Una figura alargada se distingue súbitamente entre la espesa niebla.
Las cenizas que vuelan a su alrededor se apegan a su ropa como imanes, tiñendo de un espeso color negro todo aquello que tocan. Por algún motivo va vestido por completo de blanco, y le parece la elección menos acertada para dar un paseo por esos lares plagados de sombras. Aunque el camisón de hospital no es que estuviera impecable de por sí.
Sus pies descalzos rozan con toda clase de escombros que, por alguna razón, no le hacen ningún daño. Sus sentidos están más bien depositados en las tinieblas que se forman a su alrededor, en el silencio absoluto que inunda el ambiente, únicamente interrumpido por el soplar del vacío. Y por supuesto, esa extraña figura que se alza ante sus ojos.
Sus pasos son lentos pero seguros; no tiene ninguna prisa, no tiene sitio al que ir, y lo último que quiere es clavarse un cristal en la planta del pie. Intenta apartar la neblina de su mirada con las manos, aunque resulta en vano. Lo único que parece disiparla es el acercarse hacia la misteriosa figura, que cada vez muestra más de sus características. Está de espaldas, a juzgar por la posición de las manos, estiradas a ambos lados de la cadera. Lleva una falda ancha y larga que llega hasta el suelo, con lo que parece un cancán, y su melena es tan voluminosa que resulta imposible adivinar la curvatura de su cabeza.
Algo dentro de él le dice que no es buena idea, que sería mejor darse media vuelta, pero por algún motivo no puede dejar de caminar hacia delante. Tampoco es que haya mucho más que hacer en este lugar, y de perdidos al río... A medida que se va acercando a la extraña mujer, una serie de susurros parecen brotar a su alrededor. El problema es que no entiende nada de lo que expresan. Puede que no digan nada.
"¿D-disculpe...? ¿Señora...?" Murmura con un profundo eco, alargando la mano hacia delante.
En cuanto posa la punta de sus dedos sobre el hombro de la mujer, una serie de repetidos golpes resuenan por todo el lugar, haciendo que el suelo tiemble y los escombros vuelvan a quebrarse bajo sus pies.
Charlie se despierta sobre la cama envuelto en sudor frío. No sabría si calificar el sueño como tal, o como pesadilla. Puede que un poco de ambos. Lo que sí que da miedo son los golpes que escucha al otro lado de la puerta, tan oportunos como siempre. Juraría que había puesto el despertador a la hora acertada, pero una de dos; o no ha sonado, o ha descendido demasiado en las profundidades de su subconsciente como para enterarse.
Sea como sea, no tiene más remedio que apartarse las sábanas cuando aún no ha logrado despegar sus propios párpados, pisar el suelo helado sin ningún tipo de protección, e ir a quitar el pestillo de la puerta para recibir a su mañanero padre.
Ahora recuerda por qué lo de despertarse con los primeros rayos de sol no era tan mala idea.
"¿Qué haces que aún no estás vestido, muchacho?"
"Me he quedado..." Murmura, soltando un colosal bostezo. "...dormido."
"¿Quedado? Yo diría que aún sigues ahí. Venga, vamos." Indica con rapidez. "Otras cosas no, pero en este sitio con lo de la comida hay que andarse con cuidado, que vuela."
"Vete yendo tú si quieres... yo voy enseguida."
Su padre lo mira de arriba abajo, probablemente riéndose por dentro por culpa de las pintas que debe de tener. Luego rueda los ojos, diciéndole que se dé prisa y echando a caminar hacia el comedor. Charlie cierra la puerta medio inconsciente, arrastrando los pies hasta el armario. La verdad es que una ducha igual le venía bien para desperezarse, pero ya se la dará luego. Lo que ahora necesita es una taza de café bien cargado y acostumbrarse a este ritmo de vida lo antes posible. Aunque sí que es cierto que hacía tiempo que no dormía tan profundamente.

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Bienvenidos al Desfile Negro
FanfictionTras años de oscuridad y pérdida, Charlie por fin se levanta con la expectativa de poder olvidar por un día la miseria en la que ahora se basa su existencia. Esa misma mañana va a asistir con su padre al célebre y mágico Desfile Negro, con la intenc...