Capítulo 8: Un sentimiento.

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Un tenso silencio se había hecho en aquella cueva. Minato no podía hacer otra cosa que mirarse aquella mano herida y ver en la otra, fuertemente agarrado, el guante de Madara. Ese chico le había salvado la vida dos veces en aquella peligrosa competición y aún seguía sin entender el motivo.

- Me clavó un kunai para inmovilizarme – dijo Minato quitándose el guante de Madara y mirando cómo ya el moreno se la había vendado - ¿Por qué...? – empezó a decir algo cabizbajo frente a un Madara extrañado - ¿Por qué me estás ayudando?

- Quién sabe – fue la única respuesta de Madara – quizá... fue cuando escuché el nombre de tu caballo. Es un bonito nombre.

- No puede ser por eso – aclaró Minato.

- ¿Sabes cómo se llama el mío? – sonrió Madara – "Yoarashi". ¿Crees en las casualidades, Minato?

Al escuchar el nombre, Minato se quedó paralizado un segundo, era cierto que cambiaba algo, pero los dos habían hecho referencia a la noche en los nombres de sus caballos. No podía ser una simple casualidad.

- Por un momento, cuando lo oí, pensé que era posible que tuviéramos una conexión, no sé... no puede ser casualidad que pensáramos algo parecido – sonrió Madara – y luego está el asunto de tu clan, demasiado débiles ahora y me recordaste la acción de mi hermano cuando te salvó de aquel ninja que trató de secuestrarte, no sé, Minato... has creado una debilidad en mí. No quiero verte morir aquí. Eres muy joven para morir en un lugar como éste.

- Se lo puse por el viento que sopló aquella noche – dijo Minato con una sonrisa – además... el viento es algo típico en nuestro clan.

- El día que me trajeron el caballo, hubo una gran tormenta – sonrió Madara.

- Quizá miramos el cielo a la vez – sonrió Minato.

- Es posible. Ven, acércate, quiero ver cómo está tu mano.

Minato apartó las mantas de encima y se acercó hacia el fuego donde se estaban cocinando un par de pescados, seguramente Madara los había pescado antes de cerrar aquella cueva. Con cuidado, Madara deshizo el nudo de la tela y empezó a quitarla para comprobar la herida. Había dejado de sangrar pero apenas podía cerrar la mano por el dolor. Ese kunai lo había atravesado.

- Te va a dejar una buena cicatriz – le aclaró Madara.

- No importa. Aún estoy vivo.

- Ya – susurró Madara sacando de entre sus ropas un bote de pomada – esto ayudará a que cicatrice antes.

- Ah – se quejó Minato intentando apartar la mano al sentir los dedos de Madara poniendo la crema.

- Lo siento, no puedo hacer nada con el dolor. Te va a ser complicado luchar con esta mano en un tiempo.

- No pasa nada, estoy bien.

- Aguanta un poco el dolor. Tengo que curártelo o podría infectarse.

Minato abrió la palma de la mano pese a que le costaba mantenerla abierta por el dolor. Los oscuros ojos del Uchiha se fijaron una vez más en la herida. La sangre había coagulado pero, aun así, podía identificar claramente el agujero donde le habían clavado aquel kunai. Para ser honesto... ni siquiera le parecía que hubiera sido una batalla muy decente. ¿Cómo alguien podía clavar un kunai en la mano de otra persona? Era casi imposible en un combate.

- ¿Qué ha ocurrido? – preguntó Madara deslizando sus dedos por el borde de la herida untando la crema mientras con la otra le daba el pescado para que comiera y repusiera fuerzas – esto no es una herida típica de un combate. ¿Bajaste la guardia?

El susurro (Naruto, Madara-Minato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora