Capítulo 4: Desafío.

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Minato empezó a caminar de nuevo hacia la tienda dándose cuenta de una cosa, sus piernas temblaban ligeramente. No podía evitar sentir miedo, ése que estaba allí colgado, ese chico que había sido brutalmente torturado podía haber sido él y seguramente... en algún momento lo sería, porque el resto de ninjas no se andarían con rodeos a la hora de ganar la competición. Harían lo que fuera por obtener ese contrato.

Alzó un segundo el rostro hacia el cielo dejando que el leve chispeo de las gotas de lluvia cayesen sobre él. Necesitaba relajarse, calmar los nervios que le había provocado aquel siniestro asesinato del campamento... fue entonces cuando sintió cómo la mano de Hiro Uzumaki bajaba desde los hombros por su espalda, casi como si tratase de tranquilizarle. Al principio no le dio importancia hasta que estuvo a punto de llegar a su trasero, en aquel momento Minato se giró con rapidez deteniendo la mano de Hiro con una mirada desafiante.

- ¿Qué estás haciendo? – le preguntó en un susurro.

Minato pensó que nadie vería aquello, pero se equivocaba. Madara, que estaba registrando al milímetro cada uno de los rincones del campamento con su sharingan, observó ese brusco movimiento del rubio y se fijó en él al instante, centrándose en la sonrisa de Hiro.

- No te alteres tanto, Minato, sólo trataba de calmarte.

- No vuelvas a ponerme la mano encima – le aclaró – respeta el compromiso que tengo con tu hermana.

- Por mí puedes casarte con quien quieras – dijo Hiro con una sonrisa – eso no implica que no puedas tener amantes y yo estaría dispuesto a ser uno muy bueno. Te daría todo el placer que buscases.

- Yo no soy el amante de nadie ni necesito uno, ¿me oyes? Guárdate bien estas palabras en la cabeza, voy a ser tu cuñado, el esposo de tu hermana y sólo con ella yaceré en la cama. Nadie más va a tenerme – dijo de forma seca soltando la mano de un sonriente Hiro.

- Eso ya lo veremos – dijo Hiro observando cómo Minato se marchaba hacia su tienda notablemente enfadado.

Pocas veces Minato se enfadaba, siempre decían que era un chico paciente e inteligente, muy diplomático, pero la situación le estaba rebasando. Estaba cansado de que todo el mundo se le insinuase, que le tratasen no como a un ninja, sino como a una cualquiera a la que podían llevarse a la cama. Estaba claro que el clan Namikaze había caído en sus días más oscuros. Ya nadie les tomaba en serio, ni siquiera los ancianos del clan tenían esperanzas. Vendían a los más jóvenes al mejor postor. El resto de clanes ya ni siquiera buscaban alianzas con ellos, no los consideraban fuertes, tan sólo eran el morbo de los clanes más poderosos para tener a chicos rubios en sus camas.

Un atroz sonido llegó hasta los oídos de un Madara oculto tras el árbol que Minato acababa de golpear con su puño. Pensó que el rubio le había descubierto, pero enseguida se percató de que no era cierto, aquel chico no se había dado cuenta de su presencia. Si lo hubiera hecho... no estaría derramando las amargas lágrimas que en aquel momento caían de sus ojos dejando escapar sus labios un silencioso gimoteo.

Madara observó con el sharingan a través de aquel robusto tronco para ver cómo todo el cuerpo del chico temblaba, seguramente preso de la frustración y el miedo que sentía, quizá debido en parte también a la rabia contenida. Al escuchar el sollozo de aquel chico al que acabaron fallándole las piernas y cayendo al suelo frente al árbol, Madara se sintió tentado de salir a ayudarle, pero un relincho hizo que se contuviera.

El caballo de Minato, atado a uno de los postes cerca de su tienda lo observaba desde la poca distancia. Ese caballo de extraño pelaje, tan dorado que casi igualaba el rubio de ese misterioso y deseado Namikaze.

El susurro (Naruto, Madara-Minato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora