Capitulo 13 - Tormenta

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Después de la despedida nada cálida, Silvia decidió no molestar más a Jorge. Él, a su vez volvió a encerrarse en su burbuja de nuevo. Pero esta vez las cosas fueron aún peor. Había quedado molesto por Silvia tratar de involucrarse de esa manera en su vida, pero se había arrepentido de la forma en que la había tratado.

Ella sólo estaba tratando de ayudarlo y él le hizo daño. No sabía lo que ocurriría después de su actitud. Sólo esperaba que ella no se olvidara de él tan rápido.

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Hacía días que Jorge no se levantaba para nada, excepto para ir al baño y comer. Se sentía solo, la soledad estaba devorándolo y sabía que era en parte su culpa. ¿Sería así para siempre? Pero no había manera de arreglar las cosas ... O será que había?

Mirando las nubes en el horizonte, Silvia se vio obligada a concentrarse en su trabajo. Tenía mucha correspondencia para entregar, antes de que llegara otra tormenta. En los últimos quince días casi no trabajara por razón de las lluvias, y tenía un buen tiempo que no veía Jorge. Había decidido darle la soledad que anhelaba, por más de que sufriera con esa decisión.

Era bastante tarde cuando empezó el camino de vuelta a casa. Entre sus clientes muchos estaban tan contentos de verla que retrasaban su salida al máximo, para pedirle un montón de cosas y le invitaban a comer. A pesar de que se negaba delicadamente las invitaciones, quedó sin tiempo para cumplir con toda la agenda, así como para escapar de la próxima tormenta.

En el camino, pasó a recordar la conversación que había tenido con su hermano por la mañana.

- Aquí puede ser el lugar donde el tío Carlos descubrió oro - Pablo había dicho, entusiasmado con la ubicación de un nuevo túnel en la mina.

Silvia había sacudido la cabeza. Puesto que él era feliz, no sería ella a quejarse de nada, pero no le gustaba verlo a cavar profundamente en la oscuridad.

- Debe ser una ardilla - dijo riendo.

Ella estaba casi sobrevolando a la casa de Jorge, cuando llegaron las nubes pesadas. Las alas de la avioneta sacudieron violentamente mientras ella trataba desesperadamente de controlar el dispositivo para aterrizar antes de la lluvia caer. Tenía que tomar la dirección del viento para el descenso seguro.

Utilizando de toda su habilidad, ella aterrizó el avión en silencio. Una vez que estaba fuera del dispositivo, se fue a la cabaña. La lluvia ya caía con violencia.

Jorge abrió la puerta antes de que ella llamara.

- Ya ves, parece la chica del correo - dijo irónicamente.

Haciendo caso omiso de la provocación, se detuvo frente a él.

- Estoy empapada - se quejó, entrando y sonriendo a Jorge.

Él le dio una toalla.

Silvia se secó sin mirarlo. Cuando terminó, levantó la vista y se dio cuenta de que él estaba completamente despeinado. ¿Qué hubiera pasado para que él estuviera de esa manera?

Su cabello era largo y muy enredado, y la barba, muy crecida. Sus ojos revelaron una furia evidente.

- No sabe lo peligroso que es viajar en un avión pequeño en una tormenta de este tipo? - Preguntó en un tono de reproche.

Al concientizarse de que Jorge se preocupaba por ella, Silvia tuvo que resistir para no arrojarse en sus brazos.

- A ver si este es el lugar correcto - murmuró, fingiendo leer la dirección de una carta imaginaria. - Uy! el viejo gruñón de Harry Potter! Sí, es aquí mismo.

Ella trató de permanecer seria, mientras observaba.

- ¿Qué has estado haciendo durante el último mes? - Quiso saber Jorge, en un tono quejumbroso.

- He estado dejándote a solas, como dijiste que quería. El gerente general de la oficina de correos no quiere que importunemos nuestros clientes. Es una mala manera de hacer relaciones públicas.

- Entonces, ¿qué haces aquí ahora?

- Necesitaba un refugio hasta que pase la tormenta. Su casa es la que estaba más cerca. Un poco de calor sería maravilloso! - Cambió de tema, caminando a la chimenea. No podía mirarlo, con miedo de reírse.

Jorge la agarró por la barbilla y la obligó a mirarlo a la cara, dijo:

- Su casa está justo allí, después de la montaña cercana.

- Sí - Silvia estuvo de acuerdo, al igual que con el pulso acelerado y la respiración agitada. Su cuerpo se sacudió y sin que ella pudiera controlar.

- Tienes frío - dijo Jorge, soltándola y se dirigió a la pila de leña. En cuestión de minutos, el fuego crepitaba, alejando todo el frío de lo ambiente.

Jorge se dirigió hacia el dormitorio, donde regresó con una camisa de franela en sus manos.

- Toma, no tengo algo más cómodo, pero esta camisa debe servir, si tú quieres quitar esa ropa mojada. La cena será servida en treinta minutos - dijo, dirigiéndose hacia la cocina.

Silvia puso la camisa sobre su propia ropa. No estaba tan húmeda así. Además, ella no confiaba mucho en Jorge ... ni en sí misma.

Luego se quitó los zapatos y se sentó en el sofá, que era del tiempo del señor Francisco, pero con una nueva tapicería. Lo mismo ocurrió con la silla. Un par de mesas, una mecedora y una silla de cerezo completaba el mobiliario de la habitación.

Quedó allí por un largo tiempo antes de ir a la cocina.

- ¿Puedo ayudar?

- No.

Silvia entonces se dio cuenta de que Jorge se había afeitado y se peinado. Y estaba increíblemente sexy ...

- El olor es maravilloso.

- Es bueno saber que soy bueno, al menos en algo. Concluí recientemente que no se molestan en absoluto con mi persona - murmuró, con el ceño fruncido.

- He pasado aquí todos los martes y viernes. No había bufanda colgando en el buzón, y no tenía ninguna correspondencia para entregarte - se defendió, a la espera de una respuesta.

- La cena está lista - dijo, huyendo del asunto.

Entre las MontañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora