Prólogo

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Una ciudad tan grande. Tanta gente, tantas vidas. Millones y millones y entre ellas simplemente una más: la mía.

¿Por qué se vive tan apurado en lugares como este? Fuese porque fuese es algo nuevo para mí. Y lo nuevo me encanta.

Al acostumbrarme, ¿mejoraría mi estadía aquí o empeoraría aburriéndome?

Mejor no acostumbrarme. No acostumbrarme a bajar tres pisos en el ascensor y caminar hasta la estación de trenes y verme obligado a estar pendiente de un reloj para llegar con tiempo a tomar el colectivo que me llevará a donde debo llegar finalmente.

Como es de suponerse en todo este trayecto se encuentran las miles de personas que me cruzo por la calle.

Es verdad: tengo a mí alrededor un mundo diferente, ¿pero cómo es que no extraño aquel? Simple: el mundo más importante para mí no cambió en absoluto: mi mundo era el mismo.

Y es por eso, porque sigo en mi mundo, que en un lugar dónde no sos más que uno en millones, pude encontrar esta historia.

Una historia de regalo, porque nunca decidí buscarla (ni mucho menos encontrarla).

Tal vez haya tenido mucho que ver en no haberme olvidado de nadie.

Pero siempre hay algo que aprender y eso ni se busca ni se encuentra. Sólo algunas veces se aprende sin querer.

Como en todo hay algo de verdad y de fantasía, un tanto de tristeza y otro de ilusiones, un poco de vida y otro poco de muerte; porque así funcionan las cosas aquí: en mi mundo.

Algunos leerán esto y dirán que estoy hablando de muchas cosas que le pasan a todos. Otros leerán esto y se asombrarán de que esto exista. ¿Saben por qué? Porque en esta vida, muchos somos los que ignoramos mucho.

Hay momentos en que toda persona debe saber. Porque si sabe puede opinar, hablar, criticar... y lo más importante: puede cambiar lo que está mal.

Por eso esta historia también me sorprendió a mí. Porque a partir de ella conocí cosas que hay que cambiar, aprendiendo primero de ellos, los chicos especiales (en vez de enseñarles a ser como los normales).

Esta historia, como ya dije, no la busque, no la encontré, no estaba en mis planes, pero... ¡cuánto la necesitaba!

Como siempre: espero que aprendan de ella.

Andrés Avendaño.

Algún mes del 2002

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