Capítulo 2

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Un dolor punzante sobre su cabeza fue lo primero que sintió, y seguidamente una pequeña molestia en su cadera.

Poco tiempo después comenzó a escuchar los pasos de alguien a su lado, yendo de un lado a otro y después el tintineo de cristales al rozarse.

Se sentía como en una nube, como si pudiera escuchar todo lo que pasaba a su alrededor pero su cuerpo no estuviese en el mismo sitio que su mente.

El dolor de cabeza era continuo y cada vez más profundo.

¿Dónde estaba?

¿Qué le había pasado?

No recordaba nada. Y al intentar hacer memoria lo único que consiguió fue empeorar el dolor.

Volvió a oír los pasos que esta vez se acercaban a ella hasta que se detuvieron a su lado.

Esa persona cogió su brazo y después Brie sintió la punzada de una aguja clavándose en su antebrazo. Como un acto reflejo sus párpados se apretaron y su mano se cerró alrededor de lo que parecía una sábana.

-Brielle.- susurró una voz femenina que no había oído nunca. -Tranquila. No hagas movimientos bruscos. Intenta abrir los ojos despacio.

Sus párpados parecieron captar esas órdenes y poco a poco se empezaron a separar. Al principio Brie no vio nada solo una luz cegadora que se abría paso entre la oscuridad, volvió a cerrar los ojos de inmediato, demasiado incómoda por la luz.

-Despacio, Brielle.- volvió a decir la mujer mientras se oía el repiqueteo de cristales.

Volvió a abrir los ojos y otra vez la luz apareció demasiado intensa como para ver nada más. Pero pocos segundos después todo se volvió más nítido.

Sólo vio un techo de color blanco hasta que unos segundos después apareció una melena rubia en su campo de visión.

-Ahí estás.- dijo la mujer con cierta alegría en su voz.

El rostro de aquella mujer se dejó ver tras la gran mata de pelo rubio, lo que sirvió a Brie para cerciorarse de que nunca la había visto antes.

Sus ojos eran de un azul cristalino muy tristes pero muy relajantes a la vez. Tendría unos cincuenta años pues había algunas arrugas en su rostro pero aun así parecía jovial y apacible.

-¿Cómo te encuentras?

Brie no respondió, sólo giró su cabeza para intentar descubrir dónde estaba.

El dolor volvió repentinamente haciendo que tuviera que parar.

Nunca había tenido resaca pero estaba bastante segura que el dolor que estaba sintiendo en aquel instante era peor.

Se encontraba en una cama de sábanas blancas y a su lado había una mesa metálica con jeringuillas y pequeños frascos llenos de sangre. Probablemente su sangre.

La mujer quitó con cuidado la jeringuilla que antes había sentido Brie y que estaba llena de sangre dejándola en la mesilla.

De repente, Brie se empezó a sentir mal, mareada. Como si la habitación se estuviera moviendo de un lado a otro, como si se encontrase en un barco.

Se le nubló la vista por unos segundos y dio gracias por estar tumbada porque sino se habría desplomado contra el suelo.

Odiaba las agujas.

-Incorpórate con cuidado.

La mujer la ayudó a sentarse en la cama y desde ahí pudo ver la habitación mucho mejor.

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