Capítulo 14: Vuelta a la competición.

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Los minutos pasaban entre aquella oscuridad que les rodeaba. Las frágiles hojas rosadas de las flores del cerezo seguían cayendo sin contemplación alguna, creando el más hermoso de los escenarios para aquellos dos ninjas que seguían besándose bajo la luz de la luna. Para Madara todo aquello era como un sueño hecho realidad, poder estar tan sólo unos segundos al lado de ese chico lo era todo para él sabiendo que, lo más seguro, cuando acabase aquella competición, no volvería a verle. Sin embargo, para Minato, todo aquello sólo era una broma pesada a su conciencia. Ya se sentía bastante culpable por lo de Izuna y ahora estaba enredado con Madara Uchiha. Ese clan se metía una y otra vez en su camino, en un cruel destino del que no podía escapar.

Una lágrima resbaló desde el ojo derecho de Minato recorriendo su mejilla, seguida por una segunda que esta vez derramaba su ojo izquierdo. No pudo evitar que tras esas primeras lágrimas, el resto salieran sin control alguno. Madara, al sentir la humedad en sus dedos, apartó sus labios de los de Minato observando a ese chico llorar frente a él. Ni siquiera podía entender el alcance de aquellas lágrimas que parecían cargadas de una extraña culpabilidad.

- Perdóname – susurró Minato – por favor, perdóname.

- ¿De qué hablas? – preguntó Madara confuso.

- Yo... tengo que irme.

Minato hizo el amago de alejarse de él, pero Madara, pese a que le dejó pasar, detuvo su muñeca cuando se estaba marchando. Por un instante, ambos se paralizaron y un cosquilleo subió por la columna vertebral del rubio al sentir aquellas yemas de los dedos de Madara acariciando con lentitud su muñeca como si tratase de relajarle.

- Por favor, Minato, no me hagas esto. Sabes que jamás te obligaría a nada pero...no quiero que te marches así.

- Lo siento, Madara, es lo mejor para los dos. Créeme.

- No es lo mejor para mí – le dijo – lo mejor para mí es tenerte a mi lado. Sé que vas a casarte, sé que tras esta competición seguramente no volveré a verte... déjame estar contigo todo el tiempo que nos quede.

Aquellas palabras hicieron que las lágrimas de Minato salieran con mayor intensidad. Madara era un ninja cruel según los rumores, pero él estaba comprobando y conociendo una parte romántica que le hacía aún más daño que si le hubiera torturado como solía hacer a sus enemigos.

- Mierda – gritó Minato para el asombro de Madara – no me hagas esto, no te pongas sensible conmigo, no saques esa dulzura ni ese romanticismo... yo no lo merezco.

- No digas tonterías, ¿por qué no ibas a merecerte ser feliz? – preguntó Madara.

- No sabes nada de este sello, hazme caso y aléjate de mí. Es por tu bien.

- Sé cuidarme solo. Me da igual ese sello.

- No sabes de lo que es capaz – casi le amenazó Minato cogiendo con fuerza la muñeca de Madara que retenía su brazo.

Por primera vez en el tiempo en que conocía a Minato, veía aquella dura mirada, esos ojos llenos de un sentimiento extraño, llenos de cierta ira y dolor que no había visto antes. Ante aquello, la mano de Madara fue perdiendo fuerza hasta terminar por soltar la muñeca del rubio. Le vio alejarse con lentitud de aquel árbol, alejarse hacia su tienda de campaña y ni siquiera sabía si al día siguiente sería capaz de verle en la competición. Estaba muy raro desde que había descubierto aquel sello y pese a no haber dicho nada, seguía dándole vueltas a la idea del Hyuuga. No era normal que un Hyuuga tuviera miedo y desde luego... ese ninja lo tenía de Minato.

Cuando Madara llegó al campamento, se extrañó de ver a sus dos nuevos alumnos allí sentados frente a su tienda. Era difícil decirles a ambos chicos que él no era un buen maestro cuando Izuna les había estado enseñando. En parte, se sentía responsable de ellos, eran los estudiantes de su hermanito. Resopló y se encaminó hacia ellos que parecían estar debatiendo sobre algo.

- ¿Aún por aquí? – preguntó Madara – deberíais volver al clan.

- No hasta que encontremos al asesino de Izuna – dijo Obito muy serio.

Tan sólo tenía la edad de Minato Namikaze, tanto Shisui como Obito serían grandes guerreros, buenos ninjas que sacarían en un futuro de más de un aprieto al clan Uchiha, pero ahora mismo... Madara sólo deseaba que volvieran al clan y siguieran con sus vidas. Sólo eran unos adolescentes que no deberían estar ni ver ese tipo de competiciones. Ni siquiera Minato debería estar allí compitiendo.

Se sentó un segundo junto a esos dos adolescentes que le miraban con admiración. Eran buenos chicos que clamaban venganza por lo que le había sucedido a su profesor, pero todos sabían que no era recomendable para unos adolescentes estar allí.

- Sé cómo os sentís – empezó Madara – yo estoy igual. Era mi hermano y siento que me han dejado un vacío enorme, un vacío que no puedo llenar con nada, pero buscar a su asesino es algo que debo hacer yo y vosotros deberíais estar en el clan entrenando, fortaleciéndoos y haciéndoos más fuertes con todo lo que mi hermano os enseñó. Este no es sitio para unos adolescentes.

- El Namikaze está compitiendo y también es sólo un adolescente.

- Es un adolescente que no debería estar aquí. Sólo es un chico al que no le importa morir.

- Eso no es cierto – dijo Obito medio enfadado – ningún ninja estaría dispuesto a morir tan fácilmente, no creo que ese chico esté aquí sólo porque no le importe.

- No le conoces, Obito – se enfadó Madara – no sabes nada de su vida, ni de lo que está haciendo por su clan, ni de lo que le obligarán a hacer por salir del agujero en el que están, ese chico está perdiendo las ganas de vivir cada día que pasa.

- ¿Tanto le conoces? – preguntó Obito algo confuso.

- Lo justo de la competición. Hemos convivido algún tiempo juntos, aunque realmente... es un chico complicado de entender. Nunca sé exactamente qué piensa.

- ¿Y si fuera él el asesino de Izuna? – preguntó Shisui.

- He barajado la opción pero aún no tengo pruebas de que eso pueda ser cierto. De todas formas... descubriré al asesino de Izuna a como dé lugar y le haré pagar una a una todo lo que le hizo a mi hermano – endureció la mirada Madara.

Prácticamente ningún ninja consiguió dormir aquella noche, todos estaban nerviosos con la nueva salida, incluso Minato sabía que no volvería a funcionar el truco de Madara de la otra vez. Escabullirse entre los participantes no sería tan fácil, ahora no quedaban apenas ni la mitad de los que habían salido la primera vez y además... se adentraban en el tramo final. Un par de días de competición y estarían en la ciudad, quizá ni siquiera llegasen a dos días si se tomaban en serio la carrera.

A la mañana siguiente, el ambiente estaba más tenso que el primer día. Todos los ninjas se miraban los unos a los otros. Obito y Shisui, subidos a la rama de un árbol, observaban a todos los participantes, observaban a Minato Namikaze subido encima de su caballo llevándolo hacia la línea de salida.

Minato se miró la mano. Aquel moreno tenía razón, aún dolía y la cicatriz, pese a estar cerrándose, se quedaría de por vida. Cerró los dedos con fuerza sintiendo el dolor de todos sus tendones. Seguramente aquel kunai que le clavó el Uzumaki había destrozado parte de sus nervios y tendones, tardaría en recuperarse por completo.

- Tu mano sigue resintiéndose – escuchó a Madara a su lado encima del caballo.

- Estoy bien – intentó disimular Minato.

- Ni siquiera podrás agarrar bien las riendas. Dale rienda suelta a "Yokaze", déjale correr libre y no te caigas.

El susurro (Naruto, Madara-Minato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora