35. Alejo

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—¿Dónde estás? —pregunto preocupado.

—En la esquina de mi casa...

—Voy. —Cuelgo—. Pa, me llevo el auto. Vengo con Damien, después explico —digo a las corridas y salgo sin perder tiempo.

Conozco su dirección, aunque nunca fui. Lo veo antes de llegar. En cuanto sube, noto las lastimaduras. No me contengo y golpeo el volante con furia.

—¡La puta madre! Lo voy a matar, te juro, Damien, si lo tengo enfrente ahora, lo mato.

—Él se llevó la peor parte —me dice y a mí me importa una mierda. No tiene perdón y no hay castigo suficiente para alguien que le pegue.

Se pasa la mano por el pelo, desesperado. Yo manejo intentando poner atención en el tránsito sin mucho éxito.

—No sé qué hacer —habla al fin—. Faltan dos meses hasta que tenga mi primer sueldo, estoy casi con lo puesto...

—No te hagas problema ¿ok? Te quedás en casa. Punto. La ropa lo vemos.

—No es tan sencillo, estaba pensando en hablar con mi tía...

—Me dijiste que estaba desaparecida —le recuerdo lo que me contó.

—Sigue siendo mi pariente más cercano que no es del lado de mi viejo.

—De momento, te quedás en casa —insisto firme. No pienso perderlo de vista, no pienso dejarlo solo y mucho menos al alcance de la bestia de su padre.

—Alejo...

—Damien, si no lo hacés por vos, hacelo por mí, necesito cuidarte en este momento —le pido. Estoy furioso, sacado y me siento impotente. Me da bronca que lo único que pueda hacer es darle un techo, cuando lo que quiero es darle justicia. Su padre en cana me haría inmensamente feliz.

Llegamos a casa y mi mamá se acerca a saludarlo como hace siempre, hasta que ve las marcas.

—¿Qué pasó? —pregunta preocupada.

—Ma. Damien se va a quedar en casa por tiempo indeterminado —digo sin preámbulos y mis viejos me miran sin entender. Damien, en cambio, baja la vista hacia el piso, avergonzado.

¡La puta madre! ¡Vergüenza tiene que sentir su padre, no él!

—¿Qué pasó? —Se acerca mi papá— ¿alguien lo molestó?

Mira la cara y evalúa las heridas.

—Analía, traé unos hielos que este chico tiene inflamado el pómulo. ¿Van a hablar o qué? ¿Alguien se metió con ustedes? —Mi viejo piensa que fuimos víctimas de algún matón homofóbico. Bueno, de alguna forma lo fuimos, el problema es que el matón es el padre de Damien, la persona que debería defenderlo y cuidarlo en lugar de agredirlo.

—No... —empieza a decir Damien y la voz le suena cortada. Está por llorar. Pierdo el control y golpeo la pared con mi puño. Mi papá me mira horrorizado. Jamás, en mis casi veinte años, hice algo parecido.

—¿Alejo?

—Su papá no sabía de nosotros... hasta hoy. —Vuelvo a patear la pared y me hago mal. Damien tira de mi mano para que pare. Me mira con preocupación y yo me sereno sólo por él.

—¿Tu papá hizo esto? —pregunta mi viejo y puedo ver el momento exacto en que se da cuenta de la gravedad de la situación. Mi mamá se tapa la boca con la mano y nos mira sin poderlo creer.

Damien asiente y vuelve a mirar el piso. Mi vieja no aguanta y lo abraza.

—Vamos a hacer la denuncia. —Mi papá busca las llaves del auto sin percatarse de que las tengo yo. Puede parecer calmado, pero lo conozco lo suficiente para saber que no es así.

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora