IV

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"¿Hace cuánto que conoces a Gerard?"

Su padre echa un trago lo suficientemente ansioso como para acabarse el whiskey en un suspiro, pero se contiene. Se le nota. Charlie siempre ha apreciado su capacidad para controlarse, tanto como la de poder llenarse el estómago de ese líquido sin ni siquiera parpadear. Y jamás lo ha visto ni siquiera un poco azorado.

"Unos años." Confiesa. "Fue el primero en darse cuenta de que Revenge no sólo suponía un peligro para los humanos, sino para todos. Siempre ha estado obsesionado con él; por su culpa perdió a su familia en los Años Oscuros. A veces parece que se le ha ido la olla, pero... en el fondo sabe lo que se hace. Aunque claro, es un chaval. Nadie le hizo caso hasta hace muy poco." Entonces mira a su hijo con una sonrisa llena de algo parecido a la melancolía. "Tiene unos pocos años más que tú."

"No lo parece." En realidad sí, pero eso no lo va a decir en voz alta.

Por alguna extraña razón, tiene la sensación de que su padre le puede leer la mente, porque sin venir a cuento, suelta una silenciosa carcajada, negando con la cabeza.

"Los dos sois igual de cabezotas. Creo que os vais a llevar bien..." Entonces se termina el vaso por completo.

Charlie se da cuenta de que él ni siquiera ha probado el ron que sostiene entre las manos. Y la verdad es que no está muy por la labor.

"Sigo sin comprender por qué hay que montar todo este jaleo. ¿Es que no podemos descansar por una vez, tener algo de tranquilidad? Revenge ganó la guerra; los Ecos ganaron la guerra, ¿y qué?"

Billie deposita el vaso de cristal con un sonoro golpe, para después fijarse en su hijo, mirándolo firmemente pero con expresión de cariño.

"Eres lo suficientemente listo, sé que en el fondo lo sabes." Entonces gira su cuerpo por completo, apoyando el brazo sobre la barra. "Sólo dime una cosa; ¿odias a los Ecos? ¿En el sentido más estricto de la palabra? Sé sincero, muchacho."

Charlie desearía poder decir que sí. No hacerlo sienta como traicionar a toda su casta, a todos los que en su nombre cayeron tiempo atrás. Pero decirlo en voz alta también hace que le arda la lengua y el pecho, y no sabe muy bien el porqué.

"...no. Tanto como odiarlos no... Eso es mucho decir."

Su padre sonríe ampliamente.

"Eso significa que no todos los humanos odian a los Ecos, así que no todos los Ecos odiarán a los humanos..."

Charlie empieza a comprender por dónde van los tiros.

"La guerra se llevó a cabo por culpa de unas pocas personas con demasiado poder, no por la voluntad del pueblo; obligaron y engatusaron a su gente para librar una batalla que no beneficiaría a nadie salvo a sí mismos." Explica con fluidez. "Los humanos estaban demasiado convencidos de que la ganarían; hasta el momento habían tratado a los Ecos como a la escoria, pero no pensaron en que alguien se aprovecharía de su debilidad."

"Revenge..."

"Tú mismo lo dijiste; los Ecos lo siguieron. Pero no tenían demasiadas opciones... Los humanos los oprimimos hasta silenciarlos, así que ellos decidieron buscar su propia voz. Pero dime, en realidad, ¿en qué nos diferenciamos de ellos?"

Charlie se lo piensa durante unos instantes, intentando encontrar una respuesta acertada. La verdad es que no es una pregunta fácil...

"Los Ecos suelen tener alguna característica fuera de lo común respecto a los humanos. No sé, como alas, pieles escamosas, rasgos fantásticos... Mutaciones."

"Pero tienen ojos, ¿no? Respiran y hablan. Pueden andar, sentir, leer, aprender. Tienen entrañas, huesos, sangre y un corazón."

Entonces se aproxima más hacia su hijo, como si fuera a contarle un secreto militar. O tal vez porque quiere que se quede grabado en la cabeza del chico.

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