27. Alejo

12K 810 279
                                    


Es la primera vez en mi vida que digo no al sexo.

No es porque no tenga ganas; todo lo contrario. Estoy sentado, con una media erección escondida bajo la mesa, tomando tereré y rogando que Damien no lo note.

Elegí la peor noche para resistirme. Es una típica noche rosarina de finales de noviembre, se espera una tormenta para las próximas horas, y el split de Damien no da abasto para enfriar los cuarenta metros cuadrados de su departamento.

Dejé la luz apagada para no atraer mosquitos, aunque empiezo a creer que ni los mosquitos se atreverían a zumbar con este calor. La luz de la calle y el resplandor de mi monitor son lo único que alumbra el lugar. Así y todo, puedo ver el brillo perlado de la piel transpirada de Damien mientras intenta dormir.

Está bocabajo, con tan solo un bóxer corto, ajustado y blanco, el pelo húmedo por la ducha y las sábanas enredadas entre los pies.

Debería estar durmiendo como un tronco. Se levantó a las siete, como siempre, fue al gim, al súper, me acompañó a imprimir unas cosas para la facu, cocinó mientras yo hacía un trabajo con Camila y, por el estado de su departamento, diría que lo limpió a fondo. Sin embargo, cada pocos minutos, abre sus ojos y me busca con la mirada soñolienta; siento el momento exacto en que respira aliviado al verme y vuelve a intentar dormir.

Me duele el pecho como si me lo hubiesen pateado. Damien piensa que lo voy a dejar.

No lo voy a hacer, por supuesto que no. Eso es imposible, como vivir sin respirar o algo por el estilo, pero me niego a seguir como la última semana.

Como las últimas dos noches.

Desde nuestra discusión, las cosas empeoraron en lugar de mejorar. Creí que había sido claro en que lo amo y no necesito nada más que a él. ¡Qué carajo me importa si no lo hacemos! ¿Cómo puedo hacérselo entender? Lo necesito a él, no tener sexo. Y lo peor es que sí tenemos sexo, el mejor que jamás tuve en mi vida.

¡Dios! Si de sólo acordarme de anoche... y anteanoche...

Por eso es que hoy tengo que mantenerme firme y pensar el algo horrible para no salta en su cama y hacer el amor. O, mejor dicho, dejar que él me haga el amor. Porque lo hace todo él.

Me debato entre besarlo y pegarle. ¿Puedo hacer ambas cosas?

La noche de nuestra salida, intenté no darle importancia. Llegamos a su depto casi sin aliento, me arrancó la ropa —literal, tuve que coser mi remera—, y me besó en cada rincón de mi cuerpo. Me apoyó sobre la mesada y usó su fuerza para impedir que me volteara mientras con su lengua me abría y dilataba hasta hacerme rogar por más. Me dio más; me giró y me dio el mejor sexo oral de mi vida. Sabe cuánto me gusta su boca, con sus labios llenos y su lengua hecha para dar placer. Siguió hasta que perdí la razón y sólo podía pensar en tener un orgasmo, entonces me alzó tomándome por el culo, como si no pesase mis buenos setenta y varios kilos y me llevó a la cama, donde al fin me hizo acabar en su boca.

Quedé exhausto, sin aliento y sin una gota de fuerza. Dejé todo en ese devastador orgasmo. Entonces, me besó, y mientras lo hacía, llevó su propia mano a su erección y se dio placer solo. Le rogué que me esperara, que me dejara hacerlo; no me hizo caso.

Intenté no enojarme. Tuvo una mala noche, estaba nervioso, estresado. Sé que le asusta el fin de año, y no por los finales como a cualquier mortal, sino porque tiene que volver a Pergamino. Se nos termina el tiempo en nuestra burbuja feliz; la aparición de sus amigos ayudó a recordarnos lo inminente del problema.

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora