9. Alejo

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Mientras trabajo en un diseño free lance, me llega una notificación de Facebook:

«Damien aceptó tu solicitud de amistad».

Aunque parezca increíble, la ignoro. Ya pasó un mes desde el beso, un mes en que casi me vuelvo loco, y, peor que loco, adicto a los Lucky.

Me concentro en mi monitor.

Hago este tipo de trabajos para ganarme unos mangos. A mis viejos no les sobra la plata, así que todos colaboran para que yo pueda estudiar.

Mis hermanos siguen ayudando en casa por más que los dos ya viven con sus respectivas familias.

Mi hermano es electricista y su mujer trabaja en la ferretería de mi papá. Mi hermana es maestra jardinera y su pareja, conductor de colectivos. Los cuatro aportan y yo no veo la hora de poder hacer lo mismo.

Estudiar diseño es caro. Dibujar es caro. De momento, soy una esponja absorbente de dinero.

Este trabajo me paga parte del alquiler; no es poca cosa.

Cuando termino las tres propuestas y las envío por mail al dueño del restaurante para que elija cuál prefiere, tengo la vista tan cansada que tengo que ponerme gotitas.

No uso lentes de contacto, nunca los llevé bien. Prefiero mis anteojos rectangulares, de medio marco metálico.

Intenté con el estilo hípster; no funcionó. No me crece la barba. Me tengo que resignar al look nerd.

O Harry Potter.

«No vayas por ahí».

En la heladera hay una nota pegada:

«Cuando leas esto ya me habré ido... A lo de Lore. Vuelvo tarde».

También tengo un mensaje en el celu. Ema sabe que puedo silenciar el teléfono, pero no el estómago. De ahí, su manía de dejar notas en la heladera.

Estoy bastante seguro de que Lore no está en su casa. Creo que esa era la idea de Ema. Me mata que se esté torturando así con Martina; y lo dice un tipo que se niega a abrir su Face con tal de no caer en la tentación de los Lucky convertibles.

Me termino haciendo unos fideos con manteca. No me envidien, es lo único que hay.

Están horribles, pero no me quejo. Me pasa por no ir al súper, no puedo esperar que mi amigo haga todo por mí ¿no?

Nota mental: hacer las compras.

Elijo una peli de terror para ver en streaming —no tenemos tele en casa, usamos mi monitor—, y me acomodo con el plato sobre mi panza, una botellita de agua al lado y el celu a mano.

A la media hora, cuando ya sé que ella está poseída y que el cura que nadie toma en serio es el único dispuesto a ayudarla, claro, sin ayuda de la iglesia, llega un mensaje de Gastón.

Gastón: (imagen)

Gastón: Ese no es tu chico?

Se me cae el plato al piso cuando me paro de golpe. Se rompe en mil pedazos, pero no me detengo a juntarlos; salgo disparado.

Agarro las llaves, algo de plata, el celular que ya tengo en la mano, y me voy.

Yo: Dónde?

Gastón me dice el nombre del bar. Lo conozco, es un lugar copado, de esos que uno la puede pasar bien con amigos, pero también donde es muy fácil ligar.

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora