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Está bien, sabía que habría algo de problema. Pero en serio, ¿era realmente necesaria esa sonrisa tan amplia?

Harry estaba apoyado en mi casillero, su metro ochenta de alto relajado, el negro cabello
ondulado rozando las puntas de sus orejas, mirándome mientras caminaba hacia él por el pasillo.

No era como si sólo pudiera darme la vuelta y correr. Tenía que ir a buscar mis libros para el próximo periodo, y él estaba en el camino. Sus ojos, los que conocía tan bien como los míos, estaban nadando en alegría, con una expresión expectante.

Decidida a borrar la sonrisa de su cara, dije:

—Hola, Harold. ¿Cómo te va?

Palideció.

—Por Dios, Sal. No tan temprano en la mañana, ¿sí?

Sonreí. Harold Edward Styles Cox, también conocido como Harry, siempre había odiado su nombre de pila. Con un nombre así incluso quería odiarlo, y era mi mejor amigo. Por suerte, Harry había escapado de ese trago amargo con un apodo asesino. Nacida con el apellido "Spitz", no había ninguna esperanza para mí. Desde primer grado en adelante, mis compañeros se negaron a llamarme de otra manera.

—Entonces, ¿qué pasó? —dijo, enderezándose al llegar junto a él. Harry se agachó para mirarme, pero evité su mirada— Oh, por favor, no podría haber sido tan malo. ¿Qué tenía este tipo, dedos del pie palmeados o algo así?

Me reí.

—¿Cómo puedo saber?

—¿Te escupieron otra vez? —Negué. Se pasó una mano por el grueso cabello, pero como de costumbre, cayó de nuevo en sus ojos— Honestamente Sal, no me puedo imaginar qué sea peor que eso. ¿Qué hizo? Ya sabes, voy a seguir preguntando cada cinco segundos hasta que lo digas.

Suspiré. Bien podría acabar de una vez. Ninguna cantidad de retraso iba a cambiar los hechos, y Harry era lo suficientemente terco para cumplir esa amenaza.

—Ella no ha hecho nada —le dije— Fue la situación la que fue rara.

—¿Ella? —repitió Harry y se iluminó con una amplia sonrisa — ¿Cuál es su nombre? ¿Es sexy? ¿La conozco?

Típico de Harry, pensé. Solo él haría esas preguntas, en ese orden, después de haber oído algo como esto.

Cerrando mi casillero, me dirigí para mi primera clase. Con sus largas piernas, Harry me alcanzó en un santiamén.

—Sal —persuadió, empujando mi hombro. La gente a izquierda y derecha lo llamó, pero después de reconocerlos, Harry se volvió hacia mí— No te enojes, Sal. Siempre he sido muy curioso. No me puedes odiar por eso; nací de esta manera.

Y esa era razón por la que no podía estar enojada con Harry por mucho tiempo. Era simplemente imposible.

—Su nombre —dije en respuesta a su primera pregunta—es Daisy. ¿Y cómo debería saber si era sexy o no? Sin embargo tenía una linda cresta. En cuanto a si la conoces o no, es la hija de Stella.

—¿La peluquera? —Asentí, y el aspecto de Harry se volvió reflexivo— Creo que podría haberla visto una o dos veces. Figura alta y decente, ¿piercing en la nariz? Maldición, Sal. ¿Qué hizo que Lillian creyera que era tu tipo? —Se rió— ¿Tienes un fetiche secreto de chico malo que debería saber?

—¿Quieres decir chica mala? —murmuré.

Harry negó.

—No lo entiendo. ¿Cuál es el problema?

—El gran problema es Hooker organizándome una cita con una chica.

Harry se encogió de hombros.

Adorkable |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora