Capítulo 17: Adiós

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Minato se quedó estático con las riendas de su caballo en la mano. Aquel hombre ni siquiera había querido bajar del caballo, se marchaba sin mirar atrás. Fue aquel instante en el que Minato supo que todo había terminado.

Intentó buscar a los suyos con la mirada, pero la única cara conocida entre la multitud fue la de Kushina, que trataba de abrirse paso hasta él. Respiró hondo y tragó saliva para encaminarse hacia su futura esposa. Estaba listo para olvidarse de Madara aunque en el fondo supiera que jamás podría olvidar aquello. Empujó a un par de personas tratando de llegar a ella, pero el señor feudal lo atrapó antes de que pudiera seguir andando.

- Enhorabuena – dijo el señor feudal – acompáñame, tenemos mucho de lo que hablar.

- Yo... en realidad sólo tengo una única petición – aclaró Minato, pero el señor feudal pese a haberle escuchado, siguió su camino obligándole a seguirle si quería ser escuchado.

Kushina observó entre la multitud cómo su futuro esposo seguía a aquel hombre, aunque se calmó al ver que Minato la había visto y le hacía una señal para que aguardase por su regreso. Aun así, no pudo evitar fijarse en las caras de los otros competidores que iban llegando y enterándose de que un Namikaze había conseguido ganarles. Nadie allí estaría contento con ello.

Para Minato, no pasaban tampoco desapercibidas aquellas miradas puestas en él. Nadie entendía cómo podía haber ganado, pero allí estaba, siguiendo al señor por el gran palacio hasta llegar a una gran sala con su consejo ya reunido.

Todos lo miraron sorprendidos, pero Minato esperó hasta que el señor feudal se sentó. Sus ojos se fijaron en sus dos hijos. Los conocía bien, sobre todo a Hashirama que seguía mirándole con aquellos ojos lujuriosos llenos de deseo. Nunca se daría por vencido en su afán por tenerle y eso lo sabía demasiado bien Minato.

- Bien, te escuchamos, Namikaze – dijo el señor feudal – te has ganado el derecho de estar aquí bajo el amparo de mis tierras.

- Yo... agradezco mucho su gesto, pero no entré en esta competición para ser su brazo armado, mi clan sólo quería un pequeño puesto en su consejo personal.

- ¿Todo esto es sólo porque quieres un hueco en el consejo? Vamos, te lo has ganado. Estás aquí, puedes ser un buen soldado, tú y tu clan.

- Agradezco mucho su bondad en esto pero... sólo queremos ser parte del consejo. Creo que el segundo ganador sería mejor guerrero que los Namikaze.

El consejo enmudeció un segundo antes de comenzar los rumores de unos a otros. Los cuchicheos eran audibles aunque Minato no podía captar las palabras. El ruido de todos debatiéndose entre qué hacer con esta extraña idea. Todos habían competido por ser los guerreros del señor feudal pero ese chico... incumplía las normas y sólo quería un puesto en el consejo.

- De acuerdo – dijo el señor feudal – danos tiempo para pensarlo y te comunicaremos nuestra decisión. Puedes volver con los tuyos. Mandaré que llamen a tu futura esposa para que puedas reunirte con ella.

- Gracias, señor – hizo una reverencia Minato antes de salir de la gran sala.

Minato se marchó de la sala, observando entonces la mirada de Hashirama. Al salir por la puerta, se encontró de frente con Madara, pero pese al sonrojo que se le colocó al instante a Minato, éste no pareció ni siquiera percatarse.

Ambos se habían dado cuenta, sus hombros chocaron al cruzarse y, aun así, Minato sólo pudo agachar la cabeza al verle pasar sin pronunciar ni una sola palabra. Se le notaba enfadado desde que había quedado segundo en la competición. Se dio cuenta de que nunca tendría todo... ayudar a su clan siempre sería algo contraproducente con el clan Uchiha. Esos Uchiha sólo tenían una razón para su existencia, se creían y era muy posible que fueran los mejores en todo, pero él le había humillado y relegado al segundo puesto. Le había perdido, con aquella competición perdió absolutamente todo.

El susurro (Naruto, Madara-Minato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora