Capítulo 5: Remordimientos

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El sol empezaba a despuntar cada vez más en el cielo. Las nubes de la noche anterior habían remitido dejando paso a un bonito día, un día en que varios participantes ya habían caído en aquel atroz juego que el señor feudal les había preparado.

Un caballo negro bebía agua con tranquilidad, sintiendo la fuerte mano de su dueño tocando su cuello mientras observaba en todas direcciones por si necesitaba escapar en algún momento. Minato no perdía ojo a aquel hombre que le había salvado del primer conflicto en aquella carrera de resistencia que se estaba dando lugar. Sentado desde sus pequeñas rocas, dejaba a su sediento caballo beber también antes de proseguir la marcha.

- ¿Cuántos enemigos crees que quedan ahí fuera? – preguntó Minato.

- Demasiados – fue la respuesta de Madara – pronto empezarán las cacerías, el verdadero potencial Ninja saldrá. Quizá te será más fácil sobrevivir.

- ¿Crees que ahora será más fácil?

- No – dijo Madara – pero es posible que a ti te dé algo de ventaja. El inicio es lo más duro, todos estamos juntos para salir y no es difícil derribar enemigos. A partir de ahora todos estamos dispersos, quizá una pelea uno contra uno pueda beneficiarte en vez de estar pensando en todos los que podrían atacarte en grupo. El problema... es que a medida que nos acerquemos a la meta, quedarán enemigos cada vez más fuertes o más inteligentes que hayan conseguido sobrevivir.

Un silbido cruzó el aire con presteza, pero para cuando Madara se giró a ver qué ocurría, sólo consiguió ver a Minato frente a él deteniendo un kunai a escasos centímetros de su rostro. Un par de gotas caían de la palma del rubio pero en sus ojos se veía la determinación y el coraje. Había detenido el kunai pese a saber que se haría daño, lo había parado salvando a un Madara que había bajado durante menos de un segundo la guardia.

En aquel momento, Madara entendió una cosa, ese chico no era un chico cualquiera, era especial. Los Namikaze aún podrían tener una esperanza en él, era rápido y tenía un buen instinto.

El ruido del par de gotas de sangre cayendo sobre una de las húmedas piedras del río, hizo a Madara reaccionar. Con ambas manos realizó un par de sellos mientras mantenía los ojos cerrados concentrándose en su habilidad de línea sucesoria. Al abrirlos, el sharingan apareció en ellos reflejado, esos ojos rojos como la misma sangre, los ojos de un auténtico demonio con sed de sangre, pero no le dio tiempo a actuar cuando Minato ya había vuelto a desaparecer en una leve humareda de polvo que había levantado al iniciar su velocidad. Madara sonrió.

- No hay remedio con este chico – sonrió acariciando con suavidad el cuello de su caballo, quien resopló antes de observar hacia el lugar donde el chico rubio había debido ir – está entre los árboles, siento su chakra – confirmó Madara observando cómo ambos caballos permanecían atentos a los árboles y movían las orejas intentando escuchar algo.

Una suave brisa empezó a soplar meciendo los negros mechones del cabello de Madara. Era extraño en esa época del año que el viento soplase tan repentinamente, pero al pensar un poco sobre el clan Namikaze, supo enseguida que debía estar relacionado con ese chico que se había lanzado al ataque. Los Namikaze eran conocidos por el control sobre el viento. En aquella brisa, Madara pensó que sería agradable haber vivido junto a ella en una vida llena de tranquilidad, pero inevitablemente, se había criado en un clan guerrero donde la tranquilidad escaseaba.

El viento sopló en su dirección como un auténtico torbellino que se llevaba todo a su paso. Madara no tuvo más remedio que elevar su brazo cubriendo sus ojos por aquella ventisca que traía polvo, ramas y hojas. Para su asombro, algo mucho más grande y pesado cayó prácticamente a su lado, un ninja de la Villa oculta del Agua, pero no fue eso en lo que Madara se fijó, sino en la bandana con el símbolo de una ola.

El susurro (Naruto, Madara-Minato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora