, votada como la más probable que termine sin novio, hasta el fin del tiempo.

—Todavía no —dijo Daisy, recogiendo sus patatas.

Ella no lo dijo, pero sospechaba que Daisy era vegetariana. No había tocado su carne, y su bolso tenía un parche de color rosa brillante con la palabra PETA. Además que las miradas sucias que le daba a la carne en el plato eran pistas bastante grandes.

—¿Escuchaste eso, Sally?—Mamá alzó las cejas— Daisy tampoco tiene ninguna cita.

—Hmm —dije, tratando de alcanzar mi agua, mirando de nuevo el reloj.

¿Cuándo llegaría el último puto emparejamiento de Hooker? Mi mejor amiga, Lillian Hooker, tenía sueños de convertirse en casamentera profesional, que por desgracia significaba que era su proyecto especial. Los chicos harían cualquier cosa por ella. Eso incluía una cena con su mejor amiga y ver a la madre de su mejor amiga los domingos. La "cita" de esta noche ya estaba una hora retrasada.

No es que quisiera encontrar a otro tipo en la larga lista de arreglos, pero la parte meridional se rebelaba ante la idea de su rudeza. La parte femenina sólo estaba marcada por haber sido levantada.

—¿Tal vez podrían ir juntas?

Me atraganté, con los ojos llorosos.

—¿Qué?

Adorkable |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora