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–Buenos días cariño. —susurro una voz en mi oído.  

Una sonrisa se formó en mi rostro y abrí lentamente mis ojos.

–Buenos días. —bese tiernamente los labios de Andy.

Este al igual que yo sonrío y beso mi frente.

–¿Has dormido bien?

–Maravillosamente. —sonreí.

–¿Quieres ir a desayunar algo? —me miró.

–Por supuesto.

–Genial, levanta tu trasero y vístete. —dijo seguido de una risa.

Negué riendo y me levanté, busque algo para ponerme y me lo coloque. Opté por una blusa que llegaba por encima de mi ombligo dejando al descubierto un poco de mi abdomen acompañado de unos jeans ajustados y unas sandalias. Acomode mi cabello y listo.

–Listo. —me senté en el borde de la cama.

–No sé cómo puedes estar así de hermosa en tan pocos minutos, yo aún no termino. —ríe y lo me mira detenidamente.

–Basta. —dije roja de la vergüenza. 

  Lentamente se fue acercando a mi, me tomo de la cintura y planto un dulce beso en mis labios. Parecía que nuestros labios habían sido creados el uno para el otro, encajaban a la perfección. Nos separamos por falta de aire y nos quedamos mirando directamente a los ojos, vaya que amaba contemplarlo de tan cerca, amaba estos pequeños y lindos momentos. Cualquier detalle por mas mínimos que fuera lo disfrutaba de una manera inexplicable.


–Anda vamos. —dije rompiendo el hermoso momento.


–No quiero, quiero quedarme admirando tu belleza el resto del día.  —hizo un puchero.

–También quisiera pasar el resto del día de esta manera. —lo mire.

–Vale, vale.  —me dio un pico y se separo de mi para tomar su chaqueta.

Salimos del gran edificio y subimos a la motocicleta de Andrew, encendió el motor y comenzó a andar directo a McDonalds. En pocos minutos llegamos al establecimiento de comida rápida, bajamos de la motocicleta y comenzamos a caminar tomados de las manos hacia la entrada de este ya mencionado establecimiento.  Andy abrió la puerta y pasamos, seguido cerro la puerta y nos dirigimos a la fila. Pedimos dos paquetes y fuimos a sentarnos en nuestra respectiva mesa. 


–Zoe. —llamó mi atención.

–¿Si? —lo mire atenta. 


–¿Recuerdas cuando tu madre vino? —asentí— ¿aun sigue en pie lo de casarnos? —me miro sonriendo.  

–¿Que? —fruncí el ceño— Andy yo no estoy lista para casarme, tan solo tengo 21 años.   

Su sonrisa se borro al instante y su cara se puso tensa. Apretó los ojos y con puño cerrado golpeó la mesa. 

–¿Sabes? Tu opinión no me interesa, yo hice un trato y lo cumpliré. —sonrió burlonamente.

–¿Estas bromeando? Yo no voy a casarme contigo Andy, no ahora y menos si es por un maldito contrato. Si de verdad me amaras esperarías a que estuviera lista y me lo pedirías por tu propia voluntad no por un maldito papel.  —dije hecha furia.

–Tu harás lo que yo diga porque eres mía, soy tu dueño.

 –No soy ninguna mascota como para tener dueño. —le grite.

Varios empleados y clientes voltearon a vernos.


–Baja la voz maldita sea. —su mano impacto contra mi mejilla dándome una bofetada. 

Mis ojos se aguaron y me levante de ahí.

–No vuelvas a buscarme nunca más en tu asquerosa vida. —ya no aguantaba más esto, no mas me había cansado de ser maltratada y humillada cuando se ponía mal.


–¡Hey! ¿que pasa contigo amigo? —se acerco un chico castaño— no tienes porque golpearle, ella merece respeto.

–Nadie te ha llamado, vete por donde has venido si no quieres que reviente tu cara. —se paro Andy. 

–No te tengo miedo, vamos golpeame. —dijo el castaño el cual desconocía.

Antes de que Andy golpeara al chico me puse en medio de ambos.

–Apártate Zoe. —Andy me empujo hacia un lado haciéndome caer, pero antes de tocar el suelo el chico me tomo de la cintura evitando que me golpeara.

 –No toques a mi chica. —Andy apretó los puños.

–ENTIENDE QUE NO SOY DE TU PROPIEDAD, NO SOY UNA PUTA MASCOTA, YA NO SOY MÁS TU CHICA ME HARTE DE ESTAR AGUANTÁNDOTE CUANDO TE PONES MAL O ALGO. —grite entre lagrimas frustrada.

El guardia del lugar llego y tomo a Andy por los brazos de atrás y lo saco de ahí.

–Vas a arrepentirte por haber hecho esto. —grito desde la puerta.

Temblando me senté en una silla y comencé a llorar en silencio, toda la gente murmuraba y miraba. El chico castaño se agacho a mi altura y levanto mi rostro.

 –No, no, no, no llores por el —me miro a los ojos— ya estas a salvo.

–Gracias. —susurre.

 –No es nada, ¿quieres que te lleve a tu casa?

Un sollozo salio de mi de nuevo. –Vivo con el. 

–¿Tienes algún familiar aquí o algo?  

–Solamente mi primo pero por el momento no esta en la ciudad, no conozco nadie. Es la tercera vez que salgo de casa desde que me mude aquí. —baje la mirada.

 –Puedes venir conmigo, digo a mi casa. —dijo de repente.

–Eso seria abuso ya, casi te golpean por culpa mía. —dije apenada.

–Quiero ayudarte, no dejare que vuelvas con el no para que vuelva a golpearte. —dijo rápidamente.

–Gracias, de verdad gracias. —sonreí.  

Posesivo :: Andy Biersack.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora