Capítulo 14

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Hudson

El olor a metal oxidado inundó las fosas nasales de Hudson provocándole cierto rechazo y haciendo que su mente se comenzase a despejar.

Oyó varios ruidos de cristales y el sonido de las teclas de un ordenador.

Entonces sus ojos se comenzaron a abrir curiosos.

Lo primero que logró percibir entre toda la oscuridad que había fue la silueta de una persona sentada mirando un ordenador. Pero rápidamente su atención se desvió a la verja que estaba tan solo a unos metros de él.

Estaba encerrado.

Encerrado en una maldita celda.

O en una jaula como un animal.

Se levantó del suelo lo que provocó el tintineo de las cadenas que se encontraban alrededor de sus muñecas.

El sonido captó la atención de la silueta que se dio la vuelta de inmediato.

Era una mujer de mediana edad con una cabellera rubia y unos ojos intensamente azules. Llevaba una chaquetilla de médico de la que sacó un bolígrafo que utilizó para anotar algo sobre una libreta no muy grande.

Sin mediar palabra pulsó un botón negro que sobresalía de la mesa y poco tiempo después una puerta se abrió inundando la habitación de luz y haciendo que Hudson tuviera que apartar la mirada.

Eran dos hombres que llevaban un uniforme como el suyo, pero de color marrón oscuro. Se les veía musculosos y muy altos. Hudson no era un chico bastante alto y aun así esos dos hombres le sacarían una cabeza.

Abrieron la celda en la que estaba Hudson y el hombre moreno le pegó una patada en el estómago antes de que Hudson pudiese reaccionar.

Mientras él se retorcía de dolor, los hombres le quitaron las esposas y le sacaron a rastras de la celda.

Le pusieron en una silla reclinable la cual le recordaba a las de las consultas de los dentistas. Le ataron las manos, los pies y también por la cintura dejándole muy poca movilidad.

-¿Qué demonios hacéis?- preguntó Hudson nervioso.

No hubo respuesta alguna.

El hombre con la bata que Hudson había visto al despertarse se acercó a él examinándole cuidadosamente.

Un ruido les sorprendió a ambos al ver como los hombres uniformados volvían a entrar en la sala con dos chicos. Hudson reconoció a uno de ellos de pelo castaño y ojos azul muy claro casi gris.

Era Ian.

O a lo mejor era su hermano. Era difícil distinguirlos y desde donde estaba no podría ver el nombre en su chaqueta.

-¡Ey! ¿Qué pasa, tío? Te han traído a pasar un buen rato, ¿no?

El chico se limitó a mirarle con el ceño fruncido mientras le encerraban en una celda.

Ese gesto era suficiente para saber que se trataba del hermano de Ian.

El hombre de la bata humedeció la piel cercana al hombro con un algodoncillo que hizo que Hudson se diera cuenta de que llevaba una jeringuilla en su otra mano.

-Oye, ¿qué es eso?- preguntó bastante tenso.

Antes de que el chico pudiese preguntarle algo más el hombre le inyectó el líquido.

Hudson notó el líquido entrando en su cuerpo y esparciéndose como la pólvora.

El médico sacó un cuchillo y antes de que Hudson pudiera siquiera gritar este le cortó la camiseta de principio a fin. Después le puso varios parches sobre su pecho descubierto que parecían estar conectados a un monitor.

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