《°4°》

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-Samanta Mondragón-

En cuanto escuche aquel sonido sabía que venían por mi. Me pare lo más rápido que pude y desde la distancia observe las aeronaves acercándose a gran velocidad. Maldición.

Baje por la cuesta de la montaña y emprendi carrera hacia lo desconocido. Mis brazos y piernas no tiene la misma fuerza, no he comido ni bebido y tampoco he descansado bien, aun así corro con lo que me queda de masa muscular.

Mis pies me queman sobre el cuero de las botas y el calor hace que mi velocidad disminuya rápidamente. Muevo brazos y piernas subo por la cuesta de otra montaña a gatas y bajo derrapando por la misma.

Escucho un disparo y la bala pasa por encima de mi cabeza. Quieren aniquilarme. Volteo sólo unos segundos hacia atrás donde las capitalistas bajan desde las alturas para alcanzarme sobre tierra. Se acercan, se acercan.

La desesperación corre sobre mi garganta. Debe de ser el fin. No tengo a donde huir. Me tropiezo con mis propios pies y caigo por la ladera. Mi cara se quema al igual que mis manos. Termino por ver el cielo azul boca arriba. Me intento parar pero mi herida se abre, sangra. Lanzo un grito ahogado.

La adrenalina se pone de mi lado, me da una escapatoria más. Ya no puedo. No tengo fuerzas para nada.

¿Y si me rindo?

El pensamiento me cruza fugazmente por la cabeza. Es buena idea, di todo de mi, luche, mate, sacrifique, hice lo que estuvo a mi alcance aunque ahora ellos intenten matarme.

Me arrastro por el suelo. Escalo, mis manos se hunden dentro de la tierra a fuego, lucho por seguir aunque sea unos metros más.

-Detente ahí- una voz me advierte a mis espaldas. Dejo de huir y lo enfrento de cara a cara. Son por lo menos diez, todos apuntandome.

-No pensé que los leales capitalistas fueran perros del dictador-

-No lo somos, venimos a matar a una traidora. Se conoce que fue tu culpa la matanza dentro de ciudad Cúspide, es por eso que estas en territorio rebelde- vaya coartada. Mentiras por aquí y por allá.

-Es absurdo- digo- ¿Porque estaría del lado que mató a mis padres?

¿Es así?

Ellos se callan, lo meditan unos segundos paea luego contestar.

-Nuestras órdenes son matarte no escucharte- le quita el seguro de su pistola. Siento la línea de trayectoria cruzar el aire y quemarme en la frente, se aseguran de que deje de respirar, o de cualquier otra cosa.

Niego con la cabeza.

-Perdonen por estar en una situación difícil pero, ustedes son los que están mal, el Dictador me usó así como los utiliza a todos ustedes- digo, las palabras se me salen- Mirenme, apenas y tengo quince años.

Ellos se miran. De repente siento como mi cabeza me palpita. Me agarro el pecho ya que una onda de ardor me corre por el mismo. Mis piernas dejan de funcionarme y caigo hacia atrás. Escucho disparos, no se si alguno me ha dado.

Mi abuela decía que después de la tragedia venía el silencio, y después venía la felicidad. Pero yo no se cuando podré obtener una felicidad verdadera, mi vida es una continua tragedia, ¿cuando acabara este círculo sin fin?, una y otra ves.

El cielo es azul, con las nubes flotando. Me quedo mirando aquel paisaje. Los capitalistas no vienen por mi, luchan contra algo.

Alguien

No me puedo ya mover, siento la lengua seca, ya no tengo saliva. Debajo de mi la tierra amarilla arde con fuerza. Con demasiada fuerza que siento el calor penetrarme la nuca.

A mi izquierda observo sombras negras recorrer las montañas amarillas. Disparan y corren hacia mi, hacia nosotros. Uno de ellos llega y me ve desde arriba, sus ojos obscuros son lo único que veo detrás de su pañoleta negra sucia. Me toma con cuidado de rodillas y detrás de mi espalda. Me sube como si no tuviera peso. Mis ojos están abiertos pero tengo la mente en blanco.

No se lo que pasa.

Todo suena lejano.

La "sombra" me lleva cargando, nos distanciamos de aquella batalla. En la distancia veo como las personas se pelean. Mi conciencia comienza a desvanecerse.

Lo último que recuerdo, es a aquella sombra negra cargandome como si fuera valiosa.

Alejandome de los de traje blanco

RebeldesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora